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Magia y ocultismo en el cine de verano

El CCCB da inicio a su tradicional ciclo de cine al aire libre, «Gandules», que este año llena el patio las noches de agosto con películas de tinte esotérico en homenaje a la exposición «Llum Negre. Tradicions secretes en l'art des dels 50»

Los hallazgos del ciclo, «Love witch», «Ganja & Hess» y «La torre de los siete jorobados», de Edgar Neville
Los hallazgos del ciclo, «Love witch», «Ganja & Hess» y «La torre de los siete jorobados», de Edgar Nevillelarazon

El CCCB da inicio a su tradicional ciclo de cine al aire libre, «Gandules», que este año llena el patio las noches de agosto con películas de tinte esotérico en homenaje a la exposición «Llum Negre. Tradicions secretes en l'art des dels 50».

El 1 de agosto, Joan Bodon se compró unos guantes negros. Hacía mucho que quería unos. Su amigo Simón tenía unos iguales y parecían una maravilla. Ni siquiera eran muy sofisticados, no eran de esos que atraviesan medio brazo y te hace parecer divina y melodramática, no, qué va, eran sencillos, con pequeños surcos hilados entre los dedos, nada más. Cuando Joan los vio, pensó en seguida «Simón se va a morir de envidia», y se los probó. Giró sus dos manos repetidas veces como si hiciese una coreografía en un espectáculo infantil, y así se sintió, infantil y espectacular. «¿Qué le parecen?», preguntó a la dependienta. «Salen muy bien», dijo ésta escueta. «¡Ya lo creoo, wooo!», exclamó y los compró. No le costaron ni diez euros.

Al llegar a casa, lo primero que hizo fue sacarlos de la bolsa y probárselos de nuevo. Se miró al espejo y levantó el pulgar en señal de aprobación. Por un segundo se estremeció, porque nunca había visto que un tonto pulgar levantado fuese un gesto tan magnético. Aquel guante transformaba cualquier acción en pura magia. Hacía que todo fuese mejor. Cogió una naranja y sintió que era la naranja más apetitosa de la historia. Tiró una pelota a su perro y ésta se convirtió en un diablo mundo que hizo enloquecer de placer al chucho. «No pienso quitármelos nunca», se dijo.

Los siguientes días no se los quitó ni para dormir. Le chiflaba hacer gestos con los dedos, como el de tijeras, para que cortaras, o el de disparar la pistola, para que murieras, porque nadie podía decir que no fuese mejor que tener tijeras o una pistola. Subía el dedo medio y mandaba al resto del mundo a la porra, sobre todo a sus vecinos, un matrimonio de doctores que siempre parecían mirarle por encima del hombro y se sentía poderoso y malsano, pero justo, magnánimo y maravilloso también.

Le encantaba bostezar, acercarse la mano a la boca y notar el calor y la suavidad del algodón, o rascarse la pierna y sentir como las bolas de algodón se enganchaban a su vello disfrutando deunas ligeras cosquillas. Cogió el teléfono con sus guantes y llamó a su Simón. «No puedo quedar, estos guantes son mejor que el cine», dijo y colgó antes de dejar hablar a su amigo.

Pero Joan tenía razón. Aquellos guantes eran como el cine, convertían cuaqluier hecho cotidiano en un evento y le otorgaban más sentido, magnificando toda acción, haciéndola importante. Joan apagó la televisión y se pasó dos horas contemplando los dibujos que el gastado algodón estaba formando en el guante. Aquella misma noche, Simón quedó con la novia de Joan en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) y le preguntó qué demonios le pasaba últimamente a su novio. «No sé. Algunos tienen Netflix, Joan tiene un guante, aunque yo siempre preferiré ir al cine», dijoy se estiró en una de las tumbonas del patio de la institución, que estaba a punto de comenzar una película que prometía convertir lo anodino en un auténtico fenómeno. «¡Wooo!», gritó cuando se encendió la pantalla. Ella y Joan eran tal para cual.

El CCCB abre el próximo martes una nueva edición de su ciclo de cine al aire libre «Gandules». El tema central de este año es la magia y el ocultismo, en nueve películas que sirven como reverso tenebroso de la exposición «Llum Negre. Tradicions secretes en l'art des dels anys 50» que actualmente acoge el centro. Comisariado por Mary Cuesta, el ciclo nos adentrará en historias de extrañeza y perversión que prometen calentar aún más las noches de los martes, miércoles y jueves de agosto.

Abrirá el ciclo, «La carreta fantasma», de Victor Sjöström (1920), basada en la novela escrita por la primera ganadora de un Premio Nobel, Selma Lagerlöt. La película contará con la banda sonora en directo compuesta por Obsidian Kingdom, exponente del rock y heavy metal experimentales. Todo un clásico para empezar a calentar motores. Al día siguiente le tocará el turmo a «La noche del demonio», de Jacques Tourneur (1957), historia de cómo hasta un científico racionalista tiene que aceptar que hay múltiples cosas inexplicables en este múndo. La primera semana la cerrará la genial «La torre de los siete jorobados», de Edgar Neville (1944), que recrea un Madrid del siglo XIX con una estética expresionista, en que terror y humor se dan la mano.

La segunda semana apostará por el terror y la incomodidad con «Mondo cane», de Gualtiero Jacopetti, Paolo Cavara y Franco Prosperi (1962), un falso documental que pone la mirada en los rituales de sexo y violencia. Al día siguiente nos encontraremos con una de las mejores películas del mítico Rock Hudson, «Segona vida», (1966), de John Frankenheimer, una reflexión sobre la paranoia y el leve equilibrio de la identidad. El jueves volverá a tocar un hito de la filmografía española, «Arrebato» (1979), de Iván Zulueta, mucho más que cine experimental y autobiográfico, sino un auténtico guante negro.

El cine de culto protagonizará la última semana, empezando por «El hombre de mimbre», de Robin Hardy (1973), cine que es difícil entender narrativamente, pero que consigue dar auténticos escalofríos, con el espectador asegurando convencido que si esta película no tiene sentido es que la vida no lo tiene. Todavía más rara y «underground», pero más fascinante si cabe es «Ganja & Hess», de Bill Gunn (1973), terror y angustia de calado tan psicológicamente lírico que hasta el MoMA conserva una copia en sus fondos. Por último, el ciclo proyectará «The Love Witch», de Anna Biller (2016), o cómo hacer hoy una película de terror como si fuera la productora Hammer de los años 60.