Pintura
Y París se enamoró de la pintura catalana
La Sala Parés dibuja la increíble historia de amor de la ciudad de las luces con los artistas catalanes
La Sala Parés dibuja la increíble historia de amor de la ciudad de las luces con los artistas catalanes.
A finales de 1956, París ya no era una fiesta, pero todavía se podía oir el eco del desenfreno y la alegría de vivir de aquellos locos años de las vanguardias históricas o la bohemia finisecular. El eco no era un voz, ni un ruído, era un aire, un viento, una canción que agitaba el espíritu y le equivocaba a uno el tiempo que le había tocado vivir. No se necesitaban fantasmas de Picasso o Toulouse Lautrec sentados en un café para sentir aquella extraña sensación, sólo caminar y dejarse embriagar por el peso de la historia, una nueva gravedad que al mismo tiempo que levantaba los cuerpos, hacía posible retroceder el tiempo. Y cuando esto ocurre, no hay nostalgia. Eso es lo que tienen las grandes ciudades, las mejores ciudades, no hay nostalgia, su historia se repite siempre en todos sus tiempos.
En esos días, en la Galerie Paul Ambroise, situada entre la Place de la Concorde y el templo de La Madeleine, se exhibía una exposición que demostraba cómo París siempre ha sido un catalizador de arte y belleza. Bajo el título «Onze peintres catalans d'aujourd'hui», la barcelonesa Sala Parés había traído obras de once grandes artistas catalanes, de Rafael Llimona a Alfred Sisquella, Josep Amat, Ramon de Capmany, Domènec Carles, Rafael Durancamps, Manuel Humbert, Mallol Suazo, Josep Mompou, Pere Pruna o Joan Serra.
Muchos de estos artistas habían vivido en París, se habían imbuído por esa nueva gravedad que esconden sus calles, y habían creado por y para esta gran historia colectiva del arte universal que es la ciudad de la luz. Y no estaban solos, continuaban una larga tradición, una historia de amor de ida y vuelta que incluía a nombres como Santiago Rusiñol, Ramon Casas o Isidre Nonell, entre muchos otros.
El éxito de la exposición, considerada durante aquellos meses como atemporal, fue tal que se vendieron prácticamente la totalidad de las 66 obras expuestas con visitantes ilustres como Gloria Swanson, Ingrid Bergman o el mismísimo JuanCarlos de Borbón. La mayoría eran obras realistas, en tiempos de máxima abstracción, pero había en cadatrazo un impetuoso látigo que marcaba la imagen más allá de cualquier figuración. Como diría Jean Cocteau en el prólogo del catálogo de la exposición, «España es un país de pintores, naturalezas que viven con pasión». Y esa pasión es un tabaco que pinta de rojo, ocre y azul el pecho y convierte respirar en una obra de arte. ¡Vive París!
La Sala Parés rememora la intensa relación de los artistas catalanes con la capital francesa con la exposición: «París a Parés. À la recherche de la Ville Lumière». De manera cronológica, la muestra viaja de 1870, en 1877 se inauguró la galería catalana a 1950, dejando claro cómo la Parés sirvió de ventana abierta a Montmatre y demás. De esta forma se puede ver obras de Santiago Rusiñol, Ramon Cases, Isidre Nonell, Ricard Opisso, Hermen Anglada-Camarasa, Manolo Hugué, Julio González o Josep Maria Mallol, entre muchos otros.
El recorrido comienza con los artistas realistas y burgueses de mediados del siglo XIX como Ramon Martí Alsina o Francesc Miralles. Después entramos en la bohemia modernista con Casa, Rusiñol, Opisso o Anglada Camarasa. De aquí vamos a la nueva figuración de los 20 con Togores o Julio González. Y acabamos con un homenaje a la célebre exposición de 1956. Una historia de amor cuyos retazos son obras de arte. Y como colofón a esta gran exposición, la Parés ha organizado un ciclo de conciertos de piano para lograr que el viaje en el tiempo sea completo.
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