Ciudad Lineal
Anabolizantes, deseo y agresividad
Antonio Ortiz, obsesionado con su cuerpo, se excitaba tras la ingesta de testosterona
De la obsesión de Antonio Ortiz, el presunto pederasta de Ciudad Lineal, por su cuerpo, es prueba no sólo su afición por el gimnasio y su excesiva musculación sino, además, la gran cantidad de sustancias anabolizantes que la Policía Nacional le incautó cuando fue detenido en Santander a finales de septiembre. Entre sus pertenencias, los agentes hallaron varios blísteres sueltos, 12 cajas y una decena de jeringuillas que utilizaba para inyectarse algunos de los esteroides y demás complementos para hacer crecer el músculo, como la hormona testosterona.
Aunque en un principio el laboratorio policial estudió las drogas halladas en poder de Ortiz para comprobar si alguna de ellas podría haber sido usada para adormecer a las niñas, el análisis de sus principios activos demostró que, al contrario, muchas de ellas provocaban el efecto opuesto a la somnolencia: insomnio. Es decir, se trata de sustancias que no sólo incrementan la masa muscular y aumentan la potencia, mediante el estímulo o sobredosis de hormonas, sino que también provocan nerviosismo y agresividad, entre otros efectos secundarios, como puede ser el incremento del deseo sexual.
Estos medicamentos, que el presunto agresor sexual consumía habitualmente como parte de sus ciclos de anabolizante, provocaron, tal y como reflejaron su madre y su novia Rosa en su declaración policial, que Ortiz ganase unos 6 kilos de peso en el último medio año. Además, como él mismo confiesa a varios de sus familiares y amigos en las conversaciones telefónicas que fueron intervenidas por la Policía, pasaba entre cuatro y cinco horas en el gimnasio, haciendo pesas y nadando. Incluso llegó a confesar a su novia que había hecho la tabla de ejercicios de dos días seguidos en una sola jornada.
Estos hechos, unidos a la circunstancia de que las agresiones tuvieron lugar entre las siete y las ocho de la tarde, hora en la que Antonio Ortiz solía salir del gimnasio –estaba apuntado al menos a dos centros deportivos en la capital y a otro durante su estancia en Santander–, hicieron sospechar a los investigadores de si había una relación entre la obsesión por el ejercicio del sospechoso y las agresiones sexuales. La conjunción de anabolizantes, aumento del deseo y agresividad podrían provocar que, tras un incremento de testosterona, ya fuese por el estímulo deportivo o por ingesta, Ortiz se excitase y se despertase su instinto sexual hacia las menores. Todo ello pese a que el detenido tenía novia y, tal y como también se pudo averiguar de sus conversaciones telefónicas, tenía frecuentes relaciones sexuales con ella –hasta el punto de aprovechar un viaje relámpago a Madrid para tener sexo de madrugada–, y se jactó de haberse acostado con una mujer en la capital cántabra.
✕
Accede a tu cuenta para comentar