Ayuntamiento de Madrid
Campamento indigente bajo el Viaducto de Segovia
Dos indigentes se han asentado en los bajos del viaducto con tiendas de campaña, hornillos, mesas, sillas y cartones. Los vecinos se quejan del mal olor y aseguran que tienen miedo de pasar por esta histórica zona
Dos indigentes se han asentado en los bajos del viaducto con tiendas de campaña, hornillos, mesas, sillas y cartones. Los vecinos se quejan del mal olor y aseguran que tienen miedo de pasar por esta histórica zona.
La calle de Bailén, junto al Palacio Real y La Almudena, es una de las zonas históricas más agradables de la ciudad: situada en pleno centro tiene además abundantes zonas verdes y monumentos, que la convierten en un enclave singular. Son muchos los madrileños que se trasladarían a esta zona con los ojos cerrados. Sin embargo, desde hace unas semanas el vecindario cuenta con unos nuevos habitantes cuyo asentamiento cada día es más «sofisticado». Al final de una de las escaleras que comunican el Viaducto de Segovia con la calle Bailén, bajo uno de los arcos del famoso puente, residen dos hombres con sendas tiendas de campaña, mesas, sillas, tendederos, muebles, elementos para cocinar y cartones, que dan forma a este campamento urbano situado en pleno barrio de Palacio.
Los responsables de la taberna Rayuela, situada justo encima del puente, reconocen que por ahora la convivencia con ellos no ha sido conflictiva, pero aseguran que «como son gente sin oficio ni beneficio, tarde o temprano necesitarán comida y vendrán al bar». Javier, dueño del bar Star Beers, también pegado al viaducto, asegura que la zona que ocupan los dos individuos «está llena de excrementos», debido a que «hacen sus necesidades al lado de donde duermen»; una situación que provoca que, según este empresario, «los olores en la zona sean insoportables». Es por esto que afirma que, en la medida de lo posible, trata de evitar pasar por allí y extrema las precauciones cuando pasea por las escaleras del viaducto, especialmente, dice, si va acompañado de sus dos hijas pequeñas.
Algo parecido les pasa a Carmen y Josefa, dos mujeres que rondan los setenta años y que se han visto obligadas a modificar su rutina. Aunque no son vecinas del barrio explican que les «encanta pasear por aquí». Antes de que se instalara este campamento indigente caminaban «por arriba y por abajo» del viaducto todos los días, pero «desde que esta gente empezó a poner las tiendas de campaña sólo nos atrevemos a pasear por la parte superior del puente». Además, reconocen que desde hace tiempo sienten «miedo a bajar por las escaleras», un temor que se agranda «sobre todo de noche cuando no sabes lo que te puedes encontrar», remarcó Carmen.
La situación no parece estar cerca de resolverse y es que, aunque en 2009 el Ayuntamiento de Madrid instaló unas rejas de casi tres metros de alto en los arcos del viaducto, los indigentes siguen aposentándose allí. «Estamos acostumbrados a que venga gente por la noche y algún indigente de forma esporádica, pero esto es un campamento en toda regla», se queja Rocío, cuya casa linda con la problemática escalera. La Policía Municipal también ha acudido en varias ocasiones a desalojar a estos individuos, pero parece que en este caso los indigentes siempre vuelven a montar su campamento.
Se debe señalar que el barrio de Palacio es una de las zonas más caras para vivir de la ciudad. En el cuadrado formado por la ronda de Segovia, la calle Mayor, la plaza de los Carros y la calle Algeciras, –en medio de las cuales está el viaducto– el precio medio del metro cuadrado es de 3.942 euros, una cifra que está más de mil euros por encima de la media de la capital.
Por ahora, explican los vecinos de la zona, «al menos» no ha habido incidentes. Javier Palacios lleva más de diez años en el barrio y explica que «no dan problemas, hacen su vida en su campamento». Asimismo, este vecino denuncia el hecho de que estos indigentes estén bajo los arcos del viaducto cuando en el mismo barrio hay colegio mayor abandonado con más de 4.000 camas vacías, así como albergues en los que podrían dormir. En la misma línea se expresan Jorge y Eva, un matrimonio que lleva tres lustros residiendo en la zona. «Es un problema endémico del barrio, se van unos indigentes y llegan otros. Lo que se está degradando es la sociedad al permitir que haya gente en estas condiciones», sentencian.
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