Asuntos sociales
Justicia para Ángel por la sinusitis que le dejó con una discapacidad del 83%
La familia del joven, que fue víctima de un diagnóstico inadecuado cuando tenía ocho años que le dejó postrado, sin habla, y sin apenas recuerdos, acampa en los juzgados de Colmenar para exigir la reapertura de su caso.
La familia del joven, que fue víctima de un diagnóstico inadecuado cuando tenía ocho años que le dejó postrado, sin habla, y sin apenas recuerdos, acampa en los juzgados de Colmenar para exigir la reapertura de su caso.
La vida de Ángel Basilio, de 16 años, es la historia de una «negligencia médica que le dejó con un 83% de minusvalía». Así explican sus padres la historia de un niño que nunca volverá a ser el que fue y la de un proceso judicial que se eterniza. El primer capítulo tuvo lugar en 2010, cuando lo que los médicos no supieron diagnosticar como sinusitis terminó en «una infección de alta agresividad» que afectó al cerebro de Ángel y que le causó la minusvalía. El penúltimo se producirá en los próximos días: Carlos Sardinero, el abogado de la familia, presentará un recurso contra el archivo del proceso penal que inició la familia de Ángel tras la operación. Además, desde hace unos días, Salobrar de Matías, la madre del chaval, acampa frente a los juzgados de Colmenar para pedir «justicia para Ángel».
La primera parte de la historia que ha llevado a Salobrar a acudir día sí y día también a las puertas del juzgado la cuenta ella misma: «Mi hijo era un niño normal, despierto e inteligente», explica. «Cuando tenía siete años tuvo una sinusitis, le llevamos al centro de salud de Manzanares –la localidad en la que residen– y estuvimos un año tratándole con antibióticos». Ahí empezó el calvario. «La cosa no mejoró, incluso perdió el conocimiento», continúa la abnegada madre, «después le llevamos al Hospital de La Paz y le hicieron un TAC, los médicos dijeron que los resultados eran normales, pero la realidad es que en las imágenes se reconoce que es un TAC patológico que se sale de la normalidad», explica. Con estos resultados en la mano, señala Salobrar, el chico no fue operado hasta un mes después. Demasiado tarde. Cuando Ángel entró en el quirófano la infección ya estaba dentro de su cerebro y había afectado a sus huesos. Así, «como consecuencia de una cadena de errores y negligencias, mi hijo terminó con un 83% de minusvalía», concluye Salobrar de Matías.
La segunda etapa del vía crucis comenzó cuando Ángel volvió a casa. «Es como una persona de 90 años, no habla, no puede valerse por sí mismo, tiene miedo de todo el mundo, no nos reconoce, es durísimo ver cómo ha cambiado mi hijo», señala Salobrar, que asegura que ahora ella, su marido, y Rubén, el hermano menor del chico, viven «un drama humano» cada día. En la misma línea se expresa Carmen Flores, la Presidenta del Defensor del Paciente: «Ángel es como si fuera un niño autista, pero tiene la fuerza de un adulto y a veces, cuando no reconoce a su familia o cuando tiene miedo les ataca con muchísima fuerza». Por eso Flores estima que «la familia ha de tener ayuda, necesitan a una persona que esté con él todos los días, pero no pueden permitírselo». «La Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid debería reconocer su fallo, evitar todo el proceso legal y tratar de compensar el daño hecho a la familia pero no están muy por la labor».
Y es que a la minusvalía de Ángel se une el farragoso proceso legal que se inició en el momento en el que pusieron la primera denuncia contra los médicos que le trataron. Carlos Sardinero, el abogado que lleva el caso, relata así los principales hitos del camino: «Después de la operación, la familia, representada por otro abogado, presenta una denuncia que es archivada», subraya Sardinero. «Posteriormente, para frenar el archivo, hacen un recurso de apelación que vuelve a ser archivado y presentan un recurso contencioso administrativo con algunos defectos de forma». Cuando Sardinero toma el caso hay un vuelco: «Recopilamos nuevos informes, de expertos renombrados y esto nos da pie para presentar un escrito, apoyado en los nuevos informes, para reabrir el caso penal», asevera. «La petición es archivada, y ahora presentamos el recurso de apelación contra este archivo».
Sardinero se muestra escéptico con las posibilidades de que la vía penal prospere en el caso de Ángel. «Es difícil conseguir una condena por vía penal en un caso así», además, el Servicio Madrileño de Salud se está cubriendo las espaldas todo lo que puede: «Cuando nosotros presentamos un informe de un neurólogo renombrado que apoyaba la teoría de la negligencia el servicio de salud pidió otro ad hoc que le fuera favorable», explica Sardinero. «Lo normal es que actúen con un solo informe, por eso nos preocupa y nos escama que hayan pedido otro», remacha el letrado que cree que «independientemente de la indemnización que habría que pagar a la familia, en un servicio sanitario público, debe primar la protección de la víctima».
Aún así, ni el abogado ni la familia pierden la esperanza. En el aspecto legal Sardinero matiza que «si el caso no prospera por vía penal podemos acudir a la vía civil o a la contenciosa, nos es indiferente, la familia no quiere dinero, quiere justicia»; sentencia. Independientemente del resultado del proceso penal, Salobrar seguirá acudiendo día tras día al juzgado de Colmenar: «No vengo a pedir limosna, ni a dar pena, yo quiero justicia para Ángel», explica con la voz quebrada pero llena de determinación.
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