Madrid

Las dos caras del Madrid feminista

Los piquetes intentaron cerrar comercios y boicotear las clases en la Universidad. Tampoco los cortes de tráfico y el retraso en el transporte lograron parar la ciudad ni su multitudinaria marcha

Los piquetes intentaron cerrar comercios del centro, mientras que en el mercado de San Miguel no hubo huelga y reinó la normalidad.
Los piquetes intentaron cerrar comercios del centro, mientras que en el mercado de San Miguel no hubo huelga y reinó la normalidad.larazon

Los piquetes intentaron cerrar comercios y boicotear las clases en la Universidad. Tampoco los cortes de tráfico y el retraso en el transporte lograron parar la ciudad ni su multitudinaria marcha.

Madrid estaba preparada para celebrar el Día de la Mujer Trabajadora más reivindicativo y salvo algunas excepciones, las 12 manifestaciones y 118 concentraciones feministas –a las que se sumaron al menos otras 15 no cumunicadas– apenas alteraron la actividad diaria de la ciudad. Los sindicatos CC OO y UGT celebraron el «gran éxito» de una jornada en la que las grandes centrales sindicales llamaban a hacer paros parciales, que aseguraron que se secundaron en más del 80 por ciento de los centros de trabajo; mientras que los movimientos feministas, apoyados por CGT y CNT, promovían la huelga general entre las madrileñas.

La ciudad se levantó «feminizada» gracias a varias estatuas decoradas con delantales y fregonas. Los solemnes portes de Federico García Lorca, Arturo Soria, James Cook, Luis Miguel Dominguín y Agustín Lara, entre muchos otros, se sumaron así a la jornada en la que el morado pudo verse en pancartas, pegatinas, banderines e incluso en la vestimenta elegida por buena parte de las mujeres que, acudieran o no a las concentraciones, se solidarizaron con las reivindicaciones desde el color feminista por excelencia.

El día, calificado como «histórico» por los convocantes, tuvo algunos puntos calientes. En el centro de la ciudad y, en concreto las tiendas más comerciales, fueron objeto de piquetes contrarios a la libertad y el derecho al trabajo de quienes optaron por no parar. Huelguistas del sindicato CGT recorrieron varias calles con megáfonos y banderas entrando en los establecimientos más populares para pedir a las mujeres que estaban detrás de las cajas que se sumaran a la protesta feminista, y a las que compraban que dejaran de hacerlo y se alinearan con la huelga de consumo. En muchos de los casos tuvieron que ser desalojados de las tiendas por el personal de seguridad o la Policía, ante lo cual no dudaron en alborotar e incluso intentar cerrar las rejas de los accesos a los establecimientos. A esto se añadieron cortes de tráfico por las manifestaciones, más atascos de lo habitual en la zona centro, desvío de líneas de EMT y esperas en las estaciones de Metro, Bus y Cercanías, puesto que sus sindicatos también secundaron la huelga.

La universidad fue, una vez más, escenario de altercados. El campus de Ciudad Universitaria de la Complutense amaneció con cuatro contenedores quemados y varias pintadas por las que la Policía identificó a tres personas. Tanto en Ciudad Universitaria como en Somosaguas, los piquetes trataron de cerrar sus accesos e intentaron evitar que los pocos alumnos que acudieron a las aulas dieran clase produciéndose varios enfrentamientos entre estudiantes; además, en la Autónoma también hubo concentraciones, en las que algunos de los participantes se llegaron a subir a edificios y encendieron bengalas de colores. CC OO cifró el seguimiento de los paros en las universidades públicas en un 65 por ciento, lo que llevó a parar la actividad académica.

En el caso de los colegios e institutos la normalidad fue absoluta. Sólo en los cursos más altos se notaron los paros, que llegaron a secudarse, según este mismo sindicato, por el 90 por ciento de las alumnas de Secundaria y Bachillerato.

Escenarios tan emblemáticos de Madrid como el Teatro Real también se vieron obligados a modificar sus planes por la huelga. Unos minutos antes de la función, la sala avisó a los espectadores de que tendría que ofrecer una versión concierto de la ópera «Aída» por no disponer de personal técnico suficiente debido al seguimiento de la huelga o de los paros parciales de parte de su plantilla. El Real se comprometió a devolver el importe de la entrada a todos los asistentes que renunciaron a la versión concierto que ofreció el maestro Nicola Luisotti, los cantantes solistas y la orquesta y el coro titular del teatro.

Pintadas «pro aborto»

La iglesia del Espíritu Santo de la calle Serrano amaneció con pintadas en color morado a favor del aborto libre y con expresiones como «Fuera rosarios de nuestros ovarios», junto a varias cerraduras cubiertas de silicona. «Aborto Sí» y «Aborto libre gratuito», junto con varios símbolos y una mención al 8-M en uno de los laterales de las puertas fueron otras de las proclamas escritas en su fachada. La iglesia de San Cristóbal de Rivas-Vaciamadrid también fue objeto de las más radicales. En su fachada aparecieron dos pintadas: «Igualdad y respeto» y «La Virgen también iría», en referencia a unas declaraciones que el Cardenal Osoro hizo a favor de la movilización de la huelga feminista. Desde el Arzobispado de Madrid se envió ayer un comunicado en el que manifiestó «su dolor y su enérgica repulsa por este tipo de actos que quiebran la convivencia en la sociedad».

A las concentraciones de la mañana, cuya asistencia fue cifrada por Delegación de Gobierno en 12.000 asistentes –entre Puerta del Sol, Cibeles, Callao y Lavapiés– se sumó, como cada 8 de marzo, un acto principal que se celebró por la tarde con una multitudinaria concentración que este año amplió el recorrido. Salió a las siete de la tarde de Atocha y llegó hasta Plaza de España, donde se leyó un manifiesto.

A mitad de tarde, los trenes de la línea 1 de Metro tuvieron que dejar de parar en la estación de Atocha debido a la gran cantidad de personas que se aglutinaban para asistir al acto central del 8-M, que arrancaba desde este punto, y que, según Delegación de Gobierno, superó los 170.000 asistentes.