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«No hemos podido recuperar de nuestras casas ni el amor propio»
Vieron caer ante sus ojos la casa que llevan años pagando o que habían heredado de sus padres, o a la que acababan de mudarse en alquiler. De madrugada, muchos en pijama, abandonaron el inmueble y pocos minutos después de las nueve, una parte del edificio se vino abajo como si lo hubieran cortado por la mitad. Quedaba al descubierto, por ejemplo, la imagen de ropa asomando por el tambor de una lavadora como símbolo de la rutina que se paró de pronto. «No he podido recuperar ni mi amor propio», reconocía uno de ellos, tras más de once años bajo ese techo. Conforme pasaban las horas, sin embargo, la zona cero del derrumbre tuvo algo de catártica para los vecinos. Del desconsuelo y las crisis de ansiedad se pasó al desahogo de relatar a los medios su pesadilla. Y los abrazos de primera hora se transformaron, ya casi a la hora de comer, en pequeñas bromas entre familiares y conocidos, quizá porque comenzaban a ser conscientes de que habían salvado lo más importante. Según su relato, quince minutos antes de las cuatro comenzó todo. «Creía que era un granizo gordo», apuntó un vecino. Otro pensaba que algunos azulejos del baño se había caído. «Yo en cuanto vi las grietas en el pasillo, sólo pensé en recoger el bolso y a mis perros», comentaba una afectada. Aún nerviosos por su huída contra reloj contaron que «los vecinos de la primera y la segunda planta del bloque derrumbado se han juntado en una cocina hasta que los bomberos los han sacado por las ventanas, ya que las puertas estaban encajadas».
De momento, 33 personas fueron ayer alojadas en un hotel cercano al estadio Vicente Calderón. El resto, a la espera de los pisos sociales que pondrá a su disposición el consistorio, ha pasado esta noche en casas de familiares. Entre muchos de ellos, las explicaciones en torno a las grietas del bajo no terminaban de convencer. «Hemos pasado la inspección y hace un mes, en la reunión de la comunidad, se ha hablado de las grietas que había en la vivienda de una vecina, y es evidente que alguien deberá responsabilizarse de lo sucedido», comentaban en los corrillos. En esas conversaciones también se mostraban de acuerdo en la necesidad de estar unidos. «Por el mes de mayo descubrieron que una grieta había movido un tabique de una casa. Por esta razón acudieron a la vivienda dos arquitectos, quienes aseguraron que estudiarían el caso», añadían. «Sí es verdad que había esas grietas en una casa, pero nunca me podría haber imaginado que algo así fuera a pasar», apuntaba otra vecina. Sobre los indicios que apuntan a los problemas en los pilares de hormigón en un local del bajo, los más jóvenes no recuerdan haberlo visto abierto: «Si tengo 31 años, pues por lo menos lleva 31 años cerrado». Las más veteranas no se terminaban de poner de acuerdo en torno a si el local en el que se fraguó el derrumbe es el que hace décadas fue sede de la Seguridad Social o el que albergó un salón de bodas. Muy agradecidos y confortados por la visita que a primera hora de la mañana realizó Carmena, todos confían en que la solución prometida llegará pronto: «Es importante que vayamos todos a la reunión y nos vean juntos y si nos abandonan, tenemos que armarla y armarla». La inquietud también afectaba a los vecinos del número 7. Ellos podrán volver a sus casas, pero el miedo es inevitable. «Parece ser que va a aguantar. Los bomberos nos han contado que el edificio, estructuralmente, no está dañado».
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