Ayuntamiento de Madrid
¿Pueden las Fiestas de La Paloma salir del centro?
La Asociación de Vecinos Cavas-La Latina pide al Ayuntamiento trasladar la verbena a Madrid Río. Se quejan de que cada año hay más ruido y suciedad porque han aumentado el espacio, el horario y los días de celebración.
La Asociación de Vecinos Cavas-La Latina pide al Ayuntamiento trasladar la verbena a Madrid Río. Se quejan de que cada año hay más ruido y suciedad porque han aumentado el espacio, el horario y los días de celebración.
La Asociación de vecinos Cavas-La Latina ha decidido abandonar la comisión que cada año organiza las fiestas más populares de Madrid: las de la Virgen de La Paloma de agosto. Las calles de La Latina (barrio Palacio) se convierten en una gran verbena con la que se cierran las fiestas más castizas de la capital, que empiezan a principios de agosto con San Cayetano, en Embajadores, continúan con la de San Lorenzo en Lavapiés y culminan con la procesión de la Virgen de la Paloma y la tradicional bajada de su imagen por parte de un miembro del Cuerpo de Bomberos de Madrid.
Por primera vez en años, la asociación de vecinos del barrio no quiere saber nada de los festejos: «Nos negamos a ser cómplices de unas fiestas absolutamente insostenibles para los residentes, que vemos cómo se han desvirtuado sus orígenes», explica Saturnino Vera, presidente de la Asociación Cavas- La Latina.
Se quejan de que desde que Ahora Madrid gobierna en la ciudad ha aumentado la «permisividad hacia la industria y el consumo de alcohol», frente a las actividades más populares y tradicionales. Aunque llevan años quejándose del ruido y de la «pasividad» del Ayuntamiento ante el «continuo incumplimiento de las ordenanzas» por parte de los bares de la zona y ante las quejas de los residentes, el desencadenante se produjo la semana pasada. Se celebraba en el Distrito Centro un pleno extraordinario en el que debían tratarse las alegaciones de varias asociaciones a la ordenanza que gestiona las ferias y festejos populares y de nuevo, los concejales del Gobierno de Manuela Carmena desestimaron las alegaciones de esta asociación, lo que les ha llevado a abandonar la comisión de las fiestas de su barrio: «Dentro de la comisión estamos los residentes que acogemos las fiestas patronales y los hosteleros que se benefician de ellas, el favoritismo hacia estos últimos es constante», explica el vicepresidente de la asociación, Íñigo Gaya.
Estos vecinos pidieron la reducción de los espacios en los que se celebra la verbena, ya que, según explican crecen cada año y cada vez hay más bares en los alrededores de las calles cerradas para las fiestas que se apuntan y dispensan alcohol que luego se bebe en la calle con la aquiescencia del Ayuntamiento: «Hace dos años se incorporó el Campo de la Cebada y el año pasado Cava Baja», afirma indignado Gaya. Y este agosto, estas dos zonas seguirán formando parte del «recinto ferial» y a ellas se unirá este año la Plaza del General Vara de Rey que contará con un escenario y casetas.
«La zona de Cava Baja cuenta aproximadamente con 52 bares sobre los que vive gente. Hace diez años el Ayuntamiento la incorporó para acoger las fiestas patronales, pero al año siguiente la quito porque se dieron cuenta de que había sido un desastre», explica Saturnino Vera. Sin embargo, según cuenta Vera, el año pasado el equipo de Carmena tuvo la idea de que volviera a acoger las fiestas. «No entendemos que se les “premie” así, porque precisamente los bares de esta zona son los que más incumplen cada fin de semana la normativa de cierres y de ruido», porque, según afirman desde esta asociación, intentan prolongar la fiesta todo lo posible, y «sólo paran» cuando la Policía y el número de decibelios ya es superior al permitido.
A los vecinos les ha llamado también la atención que en este mismo pleno, sí se estimaran las alegaciones de la plataforma Maravillas que organiza las fiestas del Dos de Mayo en la capital para la reducción del recinto ferial de estas fiestas en las que se conmemora el levantamiento popular de 1808.
Junto a la ampliación del espacio dedicado a los festejos, los vecinos se quejan también del tiempo: «Nuestros reproches no sólo no han sido atendidos por el concejal de Centro, Jorge Castaño, sino que, además Ahora Madrid ha incrementado el número de días dedicados a la celebración de las fiestas patronales de cuatro que habíamos conseguido reducir con el PP a cinco», indicó Vera.
Esta asociación, que lleva años luchando contra el ruido que generan los bares de la zona y su falta de control, ha llegado a pedir incluso al Ayuntamiento que saque las fiestas del casco histórico de la capital, que debido a la llamada «trilogía de las verbenas», en referencia a San Cayetano, San Lorenzo y La Paloma, acoge sin descanso durante la primera quincena de agosto conciertos, espectáculos y puestos de comida y bebida en sus calles, que quedan cerradas al tráfico para mayor disfrute de los turistas y madrileños que no dejan la ciudad en agosto.
«Hemos pedido que las fiestas de La Paloma se realicen en la zona de Madrid Río o en la Avenida de Atenas, donde por la configuración de los espacios afectarían menos a los vecinos, pero el Ayuntamiento ha alegado que no se puede hacer puesto que se estropearían las zonas ajardinadas», explica esta asociación. «No entendemos esta respuesta puesto que Las Vistillas, donde se celebra La Paloma, es un jardín, pero parece que no importa si se daña...», se queja su presidente. Alegan que aparte del ruido, las fiestas generan otros problemas en el Centro de la ciudad, como el de la movilidad: «La circulación queda cortada, con lo que los vecinos no pueden acceder a sus garajes». Y añaden, «en el caso de emergencia, los vehículos de urgencia pueden tener dificultad para acceder debido a que las mesas están montadas en mitad de la calle». Ante la rotunda negativa a que las fiestas más castizas de Madrid salgan del centro, piden «que se hagan donde se han hecho siempre: en la Plaza de la Paja, en la calle de la Paloma, en la calle de Calatrava , en la Carrera de San Francisco y en la Gran Vía de San Francisco».
Aseguran que su exposición al ruido es constante durante todo el año, pero también confiesan que los días de fiestas no duermen en sus casas. «Es imposible dormir, tenemos que tener todo cerrado en pleno agosto. Hemos tenido que poner acristalamientos especiales con nuestro dinero. Tener que gastarte un dineral para que otros de diviertan no es normal», dicen. A esto se une el olor y la basura que conlleva que la gente beba en la calle, «aunque los servicios de limpieza lavan las calles con agua y jabón, el olor permanece durante semanas», añaden.
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