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Estados Unidos

«Los becarios»: Happy Google

Dirección: Shawn Levy. Guión: Vince Vaughn, Jared Stern. Intérpretes: Vince Vaughn, Owen Wilson, Rose Byrne, Josh Brener. Estados Unidos, 2013 . Duración: 119 minutos. Comedia.

«Los becarios»: Happy Google
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El motor de búsqueda más famoso del mundo está de enhorabuena porque ya tiene película; bueno, seamos sinceros, casi un mega-reportaje a lo bestia.

El motor de búsqueda más famoso del mundo está de enhorabuena porque ya tiene película; bueno, seamos sinceros, casi un mega-reportaje a lo bestia. Lo protagoniza una pareja cómica de altura, Owen Wilson y Vince Vaughn (su metro noventa y tanto ayuda lo suyo) y cuenta la historia de dos vendedores recién despedidos por culpa de los avances digitales que deciden, no sin dedicarle un par de minutos al tema, presentarse como aspirantes a becarios en Google, aunque para ello deban desbancar antes a un tropel de brillantes estudiantes universitarios. Los dos maduros bichos raros caminan al principio por las instalaciones de la empresa igual que sendos elefantes en una cacharrería, aunque, al final, por si alguien tenía dudas, consiguen demostrarles al mundo que de obsoletos no tienen nada, y hasta el amor toca a la puerta (en una forzada subtrama paralela) mientras el chico malo de turno intenta fastidiarles la fiesta llamándoles carrozas y otras lindezas. Shawn Levy («Una noche en el museo», «Doce en casa», «La pantera rosa», «Acero puro», de ahí no pasa) sabe manejar el cotarro e imprimir el ritmo correcto y conoce la razón de ser de este simpático filme, una comedia ligera que en ocasiones apunta hacia la mala leche y exhibe unas estimulantes formas más irónicas y ácidas, aunque ése no termine nunca de ser el camino a seguir, de la que la imagen corporativa de Google sale, qué digo robustecida, absolutamente magnificada a parte de ciertos palitos puntuales. Ya saben, parados cuarentones del mundo sin pajolera idea de internet pero con ganas de evolucionar y seguir vivos en el mercado: si se esfuerzan y atienden en clase, la todopoderosa empresa, o cualquiera, siempre les ofrecerá un huequecito. Ojalá fuera cierto. En el fondo, y si lo piensan un poco, es para echarse a llorar.