Teatro

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Los exiliados llegan de Bruselas

La actriz Viviane de Muynck, en una escena de «Ghost Road»
La actriz Viviane de Muynck, en una escena de «Ghost Road»larazon

Fabrice Murgia (Verviers, Bélgica, 1983) atiende el teléfono en un español bastante correcto. Hijo de padre italiano y madre española –ambos emigrantes en Bélgica, aunque su abuela sigue viviendo cerca de Córdoba–, para el director de escena el estreno en los Teatros del Canal de «Exils» y «Ghost Road», ambas obras dentro del Festival de Otoño en Primavera, supone su debut en nuestro país, que es el de sus ancestros (precedido por su paso con «Ghost Road» por el Festival Temporada Alta el pasado noviembre). «Es una parte de mí que se encuentra con la realidad también», dice de este debut español. En «Exils» (hoy, mañana y el domingo), Murgia y su compañía, Artara, coproducen con el Teatre National Bruxelles, donde es director asociado, una historia de inmigrantes en Europa, interpretada en francés y wólof, la lengua de Senegal. «Ghost Road», por su parte (23 al 25 de mayo), es un viaje musical, con textos en francés, español, flamenco, alemán e inglés, en colaboración con el compositor Dominique Pauwels, a una ciudad abandonada en EE UU. Está protagonizada por una única actriz, Viviane de Muynck, y una cantante, Jacqueline Van Quaille, y producida por la compañía LOD Music Theatre, junto a la Cie. Artara.

«En los dos espectáculos está la cuestión del exilio en la vida de los personajes –explica el director–. En "Exils"hablamos de exilios interiores; en "Ghost Road", de exiliados espaciales, alguien que elige vivir en el desierto». El primero transcurre en la Europa que cierra sus puertas a la inmigración; el segundo, en los pueblos fantasma del medio oeste norteamericano. «Me fui tan lejos porque hay que hacerlo para respirar y saber qué queremos hacer», cuenta sobre su particular «road movie». «Yo quería ir ahí para hablar de antihéroes. Es el país en el que todo es posible, pero en el que también se da una crueldad económica terrible». Un retrato social no exento de denuncia hacia el modelo sociopolítico que nos rige en Occidente: «En "Ghost Road"hay una crítica a la imposibilidad de desaparecer en nuestro mundo. Y en "Exils", una denuncia política muy fuerte. Yo trabajo en una escuela de Senegal, y en el montaje hay un actor que procede de allí. En la obra me rebelo contra el hecho de que el hombre es capaz de alcanzar la Luna pero los africanos no pueden venir a Europa. En Melilla y en Lampedussa aún hay barreras. Eso es algo que no entiendo, un punto en el que Europa no es aún democrática». Murgia explica que el carácter de Bruselas es multicultural. «Es la capital de Europa, en la que el idioma que más se habla es el inglés y a donde llegan muchas personas a trabajar. Pero hay también una inmigración ilegal, y "centros cerrados", en los que detiene a personas sin papeles. Las condiciones allí no son buenas y se producen además expulsiones. En los años 90, los policías mataron a una chica, Semira [habla del caso de Semira Adamu, en 1998], al tratar de expulsarla. Ésa es una historia que me marcó».

Pese a los numerosos idiomas en que ambas obras transcurren, Murgia aclara que «la lengua no es importante en mis obras: es un teatro muy visual». Proyecciones, ordenadores, juegos audiovisuales, cámaras en directo... «es una mezcla entre el teatro, el cine y las artes plásticas», cuenta el director. Tanto es así que en «Ghost Road» se proyecta, durante media hora, una película, trasladando al espectador a otro lenguaje sin salir de la sala. «Nunca pienso en poner un vídeo porque sí –matiza–. Para mí no se trata de parte de la escenografía, sino de la escritura misma. Cuando empleo vídeos lo hago porque son las armas de mi generación y el medio que tengo para comunicarme». Por eso, añade, Facebook y otras redes sociales le sirven para construir «una escritura que le habla a la gente que tiene mi edad, la de los actores». Y cita al veterano director Claude Régy para defender su idea del teatro: «Es el último lugar en el que hay gente enfrente de gente. Por eso "Exils"es una obra de teatro y no una película, y por eso "Ghost Road"no es un documental».

Historias no lineales

Pese a lo tecnológico de sus propuestas, Murgia se distancia de la estela de Robert Lepage: «Hago un teatro en el que la historia no es lineal: son escenas que se confrontan en un universo. Lo más importante para mí, cuando empiezo una creación, es saber en qué universo se va a desarrollar, conocer el color del cielo. Mi obra es como la fotografía de un momento de una historia. El espectáculo transcurre en la cabeza del espectador. Si quisiera decir una cosa, la diría, no haría teatro». En ese sentido, más que a las del contador de historias Lepage, Murgia dice sentirse cercano a propuestas de directores más crípticos y simbolistas como David Lynch, en cine, y Romeo Castellucci, en teatro. Aunque se cuele entre sus referentes Alejandro Amenábar.

El director belga trabaja habitualmente con los mismos actores, un grupo de diez personas a las que se unen una o dos ocasionales. Pero en «Ghost Road» ha contado por primera vez con Viviane de Muynck, actriz que escapa al canon de belleza asumido. «Es el fantasma que quería para este montaje», dice con satisfacción. «Era importante que fuera mayor que yo. Viajamos a EE UU, a ciudades fantasma en Nevada y Texas, y ahí encontramos gente de la edad de Vivianne, que nos hablaron de la muerte, de la vida, de por qué estaban allí. Incluso personas más viejas que Vivianne, con reflexiones sobre la muerte más cercanas que la suya. Para mí esta confrontación fue muy rica e interesante».