Lotería

En el interior del Teatro Real: 22 días de espera para conseguir el mejor asiento en el Sorteo de Navidad

Más de 300 personas se quedan a las puertas del "gran día" de la lotería, mientras las cafeterías de alrededor del Real les dan chocolate con churros para "ahogar" las penas.

Sorteo de la lotería de Navidad @Gonzalo Pérez Mata
Momento en el que los números son introducidos en el bomboGonzalo Pérez Mata Fotógrafos

Primer domingo de las vacaciones navideñas. Siete de la mañana y el termómetro rozando los cero grados. Aunque las condiciones parecían adversas, los alrededores del Teatro Real mostraban lo contrario. Un millar de personas hacían cola, ansiosas por conseguir un asiento en el sorteo más esperado del año, el verdadero pistoletazo de salida de la Navidad. Nadie quería perderse a los niños de San Ildefonso cantando El Gordo. Entre los primeros en entrar, como cada año, estaban el “Papa”, el “Obispo”, el “Quijote” y otros tantos que, ataviados con llamativos disfraces, llevaban días esperando que las puertas se abrieran. “Llevo aquí desde el 1 de diciembre”, comentaba a este diario Juan Manuel López (alias “El Obispo”), quien se ha convertido en un clásico de esta fiesta del azar patrio. “Hemos arrancado el día con mucha pena porque nos han robado”, decía compungido Jesús (“El Papa”) a LA RAZÓN, quien, por primera vez, había traído a su madre, de 83 años, al sorteo. “Teníamos varias bolsas de ropa y zapatos en el coche para cambiarnos cuando todo concluyera, y nos lo han quitado todo. Llevo 17 años viniendo y nunca nos había pasado nada. Estamos muy tristes”, confesaba, ya a punto de comenzar el sorteo.

"Si nos hubiéramos quedado fuera...."

Fuera, unas 300 personas se quedaban sin plaza en el Real y ahogaban sus penas con chocolate y churros. “Hemos sido las últimas en entrar. Cuando ya estábamos listas para acceder, nos dijeron que solo había plaza para tres y éramos ocho amigas. No nos lo podemos creer. Llegamos ayer a las cinco de la tarde, venimos desde Valladolid. Nuestra ilusión era vivirlo en directo. Empezamos a sortear quién de nosotras entraría, pero, de repente, un señor vino y nos dijo que podíamos pasar. Y justo cuando entramos, cerraron las puertas. ¡Qué emoción!”, cuentan Cris y Sonia, parte de este grupo de biomédicas que esperaban que el número que todas llevaban, el 22516, fuera el afortunado de los cuatro millones de euros. “Desde ayer pensábamos que entraríamos seguro, porque teníamos el número 350 y hay un aforo de unas 500, pero creo que se ha colado mucha gente, porque si no, no me lo explico. Algo ha pasado. Si nos hubiéramos quedado fuera...”, dice Cris, mientras los niños de San Ildefonso siguen con su famoso “mil euros”, una sintonía que luego cuesta sacar de la cabeza.

La voz de Ainhoa

De repente, Sergio Abaga cambia su tono de voz y, entusiasmado, canta el primer gran premio. Un quinto. Son las 9:16 de la mañana. El sorteo arranca con fuerza. El público estalla en júbilo, la gente se levanta, aplaude e, incluso, aquellos que estaban echando una merecida cabezadita tras toda la noche sin dormir, abren los ojos pensando que es El Gordo. Los párpados vuelven a cerrarse. Pero Ainhoa Rosero, la niña de la voz dulce que el año pasado fue una de las sensaciones de los “niños cantores”, comienza a repartir ilusión, sacando el tercero y el cuarto premio. “Muy repartidos”, comenta Álvaro, que ha venido desde Pizarra, Málaga, con sus padres, Encarna y Antonio. Lo viven con pasión. Les llega el turno a Ángela y Aurora, que empiezan con premio, cantando el segundo quinto. “Oye, aquí hay mucho ruido, ¿no? Pensaba que en el Teatro había más silencio. No quiero ni imaginar cómo fue cuando cayó El Gordo entre los asistentes. ¡La gente no pararía de chillar!”, recuerda Álvaro, a la espera de que el que este año alce la voz con el décimo afortunado sea él.