Lotería de Navidad

Ni coches ni viajes: esto es en lo primero en lo que se suelen gastar el dinero los ganadores de la Lotería de Navidad

Un estudio revela que la mayoría de los agraciados con el Gordo de la Lotería de Navidad destinan el premio, antes que a lujos, a una necesidad concreta

Primer premio del sorteo de la lotería de Navidad en el Club Distrito Olímpico
Primer premio del sorteo de la lotería de Navidad en el Club Distrito Olímpico Gonzalo Pérez La Razón

Faltan todavía dos meses, pero ya hay gente que lleva recolectando décimos de Lotería de Navidad desde verano. Cada 22 de diciembre, España se paraliza por unas horas. Los niños de San Ildefonso cantan los números, los décimos se entrecruzan entre familiares, compañeros de trabajo o vecinos, y el país entero comparte un mismo sueño: que esta vez el Gordo caiga cerca. Pero cuando la suerte sonríe y el dinero llega de verdad, la fantasía de coches nuevos y viajes exóticos suele chocar con la realidad.

Pero la vida después del Gordo no siempre se parece a las películas. Las historias de ganadores muestran un patrón que se repite, una especie de guion silencioso que contradice los tópicos. Ni coches deportivos ni viajes de lujo: lo primero que hacen la mayoría de los afortunados es algo mucho más prudente.

¿Qué compra la gente cuando le toca el Gordo de la Lotería de Navidad?

Cuando la euforia se disipa, llega la calma. Los bancos llaman, los amigos preguntan, y los premiados descubren que tener dinero no es lo mismo que saber qué hacer con él. Los psicólogos lo llaman shock de la fortuna repentina: una sensación de vértigo que empuja a la cautela.

Un estudio reciente del comparador financiero iAhorro refleja ese comportamiento con claridad. Según sus datos, más del 50% de los ganadores de la Lotería de Navidad destina el premio a saldar deudas. No se trata solo de hipotecas o préstamos, sino de poner en orden las cuentas pendientes, de “cerrar agujeros” antes de abrir nuevos sueños.

Esa reacción tiene lógica en un país donde la deuda media de los hogares roza los 30.000 euros, según el Banco de España. Para muchos, ganar el Gordo no significa enriquecerse, sino empezar de cero sin la sombra del banco encima.

La segunda gran prioridad también suena familiar: invertir en una vivienda. Ya sea para comprar la primera casa o para ayudar a los hijos a independizarse, el techo propio sigue siendo la aspiración más persistente entre los españoles.

En la encuesta de iAhorro, un 30% de los consultados aseguró que destinaría parte del premio a una casa. “No se trata de lujo, sino de estabilidad”, explican desde la plataforma. Y tiene sentido: la dificultad para acceder a la vivienda, sobre todo entre los menores de 35 años, convierte esa compra en un símbolo de seguridad más que de ostentación.

El resto de los premiados opta por ahorrar o invertir con prudencia. Un informe de la Universidad de Cambridge sobre el comportamiento de ganadores de premios de azar apunta que, tras la euforia inicial, la mayoría busca proteger el dinero. El miedo a perderlo pesa más que el deseo de gastarlo.

Ese impulso se refuerza al descubrir que, tras impuestos, el famoso Gordo no es tan grande como parece. De los 400.000 euros por décimo, el Estado retiene un 20% sobre lo que exceda los 40.000, de modo que el premio neto ronda los 328.000 euros. No es una fortuna inagotable, pero sí suficiente para saldar cuentas y dormir tranquilo.

Otro rasgo común entre los ganadores es la discreción. Pocos quieren aparecer en los informativos sosteniendo el décimo. Muchos prefieren guardar silencio y proteger su intimidad. No solo por seguridad, sino por una razón más sencilla: el dinero cambia las miradas ajenas antes que las propias.

Desde Loterías y Apuestas del Estado recuerdan cada año que el anonimato es un derecho, y que los bancos que gestionan los premios están obligados a respetarlo. De hecho, el consejo más repetido por asesores financieros es simple: no tomar decisiones impulsivas durante los primeros meses y dejar que la emoción se enfríe.

El retrato del ganador de la Lotería de Navidad dista mucho del cliché del nuevo rico. La mayoría no compra yates ni relojes, sino tranquilidad. Paga lo pendiente, asegura su casa y reserva una parte “por si acaso”. El lujo, al final, es poder respirar sin sobresaltos cuando llegue enero.