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Cardiología
“El mayor efecto secundario de los anticoagulantes es no tomarlos“
La fibrilación auricular es una de las causas más frecuentes que pueden generar ictus de gravedad. Para conocer con más detalle las opciones terapéuticas disponibles para prevenirlo, hablamos con el Dr. David Martí Sánchez, Profesor Asociado de Cardiología del Hospital Central de la Defensa en Madrid.
¿Cuál es la relación entre la fibrilación auricular y la aparición de un ictus?
La fibrilación auricular es la arritmia más frecuente, tanto que se estima que más de un millón de personas la padecen en España. Se trata de una dolencia consistente en la pérdida de motilidad de la aurícula que se produce con el envejecimiento del corazón y que causa un latido irregular y no sincronizado en las aurículas del corazón. Como consecuencia, la sangre puede remansarse y formar coágulos que se desprenden y migran a lugares como el cerebro, causando los ictus.
¿La única causa de un ictus es la fibrilación auricular?
No. Los ictus pueden ser generados por otros motivos, como la hipertensión arterial u otras anomalías vasculares, pero los causados por la arritmia son los más graves por la cantidad de coágulo que se produce. Hoy está más que demostrado que son los más mortales e invalidantes, por lo que es fundamental su adecuada prevención.
¿De qué modo se pueden prevenir?
Afortunadamente, tenemos herramientas como los anticoagulantes, que son capaces de prevenir más de 3 de cada 4 ictus. Desde hace décadas hemos usado los antagonistas de la vitamina K, que son eficaces y por supuesto mejor que no tomar un tratamiento. Sin embargo, desde hace más de diez años disponemos de los anticoagulantes orales directos, que ofrecen grandes ventajas en términos de eficacia y seguridad.
Los anticoagulantes directos son conocidos por los pacientes por su comodidad, pero para los médicos aportan dos cosas fundamentales: eficacia y seguridad. Eficacia porque los datos reflejan un menor número de ictus; seguridad porque se han reducido las hemorragias cerebrales que en ocasiones –raras pero catastróficas– podían causar los antagonistas de la vitamina K y que hoy por hoy son prácticamente anecdóticas. Para que se haga una idea, hoy estamos anticoagulando a personas de 90 años, que son las que más riesgo tienen de ictus, con un riesgo verdaderamente bajo de hemorragia intracraneal de menos de 1 punto porcentual al año.
¿Qué aspectos son los que considera importantes en materia de seguridad?
Los anticoagulantes directos son más seguros por diversos motivos. En primer lugar, su efecto farmacológico es más dirigido, algo que parece tener relación con el menor sangrado cerebral que comentaba antes. En segundo lugar, estos fármacos tienen muchas menos incompatibilidades con comidas u otros medicamentos, con lo que sus efectos son más estables y predecibles. Además, en algunos casos se toman una vez al día, lo que puede simplificar las tomas y facilitar la adherencia. No hay que olvidar que el mayor efecto secundario de estas pastillas es no tomarlas.
¿Por qué es importante la adherencia?
La adherencia es un aspecto fundamental con cualquier medicina, pero aún más en el caso particular de los anticoagulantes. La principal necesidad de generar adherencia al tratamiento es prevenir una patología tan catastrófica como el ictus, pero es que se ha comprobado que suspender las tomas puede favorecer un efecto rebote, y que tomarlas de forma desordenada conduce a fluctuaciones en su efecto, con riesgo tanto de trombosis como de sangrados.
Existen estudios que han demostrado una relación bidireccional entre adherencia e ictus, de forma que se ha observado menos ictus cuando se tomaban bien las pastillas, y más episodios cuando fallaban la adherencia (total de días) o la persistencia (total de días de forma continua). Las sociedades científicas dan una enorme relevancia a la adherencia e incluyen en los documentos un apartado específico de recomendaciones para mejorarla, como el trabajo con el paciente y su entorno o el uso de sistemas de dispensación o de herramientas digitales como alarmas.
La mayoría de estos pacientes con FA tienen otras patologías y toman ya un elevado número de fármacos. ¿Cómo cree que podría influir la preferencia de los pacientes a la adherencia al tratamiento?
En efecto, los pacientes que atendemos cada vez son mayores y tienen más enfermedades. Por otra parte, afortunadamente tenemos opciones más seguras que nos permiten tratar a pacientes que antes no se trataban, aunque eso aumenta el número de pastillas. En este apartado, es esencial que el médico identifique qué pastillas ayudan de verdad al paciente, y no hay duda de que los anticoagulantes son unas de ellas. Debemos ser capaces de ofrecer una información detallada al paciente para que entienda su patología y respalde la necesidad del tratamiento.
Y por último es útil conocer bien las diversas opciones disponibles y tener una voluntad de simplificar el tratamiento al paciente, ya que con eso estaremos mejorando el cumplimiento y los resultados en salud.
¿Qué consejo daría para prevenir de forma activa la fibrilación articular?
Hoy tenemos al alcance de todo el mundo herramientas para poder detectar algún tipo de anomalía, como los relojes inteligentes que son capaces de medir el ritmo cardíaco y que deben complementarse con los controles por parte del médico de familia. A partir de los 60 años, mi recomendación es realizarse un electrocardiograma cada uno o dos años que permita al médico conocer la existencia o no de una enfermedad con una prevalencia entre el 2 y el 4% de la población.
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