Gatas
Sigrid Ferrer: «Creen que la mujer latina y negra solo puede venir a limpiar»
La artista, activista y Doctora en Bellas Artes llegó desde Colombia hace casi una década con una obra enfocada en la violencia ejercida por el poder, como el conflicto armado de su país; o el racismo, que combate desde la ONG YoSoyElOtro
Es una fotografía de álbum algo extraña. Hay un halo de felicidad incompleta, un vacío tácito. Y es que, literalmente las fotos han sido adulteradas; se ha eliminado un miembro. Se llama «Retrato de familia» y es una creación artística de Sigrid Ferrer Mendoza, una activista colombiana que llegó a España en 2013, estudió un máster, se doctoró en Bellas Artes en la Universidad Complutense y centra su trabajo en la violencia ejercida desde cualquier punto de poder. En este caso, los asesinatos y las desapariciones forzosas de su país.
«En 2014 contacté con amigos que hubieran sido víctimas directas del conflicto», cuenta. Esas imágenes son, para los afectados, un tesoro que ella edita en pos de un mensaje. «Han perdido su olor, pero queda este recuerdo». Lo modificó: suprimió a esa persona que falta en la vida también en estas fotografías. «Iba acompañada de un audio, en este caso la hija iba narrando. Por ejemplo, en una imagen de un cumpleaños ella cuenta cómo se comportaba él. Todo concluye con una tarjeta de su fallecimiento».
Llegó a España por amor, se casó, se asentó y enseguida vio lo mejor. «La educación es maravillosa. Quiero esa facilidad para estudiar en Colombia, porque allí creces y aún sigues pagando la universidad, es como una hipoteca». A sus años le remueve e impresiona el fomento de la cultura en Madrid.
A la par, ha percibido el lado más áspero, el motivo que le encuentra a que se la haya relegado a trabajos esporádicos. «España es un país racista que no lo asume; lo es desde el vocabulario. No sabes lo que se siente estar en un lugar y que te digan: “Hoy he trabajado como un negro”. ¿Qué cara pones? No hablo de políticas, es cotidianeidad».
Le desquicia que nombre Colombia y le hablen de narcotráfico, o que asuman que por su aspecto tiene que dedicarse a según qué trabajos. «Creen que la mujer latina y negra solo puede venir a limpiar; las españolas no tienen que llevar el título universitario en la frente», critica. Le horrorizan los trámites deshumanizados: «Aluche es un lugar donde los inmigrantes van a sacar los documentos. Los diplomáticos y los que tienen más dinero pasan con más facilidad, pero es la cosa más horrible. Ves a funcionarios que no hablan inglés y faltan el respeto, y no puedes decir nada porque necesitas un papel».
Su respuesta ha sido unirse a la organización sin ánimo de lucro YoSoyElOtro, en la que imparten charlas y talleres donde aúnan cultura, migración y cuestiones de género. «La fundó en 2008 una chica venezolana, Dagmary Olívar Graterol, y es un espacio de debate, investigación y creación». Pertenecen a este grupo personas de América Latina y el Caribe, pero también de África, de Madrid y de otros puntos de España que quieren brindar espacio a cuestiones más olvidadas. En una de las últimas, el 4 de febrero, abordaron sus tres temas desde la transformación de los barrios y del mundo, donde ellos buscan su espacio.
«Vamos cambiando, a veces hablamos de lo “queer” o de la importancia del lenguaje, como te comentaba. He de reconocer que a mí todavía me cuesta hablar de manera inclusiva, pero estoy trabajando en ello», confiesa sentada en un espacio llamado La Polifacética, que su asociación comparte con otras.
Exponer en diáspora
«Los artistas de la diáspora estamos destinados a exponer en ella». La activista siente que en sus obras, aunque la protagonista sea Colombia, también existe una lectura universal. «Aquí se puede extrapolar a la Guerra Civil». En sus clases del máster que realizó en la ciudad le sorprendía que sus compañeros no hablaran de la crisis, de los desahucios, que se enfocaran en la luz y la pintura. Veía demasiada belleza y muy poca contestación.
De su país de origen admira a Doris Salcedo, quien que fundió 37 toneladas del armamento que entregaron los exguerrilleros para crear una obra de arte que podían pisar todos los paisanos. «En mi tesis doctoral hay un capítulo acerca de ella porque es un referente. En un país tan convulso hablar de la flor es bonito, pero hay que responder a lo que está sucediendo porque no hay otro en el que eso se haga, no existe un contradiscurso al oficial».
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