Historia

Fiebre petrolera en Madrid: cuando Vallecas quiso ser Dallas

La región lidera hoy tecnologías de producción de aceites microbianos a partir de residuos alimentarios... atrás quedan los intentos y ensoñaciones de explotar petróleo en Arganda, Tielmes o Vallecas

Imagen antigua de Tielmes, en la Comunidad de Madrid, otro de los "centros petroleros"
Imagen antigua de Tielmes, en la Comunidad de Madrid, otro de los "centros petroleros"Archivo de la Comunidad de Madrid

Emergencia energética. Falta de combustibles. Escalada de precios. Expresiones que en las últimas semanas y meses se han hecho familiares para millones de españoles. Tanto como las noticias que, allá por los años 60 y 70 del pasado siglo se escuchaban en los medios de comunicación sobre los sondeos en nuestra geografía.

Una historia del petróleo hispano que comenzó en 1964 en Burgos, en la localidad de Ayoluengo, pues fue allí donde se instaló el primer yacimiento petrolífero con una perspectiva industrial. Este pozo llegó a alcanzar una producción máxima en 1969 de casi 192.000 toneladas anuales de crudo.

Lo malo es que estuvo solo nueve años produciendo petróleo. Tras él, en 1973, en plena gran crisis del petróleo mundial, nació el pozo de Amposta, el primero en aguas del Mediterráneo frente a la costa de Tarragona. Con este campo la producción de petróleo en España se disparó. Solo en Amposta se lograron casi 2 millones de toneladas en el año 1975.

Y es que esto de la producción de petróleo en nuestro país fue más un espejismo que una realidad.

Perforaciones de petróleo
Perforaciones de petróleoEfe

Una fiebre del oro negro” que alcanzó también a nuestra región. En los alrededores de Madrid, en dirección Arganda del Rey también se “trabajó” la tierra, o mejor dicho, el subsuelo, en el que se hicieron prospecciones en pleno Vallecas, llegando incluso a las proximidades del cementerio de La Almudena.

Un entusiasmo en busca de petróleo que llevó a los responsables de la época hasta el pueblecito de Tielmes... aunque la decepción no se hizo esperar. El pozo de la localidad serrana, de 3.000 metros de profundidad, resolvió pronto la incógnita: no había nada. Los ingenieros de la época hicieron sus cálculos a tenor de la composición rocosa de la zona... y pese a que todo parecía indicar que se daban las condiciones geológicas para la aparición de hidrocarburos, la cosa, hace miles y miles de años no fraguó. Y luego, en nuestros tiempos, no hubo nada que explotar. Poco tardaron los responsables del Ministerio de Energía de la época, en recoger sus bártulos y abandonar la zona.

Así las cosas, lo más parecido que hay por aquellos parajes es la laguna de Arganda del Rey, en el parque Regional del Sureste (Madrid), que estuvo sufriendo el vertido de aceites industriales usados durante más de 30 años. Contaminación y desechos frente a unas ilusiones que eran más bien sueños infundados sobre el porvenir dorado que luego se convirtió en negro.

Hoy la Comunidad de Madrid, ya gobierno autónomo, no espera un “golpe de suerte” o esa “herencia del pasado”. A través del Instituto Madrileño de Estudios Avanzados en Energía, Imdea, encabeza el proyecto europeo Oleoferm, que busca reducir las emisiones de gases contaminantes a través de la producción de aceites microbianos mediante residuos alimentarios.

Lo cierto es que se considera que estos aceites pueden ser una buena alternativa para reemplazar al petróleo en la producción de químicos y combustibles. Sin embargo, no ha sido suficientemente explorada hasta el momento. Ahí nace la oportunidad.

La intención es someter a los residuos orgánicos, como los alimentarios, a la fermentación anaeróbica, para su transformación en ácidos grasos volátiles. Estos serán consumidos por levaduras en una segunda etapa para producir los mencionados aceites. La combinación secuencial de ambos procesos biológicos consigue convertir los residuos en compuestos químicos de valor añadido.

Además, este sistema proporciona beneficios medioambientales respecto a la producción de derivados petroquímicos, y podría reducir los impactos del uso de derivados de aceites vegetales sobre la atmosfera. A la vista están las ventajas de estas nuevas formas de combustibles frente a aquellas que buscaron alumbrar en Madrid un nuevo Texas.