Historia
Así se pensó en celebrar la primera fiesta del Corpus Christi en Madrid (y II)
En mayo de 1563 se empezó a preparar la nueva fiesta con el fin de emular, o incluso superar, la celebrada el año anterior
Contaba hace unos días cómo mientras el goteo de inmigrantes cortesanos se iba dejando notar a lo largo de la primavera de 1561, al mismo tiempo que había que preparar la fiesta del Corpus de ese año, cogiendo lo uno y lo otro desprevenidos a los regidores, cuando no desbordados, digo que la ocasión fue aprovechada por unos regidores para reivindicar unas solemnes fiestas para agasajar al rey y también a la religión, mientras que los otros se manifestaban más partidarios de la austeridad. ¿Había en esta actitud algún ramalazo erasmistas, o intimistas, una última manifestación de querer otra religión que no la triunfadora que estaba a punto de salir de Trento? Como el arte de la disimulación los manejaban con maestría, sospecho que será complicado demostrar esta línea de pensamiento que me da que era más presente y latente de lo que a muchos gustaría.
Afortunadamente para la Villa sede de la más grande máquina de poder del siglo XVI, se tomaron las decisiones oportunas a partir del 2 de junio de 1561: «Que hagan aderezar las calles» o que los aderezos estén «bien colgados y limpios para el día de Corpus Christi»... Pero si esa era la voluntad mientras iban entrando cortesanos, lo cierto es que ese flujo inmigratorio se llevó por delante, en esta ocasión también, la tradición. Ya se lamentaban en la primavera de 1562 –mientras se advertía que tendrían que ir preparándose para el inminente Corpus– que ya que «el año pasado no se hizo fiesta ninguna», que se sumaran los 30.000 maravedíes anteriores con los de este año «por estar aquí la Corte de Su Majestad, conviene que se haga muy bien la dicha fiesta».
La festividad del Corpus de 1562 se podría dedicar a festejar como se debía hacer, «pues gracias a Dios está muy mejor y sin peligro el Príncipe nuestro señor» (dicen el 13 de mayo de 1562), a los cuatro días de haberle hecho la trepanación en el cráneo el médico Vesalio.
Así es que el 20 de mayo se acordó que «las danzas y autos, se haga en la plaza de San Salvador y, para ello, se haga un altar muy suntuoso y se hagan asientos para la justicia y regidores y caballeros que fueren en la procesión»; procesión en la que participó el rey y en la que se consignaron otros dineros «para pagar a los clérigos que llevaron las andas el día del Corpus Christi pasado» (17 de julio de 1562 aunque aún en diciembre no habían cobrado).
En fin, ya todos contentos, en 1563 se empezó a preparar la nueva fiesta en mayo con el fin de emular, e incluso superar a la procesión de 1562. Tan es así, tan contento estaba el rey que «hace merced a esta Villa de dar para la fiesta de Corpus Christi los ministriles y trompetas y atabales», por lo que el Ayuntamiento decidía «se les dé un almuerzo de pastel y guindas y pan y vino a costa de obras públicas».., en fin, un pequeño cambio de situado del dinero porque a fin de cuentas era para servir al rey. Cosillas de la contabilidad municipal.
Y no pensemos (no penséis, muchachitos que todo lo sabéis) que lo de la sostenibilidad y el reciclaje es cosa de ahora. En 14 de junio de 1563 «los carros que se hicieron para la fiesta de Corpus Christi se pongan en el alholí nuevo de la Villa», o sea, que se usasen para el acarreo de trigo, en vez de destruirlos. Y así sucesivamente. Sea.
Alfredo Alvar es profesor de Investigación de CSIC
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