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Cristina Cerrada: «Las mujeres nos lo pensamos dos veces antes de ser violentas»

La autora madrileña de «La maestra de Stalin» retrata en sus últimos libros los conflictos que sufre la Europa actual a través de la mirada femenina

Cristina Cerrada, escritora
Cristina Cerrada, escritoraDavid JarLa Razon

Para Cristina Cerrada, la mente de un escritor «es como una antena parabólica». Está constantemente recibiendo información, desgranándola y analizándola. «Hay señales que son muy débiles, pero están ahí, y a lo mejor a ti te hacen mucho eco», dice a LA RAZÓN. Se dibujan, de esta manera, escenarios a partir de esas señales, a los que se les da forma. Esta es, al menos, la única manera con la que ha logrado explicarse a sí misma, y a los demás, por qué sus últimos tres libros parecen ser una terrible profecía de la invasión rusa en Ucrania. El último, «La maestra de Stalin», acabó de escribirlo en 2020, poco antes de que llegase el confinamiento por la pandemia. «Había sido un año agotador, porque llevaba muchos meses encerrada documentándome y escribiendo», recuerda.

«Hace ya bastante tiempo, empecé a escribir la primera novela de la trilogía, «Europa» porque me interesó la historia del continente y, en concreto, la inmigración», explica. Ya le interesaba la historia reciente del continente, la cual «parece que nunca deja de repetirse», pero al comenzar a documentarse pudo descubrir mucho más: cómo esa historia se plasmaba en la vida de cada una de las personas que lo habitan. Las novelas no las ubica nunca en un espacio concreto, pero sí que da indicios de dónde podrían estar sucediendo los acontecimientos introduciendo pequeños cambios en los nombres. «El último libro nace de preguntarme qué pasaría si hubiera una invasión rusa de verdad y se prolongase la guerra después de los episodios independentistas en el Dombás», señala. «Me quedé en shock cuando ocurrió en la realidad», reconoce. Como si haber escrito sobre ello «lo hubiera precipitado de alguna manera». Más aún cuando ella misma se declara antibelicista: «No tengo ningún empacho en decir que no estoy a favor de la guerra, sea cual sea la causa», asegura.

Vidas de tres mujeres

Pero hay, además, otro factor determinante que une estos libros, y es que sus historias están contadas a través de las vidas de tres mujeres. «Este último abarca el periodo de madurez de una mujer que tendría unos 20 años en el momento en el que se ambienta la novela, en 2008, por lo que ha vivido durante su niñez todo el periodo de independencia de la URSS», explica, convencida de que estas voces femeninas no surgen solo porque ella misma sea una mujer. «Creo que incluso si yo fuera hombre me habría interesado dar la perspectiva de las mujeres en situaciones así», apunta. Pero, aterrizando en el ámbito de la teoría, realmente reconoce que el personaje femenino «es aún difícil de construir literariamente, ya que no hay códigos». «La mujer ha sido que, aún hoy, se ha trabajado poco en la literatura fuera de los arquetipos tradicionales», señala. «Solemos ser agentes pasivos, receptores de la acción, pero no al revés», dice.

«Sin embargo, estamos acostumbrados a ver personajes masculinos en todo tipo de situaciones, desde las prácticas más escatológicas hasta insultando o siendo objeto de ridículo», añade. Esto, a su entender, supone un desajuste entre la mujer real y la literaria: «Sabemos que las mujeres hacemos todas esas cosas, ¿por qué no sabemos escribir sobre ello?». Pero esta falta de códigos funciona también a la inversa. «Nos faltan las herramientas para actuar en determinadas situaciones. Por ejemplo, cuando yo tenía 20 años, que fuera una mujer la que mostrase interés en irse a la cama con un hombre era bastante controvertido, cosa que ahora no ocurre, básicamente porque hemos conquistado esos códigos», añade. Introducir, teniendo esto en cuenta, personajes femeninos en contextos «tradicionalmente masculinos» como es la guerra, ofrece «mucho terreno para investigar y avanzar en esos códigos que puedan generar nuevos arquetipos». «La vida social está hecha de códigos que se crean, subsisten o se trasgreden para crear otros nuevos», asegura, convencida de que en el momento actual se están creando tantos que se hace «inevitable que haya tanto debate».

Pero para Cerrada esto no significa que la guerra o la violencia pueda llegar a ser parte de «lo femenino». Más bien al contrario. «No me hace falta basarme nada más que en la trayectoria histórica y cultural para afirmar que las mujeres somos menos belicosas», afirma. «Tal vez el hecho de que la mujer haya estado siempre tan vinculada a lo privado responda únicamente al hecho de que es quien gesta, pare y, durante los primeros meses, cría», explica. Y, aunque esto ya reconoce que responde a su sentir personal como madre y no a lo que dicta la antropología, «esa experiencia tan física de lo que significa la vida y cómo se genera a las mujeres nos hace más cautelosas a la hora de ponerla en riesgo». «A los hijos de cualquiera, porque todos somos hijos de otra madre», insiste. «Una mujer se lo piensa dos veces, y esa visión es, precisamente, la que hace que tengamos otra actitud ante la resolución violenta de los conflictos».