Gatas

Laura García: «Las campañas rosas del cáncer de mama van dirigidas a la mujer curada»

La directora de la Unidad de Cáncer de Mama de MD Anderson Cancer Center analiza la realidad y las implicaciones clínicas y sociales de esta enfermedad

Laura García Estévez, responsable de la Unidad de Tumores de Mama del servicio de Oncología Médica del hospital MD Anderson Cancer Center Madrid
Laura García Estévez, responsable de la Unidad de Tumores de Mama del servicio de Oncología Médica del hospital MD Anderson Cancer Center MadridAlberto R. RoldánLa Razón

Lazos rosas. Mujeres que sonríen. Palabras como «luchadora» o «ganadora». Todo ello para mostrar una cara, tal vez, demasiado amable del cáncer de mama. Y es que, el hecho de que sea una enfermedad que ataca a una zona tan concreta como el pecho, tan instaurada en el imaginario colectivo como parte de «lo femenino», puede inducir a que se reafirmen esos esquemas mentales sobre cómo debe comportarse una mujer ante algo así: ese sufrimiento silencioso, esa madre abnegada, esa sonrisa perenne a pesar de las circunstancias. Muchas veces –la mayoría– la realidad no es así. «No podemos olvidarnos de que es una enfermedad que, en un porcentaje de casos, reaparece.

Y, cuando la enfermedad es metastásica, a día de hoy no podemos decir que haya una cura». Así lo expone a LA RAZÓN Laura García, directora de la Unidad de Cáncer de Mama de MD Anderson Cancer Center de Madrid. «La realidad está más cerca de lo que no sale en los medios, porque la imagen del cáncer de mama metastásico es, tal vez, menos agradecida», añade. Precisamente por esto, «muchas veces no se sienten reflejadas con esas campañas del rosa, que van principalmente dirigidas a la mujer que se ha curado».

García no se posiciona a favor ni en contra de si se ha frivolizado esta enfermedad con este tipo de campañas. Más bien, habla desde la realidad que vive cada día en su puesto de trabajo. Lo que sí cree es que «la mujer tiene mayor facilidad para contar las cosas que el hombre, y, de cara a esta enfermedad, han exteriorizado mucho más lo que se siente». Esto, además, ha facilitado que «seamos muy poderosas a la hora de mover grandes marcas, concienciar y recolectar dinero para la causa». Por eso, aunque cree que «se ha abusado demasiado» de esa imagen dulcificada, hay algo que no se puede olvidar: «todo este movimiento es lo que ha conseguido fondos para la investigación, y eso es lo que salva vidas. Así que bienvenido sea».

De hecho, la investigación, aún hoy, sigue siendo de vital importancia, ya que «todavía hay algunos puntos que están muy verdes». La obesidad tiene un efecto protector en la mujer premenopáusica, pero todo lo contrario en la que ya está en ese momento. Una de estas líneas de investigación es en la que se encuentra inmersa desde hace tres años: la relación entre el cáncer de mama y la obesidad. «Resulta obvio que hay una relación súper estrecha», dice, y es que «mientras que en las mujeres premenopáusicas parece tener un efecto protector, en las que están pasando o ya han pasado por este periodo sucede todo lo contrario, es inductor». Lo que para García está claro es que «con permiso del Covid, la obesidad es la gran pandemia del siglo XXI». Y, dentro de esta, «las mujeres, además, son las más afectadas», algo que, si bien «tiene un componente genético», es también «algo cultural». «El deporte es más practicado por niños, adolescentes y adultos varones. Mientras, solo 1 de cada 4 mujeres hace ejercicio físico con regularidad», explica. Algo que se suma a que las mujeres, con la menopausia, viven un periodo de cambio que «produce que sea más fácil ganar peso». Y ahí es precisamente donde la obesidad y el cáncer de mama están íntimamente relacionadas, «con lo cual tenemos varias líneas de investigación abiertas para intentar entender esa interacción».

«Sobre la menopausia hay información, pero lo que antes hacías para mantenerte en buena forma física, en la menopausia lo tienes que multiplicar por tres», apunta García, a la vez que reconoce que esto, para muchas mujeres, supone un gran sacrificio. «Tengo pacientes que se levantan a las siete de la mañana y llegan a casa a las ocho de la tarde, ¿cómo les pides que hagan ejercicio físico? Conciliar la vida familiar con la profesional, y encima ser mujer, requiere que hagas juegos malabares», afirma.

Desde que una mujer es diagnosticada de cáncer de mama, hasta que finaliza el tratamiento y vuelve «más o menos al estado en el que estaba antes del diagnóstico», suele pasar un año. Un periodo en el que, por lo general, la vida cambia de forma radical. «Cada vez es más común que en las unidades de mama se recomiende el ejercicio físico, sobre todo durante el proceso de la quimio, porque el 80% de las mujeres aumentan de peso después del diagnóstico». Esto, advierte García, «va en detrimento de ellas, ya que, por lo general, las mujeres con obesidad tienen peor evolución». «Además, la actividad física ayuda a llevar mejor los efectos secundarios», añade. Pero no todo es una cuestión física. Y, en contraposición a esa imagen de la mujer que puede con todo, García subraya el enorme valor del apoyo por parte de los allegados a la paciente. «Tener a personas que se preocupen por ti facilita llevar estos procesos mucho mejor, ya sea un cáncer u otra enfermedad», apunta. Sin embargo, también aquí la realidad se hace patente: «Las hay que tienen la suerte de tener este apoyo, pero también hay otras que están solas aun teniendo familia».

La importancia de sentirse acompañadas
Cada año, unas 375 mujeres acuden a la Unidad de Mama del MD Anderson Cancer Center de Madrid para tratar esta enfermedad. «Es evidente que un diagnóstico de cáncer nunca se asume bien», dice Laura García, a la vez que reconoce que «no es lo mismo que algo así te pase con 40 años que con 70». Por eso, y atendiendo a que cada uno de estos casos es diferente, en el centro cuentan con la figura del asistente del paciente: una mujer que se encarga de dar apoyo de forma personalizada, desde el primer momento, a quienes llegan a la Unidad. «Es normal llegar perdida», señala García. «Por eso, tener a alguien que te atienda más allá de lo puramente clínico, que te guíe, que te escuche, es esencial», explica.