Historia

Madrid contra los incendios: cuezos, jeringas y alarifes contra el fuego

En 1592 se seleccionó a diez individuos que tenían entre sus obligaciones acudir a sofocar incendios

Imagen del incendio en una nave de palets de Fuenlabrada.
Imagen del incendio en una nave de palets de Fuenlabrada.EMERGENCIAS 112 COMUNIDAD DE MADRIDEMERGENCIAS 112 COMUNIDAD DE MAD

A mediados del aciago mes de septiembre de 1582, el descorazonado Ayuntamiento elevó al Consejo Real una pregunta y una petición, «representando los daños e inconvenientes que resultan de no haber en esta república, como en todas las demás que son bien gobernadas, número de oficiales con pertrechos y herramientas necesarias para atajar y reparar el fuego que se encienden en las casas y fábricas». Madrid, falta de dineros, pedía autorización para poder armar y formar a 24 oficiales contra el fuego.

Nada perduró. Tres años después, se inquiría «dónde están los cuezos y jeringas que se compraron para el fuego, y los haga recoger y que se guarden» y otros tres años después, (29 de julio de 1588) se insistía de nuevo ante el Consejo Real para que autorizara la compra «de instrumentos que convengan para la defensa de los fuegos».

Añadiré como curiosidad, que cuando el dos de septiembre de 1592 se seleccionó a diez individuos como alarifes de la Villa, entre sus obligaciones estaba el de tener cada uno de ellos «dos aguatochos y dos herradas para los fuegos, asistiendo a ellos sin que haya falta alguna». La instrucción que recibieron también especificaba que deberían acudir a sus trabajos de dos en dos, un veterano con un novel.

Tardaron en estrenarse un año, por cuanto el 9 de septiembre de 1593 el Ayuntamiento ordenó «que se reparen y aderecen los tejados de las Carnicerías de esta villa por el fuego que hubo en las casas circunvecinas y asimismo se recorran y trastejen los tejados de las dichas Carnicerías».

En fin: si hoy es muy difícil vivir en este mundo que nos ha tocado vivir en el que todo iba a ser muy fácil y llevadero, con grandes promesas de futuro, la verdad es que no hay mucho que envidiar a aquellos hombres de la «sociedad del sobresalto», como bien podríamos llamarla porque cuando no era un puente de madera el que se llevaba el río, era una lluvia a destiempo, o una mala cosecha, o una peste que picaba, o un fuego en una casa o en otro lugar. Mientras tanto, los herejes con lo suyo, los descendientes de conversos con lo propio y los cristianos viejos con su manía estigmatizadora.

A ninguno de aquellos, al menos de los que supieran leer y escribir, se les podría ocurrir pensar que podría llegar un día en que inventados mil y un artefactos, incluso que volaran y cargaran en sus panzas agua para dar de beber a una ciudad entera, digo que no podrían ni imaginarse que, a pesar de tanto artilugio, los bosques y aun algunos pueblos arderían por los cuatro costados porque los montes no se limpiaban como ellos hacían todos los años, ramoneando las cabras y desbrozando para preparar cargas de leña incluso gratuitas en los montes del común.

Y es que lo que ellos no podían ni imaginarse era que la prepotencia de los nuevos hombres les llevaría a no cultivar el conocimiento de la Historia y con ello a estar descubriendo y redescubriendo mediterráneos, tanto con el luchar (o no luchar) contra el fuego estival, cuanto para la organización de sus relaciones internacionales o tantas cosas más.

Vivimos en una sociedad muy desarrollada, en que como si se fueran cumpliendo las plagas de Egipto, a la COVID siguió Filomena y tiempo después un volcán y ahora calores infernales y España ardiendo por los cuatro costados y ha habido langosta; aderezado todo ello con una guerra putinesca y llantos y sufrimientos; y esa guerra nos viene adornada con una inflación de bigotes y lo que te rondaré morena; y por si fuera poco, desabastecimiento en breve, y estamos a mitad de año y no sé si soy o debería ser, o seré o hube sido sin saberlo, de sexo fluido y además basura espacial, de tal manera que si paran el mundo y me bajo, seguro que me llevo un piñazo de algún satélite destruido. Menos mal que el AVE llega a Extremadura puntual, o que quieren que comamos carne de quinoa. Todo bien, gracias.

Parece que la sociedad va y nace cada día.

No sé por qué me he levantado pesimista en este tórrido día de agosto. No tengo motivos.