Opinión
Sufre naná
“El otro día, Ana Morgade me devolvió a mi infancia”
Cuando yo era pequeña y mis primas las mayores andaban enamoriscadas de David Summers, yo no podía cantar «sufre mamón» porque a los pequeños no nos dejaban decir palabras malsonantes. Creo que por eso ahora soy tan malhablada, pero esa es otra historia. Nos reñían por decir mamón y también por decir marica, así que cantábamos a gritos el resto de la letra (sí que podíamos decir jersey amarillo y polvos pica-pica) y al llegar a esas palabras las cambiábamos por naná y nanina. Rascando el palo de una escoba y golpeando unas ollas, si no nos miraban los adultos porque andaban con la paella, cantábamos la letra entera en un acto de rebeldía que nos hacía sentir muy malotes.
Después, cuando ya nos dejaban cantarla porque estábamos a dos domingos de sentarnos en la mesa de los grandes, dejó de parecernos tan transgresor decir marica y mamón, porque ya habíamos aprendido a decir puta y follar. El otro día, Ana Morgade me devolvió a mi infancia. Le faltaba agitar el dedito frente a nuestras narices diciendo que eso está mal y que eso no se dice y que aquello no se toca. La diferencia entre ella y mi madre es que esta se lo decía muy seria a un público adulto y a mi madre, en aquel momento, ya se le escapaba una risita mientras abroncaba a unos chiquillos que bajaban la cabeza y se daban codazos. Dicen los de la Cofradía del Buen Progreso que somos unos ofendidos porque nos molesta que revisen el pasado con los ojos del ahora. Y claro que nos ofende. Pero no la crítica, que es legítima y a la que podemos contestar con otra igual de lícita. Lo que nos ofende y nos molesta es la reprimenda moralista, el ánimo tuitivo y, sobre todo, lo mucho que nos aburren ya.
✕
Accede a tu cuenta para comentar