Opinión
Carcoma en las instituciones
“Los navíos horadados de gusanos más que un panal de abejas, con tres bombas, tinas y calderas no podían con toda la gente vencer el agua que entraba en el vacío”. Con estas palabras, dirigidas mediante carta a los Reyes Católicos el 7 de julio de 1503, Cristóbal Colón describía el problema que acabó destruyendo todos sus barcos de la cuarta expedición que realizó a las Indias. Se trataba de la carcoma, un insecto que se infiltra en la madera para destruirla por dentro sin que pueda solucionarse el daño que crea una vez se ha extendido.
Cinco siglos después, la carcoma del sanchismo se está extendiendo por todas las instituciones del Estado con el objetivo de debilitarlas y destruirlas por dentro para que no existan contrapesos a su poder. Y todo conforme a un plan que comenzó con la Administración General del Estado y que tiene como fin último el asalto al Tribunal Constitucional para evitar futuras sentencias en contra de las leyes ideológicas que el Gobierno viene aprobando en los últimos meses, así como de un referéndum en Cataluña que tiene pactado en la sombra con ERC.
Desde el mismo momento de la moción de censura, Sánchez entendió que su debilidad parlamentaria podía ser compensada con un debilitamiento de las instituciones que actúan como contrapesos del poder.
Primero fue la Administración, que engordó y colonizó con cientos de cargos políticos afines, para después continuar con el Consejo de Transparencia. El órgano encargado de garantizar el derecho de los ciudadanos a la información y la transparencia frente al poder vio cómo se producía el cese de los responsables de salvaguardar esos derechos, los mismos que obligaron a que se hiciera público el coste de sus viajes en Falcon o de sus reuniones tras el biombo. Todos ellos fueron purgados y hoy este Consejo está dirigido por comisarios políticos que deniegan reiteradamente las peticiones de los ciudadanos.
También se produjo un asalto en la televisión pública, que ya no tiene las protestas de los viernes negros de cuando gobernaba el PP, pero tampoco audiencia. Para la Fiscalía General del Estado, nombró a una ministra que, 16 horas antes de tomar posesión, estaba dando mítines del PSOE con el único objetivo de poner la justicia a los pies de sus intereses personales.
¿Que el INE contradice con datos el IPC y PIB ficticios del Gobierno? Se cesa a su presidente y problema resuelto.
¿Que el CNI se niega a participar de la cortina de humo del Pegasus para salvarle la papeleta al ministro Bolaños? Se cesa a su directora que llevaba en el Centro casi 40 años de prestigiosa carrera.
Y así hasta llegar al más dantesco de los ejemplos de la carcoma sanchista, el CIS. El otrora prestigioso instituto demoscópico es hoy un lugar de propaganda y manipulación de la opinión pública cuyas actuaciones han sido tan sonadas que resulta difícil pensar que recupere su prestigio algún día.
Solo quedan en pie el CGPJ y el Tribunal Constitucional, a cuyo intento de conquista está dedicando todos sus esfuerzos. Hoy son el único dique de contención a salvo de la carcoma sanchista.
El problema de fondo es que Sánchez, a pesar de su intento de perpetuarse, dejará de ser presidente del Gobierno algún día, pero para cuando abandone la Moncloa dejará las instituciones tan horadadas como los barcos de Colón y al Estado de Derecho nacido de la Transición en riesgo de hundimiento.
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