La historia final
De aguinaldos, limosnas y otros menesteres en especie (y II)
Ni que decir tiene que los cambios legislativos por las mejoras laborales de los trabajadores han dado al traste con todo esto, como con las propinas
El 23 de diciembre de 1585 el Ayuntamiento ordenó «que se les dé de aguinaldo a los porteros de este Ayuntamiento 50 reales [1.700 maravedíes]», a cargo de unos ingresos extraordinarios que se acababan de recibir.
Por otro lado, el 2 de mayo de 1586 escribía desde Roma el aludido Manuel de Herrera quien explicaba cómo iban las gestiones del pleito del rediezmo pero la carta debía ser suculenta (y aunque no se conserve que se sepa, se pueden deducir sus contenidos) explicaba que sería bueno dar una alegría a los que se estaban ocupando del pleito, incluido el embajador, que era el padre del Conde-Duque de Olivares, pues era costumbre en la Corte papal hacerlo para con los que llevaban pleitos adelante. En las Actas se registró esto: «que era necesario se escribiesen cartas de favor de los personajes que en la carta advierte, así para con el señor conde de Olivares como para con los auditores y, también comisión para hacer con los auditores y datarios, lo que se acostumbra en aquella corte los que traen pleitos, pues es cosa tan necesaria y acostumbrada y que se hace y ha hecho [de] ordinario».
Leída la carta y a los nombres de a quienes habría que «tocar», se decidió, con un par de votos en contra que «dé aguinaldos y presentes, procurando sea con toda moderación, de forma que no sea ni parezca exceso, procurando, [tomar] certificación ante un notario de lo que da para el tiempo de las cuentas, para que en todo haya la claridad que convenga». A lo que se añadía que si había que mandar mucho dinero, como se esperaba, que se repartiera también entre los vecinos de la Tierra de Madrid.
El «aguinaldo» a Roma era claramente un soborno, una «ayudita» a los que estaban trabajando en solucionar la cuestión judicial de marras. No es de extrañar que los contradictores del acuerdo insistieran en que sólo se pagaran salarios y gastos ordinarios, o que el otro dijera que se pasaran al Consejo Real las cuentas de turno.
Pero para agilizar un asunto, en Roma existía la tradición de dar «aguinaldos y presentes», tradición que la mente ética castellana corregía con que fueran moderados «que no parezca exceso» y metiendo entre medias a un notario que diera “claridad” en todo.
De nuevo el 23 de diciembre de 1588 se dio un aguinaldo a los porteros, pero esta vez para compensar unos salarios muy raquíticos: «Acordóse que se den 10 ducados [3.750 maravedíes] a los porteros de este ayuntamiento en aguinaldo, atento su poco salario y servicio». Un portero de ayuntamiento, por aquel entonces, cobraba unos 4.000 maravedíes y había entre unas cosas y otras, una quincena.
A mediados de diciembre de 1590 se tomó otro acuerdo, que siembra de desconcierto cualquier afirmación: «que se dé a los porteros de este ayuntamiento de aguinaldo para esta Pascua de Navidad 100 reales [3.400 maravedíes] atento que algunos llevan salario y esto es poco y otros no». Es decir: que se sabía que el salario de los porteros, cuando lo había era poco y se compensaba en Navidad con el aguinaldo.
Desde entonces se oficializó en cierto modo, el aguinaldo. Todos los años hacia el 20 o el 22 de diciembre se ordenaba que se les pagara a los porteros del Ayuntamiento, sólo a ellos.
El que en una sesión, la de 19 de diciembre de 1594 el escribanos municipal errara al redactar el registro del acuerdo es muy significativo: «A los porteros se les dé de limosna, digo de aguinaldo, esta Santa Pascua 100 reales».
Pues eso: el secretario municipal confundió el aguinaldo con la limosna. No era tanto un presente (como al abogado de Roma), sino una limosna para los pobres.
Y es que el 20 de diciembre de 1595 a los franciscanos se les dio otra limosna, como aguinaldo: «Que se den de limosna por esta vez a los frailes franciscos descalzos 4.000 maravedís de [bienes de] propios por aguinaldo para estas santas Pascuas».
Parece ser que con sus vaivenes y su irregular expansión geográfica, ya desde finales del siglo XVI fue consolidándose la entrega de un aguinaldo municipal a los porteros, que era tanto una compensación económica por sus bajos salarios, como una limosna, como si fuera a un convento franciscano.
Pero para que veas la confusión que había entonces de lo que era un aguinaldo, aquí te traigo la definición del diccionario de Covarrubias de 1611 y te recomiendo que acudas a la definición completa para que veas por vista de ojos el galimatías de pobre lexicógrafo al definir la voz «aguinaldo», que es -dice-»lo que se presenta de cosas de comer o vestir por la fiesta de Pascua de Navidad».
¿Desconocía que el aguinaldo era compensación económica? Evidentemente lo que ocurría es que una costumbre se estaba implantando en aquella sociedad.
Pienso que es muy difícil saber cuando se trocó en regalo en especie (tampoco tiene por qué ser a continuación de lo aquí expuesto), pero no puedo olvidar que en mi infancia acostumbraba a ver a los guardias de tráfico en las plazoletas centrales de los cruces de calles, con sus canastas en las que había gallinas enjauladas, o incluso pavos atados para que no huyeran.
Del mismo modo que recuerdo las estampitas de los barrenderos y de los carteros, entre otros, que iban a calle hita exhortando a recibir su aguinaldo.
Ni que decir tiene que los cambios legislativos por las mejoras laborales de los trabajadores han dado al traste con todo esto, como con las propinas. Son cosas de sociedades en permanente movimiento.
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