Madrid
Adicción y conducta: así se trata a los menores migrantes con problemas
El centro regional de El Pinar cuenta con 26 plazas para estos jóvenes. Tienen 16 años y hay más chicos que chicas
Un total de 2.442 usuarios el pasado año, lo que supone una ocupación del 132% de los centros madrileños. Así contestó la Comunidad de Madrid al Gobierno central a la hora de poner en cifras la labor del Ejecutivo regional en lo que respecta a la acogida de menores extranjeros no acompañados. Y es que, si bien la propia Isabel Díaz Ayuso ha asegurado que Madrid los acogerá «dónde tenga recursos», estos son limitados. Sobre todo teniendo en cuenta que el Gobierno de Pedro Sánchez ha decidido que la Comunidad sea la que más reciba: en torno a 700. La situación ha llevado a que Sol haya abierto la vía para la devolución de menores que llegan a Madrid por la vía de la reagrupación familiar. De hecho, han pedido al delegado del Gobierno que cumpla con sus competencias en materia de extranjería e inicie los trámites para la reagrupación de estos menores no acompañados con dificultades de adaptación en Madrid, ya que se considera que podrían estar mejor con sus padres.
Precisamente, nuestra región cuenta con un recurso específico para este tipo de menores: el Centro de Protección de El Pinar. Actualmente, sus 26 plazas están ocupadas. «El perfil que nos llega es el de un adolescente que ha sufrido un duelo migratorio hasta llegar a España, en donde ha tenido una problemática de conducta y adicción. Según llegan a a nuestro centro, nos ponemos manos a la obra para ayudarles a que tengan una buena integración en España y un buen futuro», explica Desirée Jiménez, subdirectora de este centro.
Por «duelo migratorio», Jiménez se refiere a «todo el periplo que supone dejar atrás tu familia». «Tenemos que tener en cuenta que, cuando inician el proceso migratorio, son algo menos que adolescentes: 12,13, 14 años. Y, hasta que llegan a España, viven situaciones de soledad, donde no tienen un referente claro que les aconseje cómo llevar su vida. Es una edad bastante vulnerable. Sin esos referentes, es muy difícil saber qué está bien o qué está mal».
Algunos de los jóvenes han llegado en patera o bajo un camión, si bien es verdad que otros, en los últimos tiempos, están aterrizando en Barajas. «Hay chicos que han vivido en situación de calle en unas edades muy tempranas», explica Jiménez. La clave es conseguir en ellos una estabilización emocional. «Es algo fundamental a estas edades, porque la adolescencia es un propio trastorno de conducta: si no se encamina bien, surgen diversos problemas».
Además de los problemas de conducta, puede surgir uno de adicciones. O incluso se han encontrado con ambos en lo que se conoce como «patología dual». Y es que uno puede desencadenar otro. «Hablamos de sustancias tóxicas. Puede ser el alcohol o cualquier otro tipo de droga, algo que que en estas edades es muy complicado de gestionar». No debe cometerse el error de infravalorar el alcohol, debido a que es una «droga socialmente muy aceptada».
Para trabajar estos problemas, los educadores tratan, a través de talleres y rutinas, de encauzar el camino de estos jóvenes. «En estos casos, no hacemos distinción entre menores migrantes o nacionales: son adolescentes que necesitan una estructura de control».
¿El resultado? «Un alto índice de éxito en incorporaciones tanto formativas como laborales». Así, hay un perfil «muy marcado» de peluquería y cocina. «Todo lo que tiene que ver con hostelería y con peluquería les entusiasma. De hecho, ellos practican en el centro».
Por su parte, Ana Cristina Gómez Aparicio, subdirectora general de Protección a la Infancia de la Comunidad de Madrid, explica que, en líneas generales, llegan más chicos que chicas, con una edad media de unos 16 años, sobre todo procedentes del norte de África en general y de Marruecos en particular. Saben algo de castellano y, desde los centros de primera acogida, se prima su enseñanza, ya que va a ser «clave en su inserción laboral». «Lo aprenden muy rápido», apunta. Sin olvidar tampoco los «parámetros de convivencia en nuestro país».
«Llegan en unas condiciones en las que, a veces, hay que tratar de calmar toda la parte emocional. Vienen con una expectativa de que muy rápido van a obtener trabajo, y el permiso de residencia. Y hay que ajustar las expectativas que tienen», señala Gómez Aparicio.
Buena parte del trabajo consiste en averiguar «qué circunstancias familiares tienen, cómo han venido, si es una decisión propia, si es una decisión de la familia que les ha enviado... Muchas veces no tenemos información y esa es también parte del trabajo educativo: saber cómo se encuentran y qué proceso van a tener de integración: si se van a quedar en Madrid, si van a ir a otros países de Europa...». Y es que el objetivo de estos chicos es «trabajar e integrarse social y culturalmente. Vienen con una edad que, para nosotros, es la de una adolescente. Pero en sus países ya son jóvenes».
[[H2:«Antes, Madrid era una región de tránsito»]]
Como explica Ana Cristina Gómez Aparicio, «hace unos años» Madrid era sobre todo una comunidad autónoma «de tránsito» para los migrantes. Sin embargo, «en los últimos tiempos sí que observamos que se quedan en la Comunidad de Madrid. Empezamos a trabajar lo más rápido posible para que puedan obtener su permiso de residencia y de trabajo. Comenzamos a trabajar con ellos en los distintos recursos de la red de pisos. Y normalmente se quedan». Si bien antes era un perfil muy minoritario, cada vez, además, llegan más chicas.