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Gastronomía

Atrapallada, el puerto de mar de Arganzuela con una calidad-precio imbatible

María Ángeles y Kiko dirigen este destino gastronómico en el que, además del buen producto, destaca esa atención cercana que te obliga a volver

Kiko y María Ángeles, dueños del local LRM

Lo sabemos, esos clásicos de la buena mesa, que perduran en el tiempo, saben cómo mirar de reojo a las vacas flacas y apuestan por servir al comensal, fenomenalmente atendido, esos productos de calidad a un precio que corresponde con ésta son siempre una apuesta segura. No es que se nos olvide, no, lo que ocurre es que a veces tiran las tendencias y los establecimientos recién llegados a un escenario absolutamente abarrotado de conceptos calcados. Por eso, hemos decidido, y volveremos, repetir en Atrapallada. Situado en el cada vez más interesante, gastronómicamente hablando, barrio de Arganzuela, hemos compartido mesa con Kiko. Su mujer María Ángeles decidió quedarse con el negocio fundado por sus padres en 1977, quienes se jubilaron en 2014 y, un año después, sometieron al local a una reforma con el sello del estudio de arquitectura Zocco. Según entramos, nos encontramos con una vitrina repleta de ostras, carabineros, percebes, navajas, almejas, nécoras, salmonetes, un par de lenguados y una merluza. Productazo, sí. A la derecha, una barra larga resulta idónea para rendir culto a un picoteo maravilloso y al lado, unas mesas altas también se ocupan para el mismo disfrute.

¿Qué pedir? Las croquetas de carabinero o de jamón, la empanada gallega de bacalao, bonito o lacón, la ventresca de atún, los mejillones en escabeche hecho en casa, el brioche de pulpo, la gilda, la brocheta de zamburiña y gamba o cualquier marisco. Al fondo, se encuentra el comedor, con capacidad para 250 comensales, con otra mesa alta para seis. En definitiva, resulta el destino perfecto para la celebración de eventos, tomar unos pinchos y comer a la carta en un establecimiento que, además, cuenta con un horario ininterrumpido. Un apunte: podemos disfrutar de cualquier delicia desde las doce del mediodía hasta el servicio de cena, porque la idea, desvela Kiko, es apostar por el tardeo, ahora tan de moda. Es el motivo por el que es posible pedir un cóctel, ya sea un aperol para abrir boca, un negroni o un moscow mule para alimentar una sobremesa como las de antaño.

Pulpo a la gallega con sus cachelosLRM

Platos sencillos y honestos

Un sábado cualquiera, un equipo compuesto por 35 profesionales puede llegar a atender a 370 clientes, todos sabedores de que la filosofía de Atrapallada es el respeto absoluto y la puesta en valor de las materias primas. Tanto es así, que los pescados se elaboran con sencillez, a la plancha o al horno. Es decir, llegan a la mesa prácticamente sin manipular y sin salsa alguna, que altere el sabor del producto que es tratado desde el origen, ya que Kiko y María Ángeles se han encargado de buscar unos proveedores que también perduran en el tiempo, tanto los gallegos como los seleccionados en Mercamadrid. Y si el comensal demanda esta calidad, también exige ser atendido como se merece, de ahí que en esta casa destaque un servicio cercano y atento, que jamás sobre pasa esa línea infranqueable que no nos gusta a ninguno. Dicho esto, comenzamos nuestra cena con esa gamba blanca a la plancha maravillosa, que te traslada a cualquier chiringuito frente al mar, pero la carta anuncia también ostras, berberechos, zamburiñas, navajas y mejillones al vapor, entre otras buenas opciones, así que decidirse es complicado. El día de nuestra visita, eran cuatro las sugerencias del día: las nécoras gallegas, gambas cristal fritas con pimientos asados y huevo frito, salmonete de roca frito o a la plancha y el rodaballo salvaje. Un tesoro del mar que tomó la mesa en un punto perfecto y un sabor que indica la excelsa calidad del pescado. Comparte apartado con las lascas de merluza con pipirrana, el sapito al horno con refrito de ajos, con el bacalao confitado con crema de piquillo, la merluza y el lenguado. Antes, compartimos la alcachofa en flor a la parrilla con jamón y cremoso de parmesano, un entrante perfecto, como también lo es una refrescante ensalada de burrata con frutos del bosque y helado de albahaca. En la copa, un albariño, Veiga da Princesa. Ojo, tengan en cuenta en su visita que se encuentran en uno de los pocos destinos capitalinos en los que el arroz es buenísimo. Los hacen con carabineros, negro de chipirones y sepia y el ibérico con verduras. A las carnes también otorgan su importancia. De hecho, el chuletón de vaca vieja tiene su legión, lo mismo que el solomillo a la parrilla de vaca rubia gallega. Nos gustó el taco de presa ibérica asada a baja temperatura. Y si los platos salados son honestos, sencillos y ricos, lo son también los postres. Probamos las filloas de crema y la tarta de Santiago, bocados de los que no deben prescindir.