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Cívica, la otra Capadocia, es la excursión perfecta desde Madrid en 2024

La construcción, obra de la naturaleza y la mano del hombre, es un intrincado laberinto de galerías, escaleras y pasadizos

Cívica en Guadalajara
Cívica en GuadalajaraTurismo GuadalajaraTurismo Guadalajara

Guadalajara siempre sorprende. A un paso de Madrid, esta provincia alberga lugares como Brihuega, que estos meses está de actualidad ante la floración y recogida de las lavandas. Pero hay algo más. A un paso de esa villa está Cívica, una pequeña pedanía levantada sobre las escarpadas laderas de roca caliza que el río Tajuña ha ido horadando a lo largo de los siglos. Un espacio perfecto para una excursión en este recién estrenado mes de enero de 2024.

Cívica, o mejor dicho, el conjunto arquitectónico y natural que los pocos turistas que se dejan caer por la zona acuden a ver, emerge como un pequeño conjunto urbano, emplazado en este paraje de gran belleza, visible a pie de carretera y cubierto de una frondosa vegetación con arroyos y cascadas. Todo, acompañado de grutas, cavidades y corredores. Un lugar que recuerda a una película del espacio o a la Capadocia turca, con sus casas, profundas, excavadas en la roca.

Allí se entremezclan elementos arquitectónicos como escaleras, arcos, descansillos, puertas y balaustradas de piedra, que son obra del hombre. Al menos en un tiempo más reciente, con Don Aurelio, sacerdote de Valderrebollo. Este hombre, con algunos vecinos, realizaron estos trabajos en un lugar habitado desde hacía siglos. Es muy posible que todas las oquedades y galerías fueran utilizadas desde muy antiguo, quizá en la Edad Media, cuando pertenecía a la tierra de Atienza, como refugio de eremitas.

Y no es lo único por ver. A la izquierda de la carretera hay una impresionante cascada. Otra llamada visual y sonora espectacular para acudir a este lugar con especial encanto.

Cívica ya mereció mención por parte de Camilo José Cela, en su obra «Nuevo Viaje a la Alcarria». El Premio Nobel escribió que «Cívica semeja una aldea tibetana o el decorado de una ópera de Wagner. El viajero no estuvo nunca en el Tíbet pero se imagina que sus aldeas deben ser así, solemnes, miserables, casi vacías, llenas de escaleras y balaustradas, colgadas de las rocas y también horadadas en la roca». Un lugar que, desde entonces, atrapa con su arquitectura a todo el que por aquí se acerca.