Catástrofe

Los efectivos madrileños en Turquía: «Los perros son más fiables a la hora de buscar supervivientes»

LA RAZÓN habla con el Ericam tras su primer rescate. «Los supervivientes no oyen nada, solo gritan»

El aterrizaje de los efectivos madrileños a Turquía no pudo tener un comienzo más positivo: el rescate de un hombre de 65 años, sepultado bajo los escombros de lo que antes era su casa. Sin embargo, el momento no pudo tampoco ser más trágico: junto a él, se encontraba el cadáver de su hijo, de 32 años. Trece horas de trabajo en las cuales los 35 efectivos del Ericam –Bomberos de la Comunidad de Madrid, sanitarios del SUMMA 112 y guías caninos– vivieron lo mejor y lo peor de una tragedia humanitaria: la esperanza encarnada en los supervivientes, la pérdida a manos de un fenómeno natural indomable. Las últimas cifras hablan de 25.000 muertes, entre Turquía y Siria. Y cabe la posibilidad de que el número final supere los 50.000.

«Cuando vimos que estaba atrapado, se encontraban con nosotros personas del país. Les hablábamos en inglés, y ellos, en turco con el superviviente, que nos oía y gritaba», describe para LA RAZÓN Daniel de la Fuente, miembro del Ericam. «Al principio, cuando le sacamos, no sabíamos que el cuerpo que estaba junto a él era el de su hijo», añade. Es posible que ni el mismo hombre lo supiera. «Ellos, allí, estaban en la más absoluta oscuridad. Ni oyen ni ven nada ahí dentro, solo gritan. Y hasta que nosotros no les hablábamos desde fuera, no podían saber nada», añade. Así culminó una jornada dura y laboriosa, pero con la satisfacción final de haber salvado una vida.

Para todos aquellos que nos encontramos lejos de la hecatombe, De la Fuente describe cuál es la «fotografía» que puede verse ahora mismo en Alejandreta. «Si caminas por la avenida principal, conviven edificios que están en buen estado con otros que están completamente colapsados, con sus plantas superpuestas. No han caído a plomo, sino que se han ladeado y están apoyados unos sobre otros. Y si alguno estaba al lado de una finca vacía, se ha partido. Más que impactante, es un collage: ves que hay edificios que han aguantado y la vida sigue sin más, y otros en los que vivir en ellos es algo imposible», retrata. Así, buena parte del trabajo se está centrando en la retirada de escombros.

Mientras, «los temblores continúan. Es verdad que son de baja intensidad. De hecho, durante el rescate, los compañeros, que iban a gatas para entrar debajo del forjado, notaban cómo temblaba el suelo».

Geófonos

A la hora de buscar supervivientes, los efectivos están trabajando con geófonos –dispositivos que convierten el movimiento del suelo en una señal eléctrica– y perros. En ese sentido, los canes «son muy fiables y mucho más rápidos. Si un perro lo nota, el porcentaje de que haya dado con algo es muy elevado. Mientras, con un geófono, cualquier ruido de rotura de tubería, o de cualquier vehículo que esté pasando en ese momento, nos altera mucho la capacidad de escucha», explica De la Fuente. Así, el equipo se está centrando en búsquedas «a cierta profundidad».

La coordinación la está llevando una unidad de rescate del país, llamada GEA. «Está siendo muy sencillo y muy agradable. Son todo facilidades y estamos atendidos en todo momento», subraya.

Creado en el año 2007, el Ericam (Equipo de Rápida Intervención en Catástrofes de la Comunidad de Madrid) cuenta ya con un amplio historial en la respuesta a catástrofes humanitarias. Así, una de sus primeras misiones tuvo como escenario el terremoto de Haití en 2010, que se saldó con más de 300.000 víctimas mortales; un año después, y dentro de nuestras fronteras, acudieron a Lorca (Murcia), donde se produjo uno de los seísmos más devastadores de la historia reciente de España; en 2016, se desplazaron hasta Ecuador, donde un terremoto provocó centenares de fallecidos; y en 2017, ayudaron a las autoridades portuguesas en los incendios que extendieron por el centro del país vecino.