El Madrid de

Eugenia Tenenbaum: «Me frustra que nos siga costando llamar a las cosas por su nombre»

La historiadora que utiliza sus conocimientos y redes sociales para divulgar el arte desde una perspectiva de género

Eugenia Tenenbaum es historiadora del arte. Gallega afincada en Madrid, a través de sus redes sociales y Patreon se ha convertido en los últimos años en una de las divulgadoras digitales con más impacto de nuestro país. Su ámbito de especialidad es la perspectiva de género aplicada al mundo del arte. © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 26 06 2023
Eugenia Tenenbaum es historiadora del arte. Gallega afincada en Madrid, a través de sus redes sociales y Patreon se ha convertido en los últimos años en una de las divulgadoras digitales con más impacto de nuestro país. Su ámbito de especialidad es la perspectiva de género aplicada al mundo del arte. © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 26 06 2023© Alberto R. RoldánLa Razón

Gallega pero afincada en Madrid y conocedora de sus museos y artistas como pocas; cuenta con dos libros propios; y es una de las divulgadoras con más impacto mediático en la actualidad. Un currículum prominente teniendo en cuenta sus jóvenes 27 años. Hablamos de Eugenia Tenenbaum.

Estudió Historia y su especialidad es la perspectiva de género aplicada al mundo del arte. Fue en Madrid donde se familiarizó con la disciplina y descubrió que era lo que de verdad le gustaba. La Complutense fue el punto de partida y desde entonces no ha considerado marcharse de la ciudad. A Madrid le costó acostumbrarse y, en cambio, ahora reconoce sentirse atrapada: «Al principio de llegar a una capital tan grande, me comía. Tenía la sensación de que nunca terminaría de conocerla y me agobiaba. Ahora eso me encanta. A nivel cultural, Madrid es la mejor de España, aquí tengo la mayor parte de mi trabajo y audiencia, aunque es un problema de centralización porque otras comunidades se quedan desangeladas».

Además de su trabajo en redes, organiza ponencias, hace visitas guiadas y prepara talleres académicos, utilizando un lenguaje sencillo y no por ello superficial. Se le puede encontrar en institutos, el Museo del Traje, asociaciones vecinales, exposiciones en el Museo del Prado o Fundación Mapfre. Pero también comiendo unas guildas y un vermut en La Latina. «Hay que acercar a la gente temas que, pese a estar estudiados desde hace años, como la perspectiva de género, de clase y decolonial, ni han permeado en la academia y mucho menos dentro del imaginario colectivo».

Su público es mayoritariamente femenino y abarca una gran franja de edad, desde niñas adolescentes hasta mujeres jubiladas. El masculino está creciendo, pero muy lentamente porque «hay hombres que se lo llevan a lo personal». Lo explica porque «cuando perteneces a un colectivo que ha gozado de privilegios optan por la actitud defensiva, les pasa a ellos con las feministas o a las mujeres blancas respecto al antirracismo. Tenemos que trabajar el ego que impide reconocer los sistemas de opresión que han moldeado la historia».

El último libro, «Las mujeres detrás de Picasso», lo dedica a aquellas que merecían más de lo que la vida supo darles, una tarea que define como pendiente aunque difícil, pues «el pasado y sus personajes son una historia con minúscula que nos cuentan las personas que escriben la Historia con mayúscula». Reivindica las bibliotecas públicas porque sin ellas sus libros hubieran sido imposibles. Recomienda la del Reina Sofía o cualquiera municipal. Los lugares que más echaría de menos son las librerías Mujeres en Sol, o Mary Read entre Tirso de Molina y Atocha. «Escribir supone un ejercicio de introspección. Me ha permitido conocerme, entender los vacíos de mi formación y poner el foco en ellos», manifiesta.

Entre sus descubrimientos durante la preparación, le sorprendió que Salvador Dalí fuese «misógino con las mujeres, fascista y problemático»; o que Paul Gauguin «se dedicara a explotar sexualmente a menores en Haití». Las causas de que esto no sea conocido para muchos se deben, según la divulgadora, a que «sigue costando llamar las cosas por su nombre y nos da la sensación de que la historia que conocemos es neutral y no posicionada políticamente. Lo que nos llega son figuras idealizadas porque quienes han generado los discursos tienen unos sesgos personales e ideológicos».

Obra y artista

El archivo de Arkhé, la Casa México o el Museo del Romanticismo son esos lugares que no se cansa de frecuentar ni deja de aprender, pues aboga por «ser consciente de nuestras inconsciencias». A Tenenbaum le frustra que «se genere antes rechazo a la hora de añadir información, en lugar de que fuese ocultada en un primer momento». Del mismo modo, se desvincula del conflicto entre obra y artista porque «se produce un malentendido bajo el argumento de que los museos y estanterías se quedarían vacíos. Sin embargo, no conozco a ninguna profesional que exija la censura de libros u obras. Lo que demandamos es un cambio de discurso y reinterpretación del mismo. Seamos cuidadosas y rigurosas con lo que contamos», concluye.