Incendio en Madrid
«Había gente atrapada entre las llamas aporreando el cristal y suplicando auxilio»
Una testigo de la mesa contigua al lugar donde se originó el fuego en el restaurante de Manuel Becerra en el que murieron dos personas relata el horror que vivieron en solo unos minutos
Han pasado dos días desde que se produjo el incendio del restaurante italiano de la Plaza de Manuel Becerra «Burro Canaglia Bar & Resto» y a Lourdes aún le siguen temblando las piernas. Se le estremece el alma cuando habla de lo ocurrido en el local en el que perdieron la vida una clienta y un empleado y otras doce personas resultaron heridas.
Lourdes había pedido cenar en la terraza del restaurante, pero la noche del viernes se levantó aire y telefoneó al restaurante para solicitar que les hicieran un hueco en una mesa del interior, que justo fue la contigua a la mesa en la que se inició el fuego.
Eran las 11 de la noche y se disponía a cenar junto a su marido, su hijo y su nuera y dos amigos más con los que había quedado. Acababan de servirles las bebidas cuando «vimos que el camarero ponía sobre la mesa a unas chicas una bandeja en llamas (la “pizza inferno”, que forma parte de la carta). Lo que ya no sé es si el camarero flambeó el plato con un soplete allí mismo o si ya lo traía preparado. Pero el restaurante estaba lleno de flores secas y la mesa en la que se originaron las llamas estaba situada junto a una columna envuelta también en flores secas».
Lourdes recuerda que al prenderse la columna, el camarero intentó sofocar el fuego con un delantal o un paño. «Mi hijo incluso echó una jarra de agua y el camarero se lanzó corriendo a por el extintor, que se encontraba muy cerca». Sin embargo, en pocos segundos las llamas se propagaron por todo el techo completamente tapizado de flores, lo que pudo acelerar la combustión.
Lourdes cuenta que la mesa en la que se desató el fuego se encontraba próxima a la puerta de salida, la única vía de entrada y de escape del establecimiento. Además, se da la circunstancia de que el local tenía una planta en forma de ele, con lo que la clientela que se encontraba en el centro del local (en ese momento casi lleno) y en el fondo, no se percató en un primer momento de lo que ocurría y no pudieron reaccionar de inmediato. Los que presenciaron la escena se quedaron paralizados porque no imaginaban el alcance ni la velocidad que alcanzaron las llamas en apenas unos segundos. «De repente un camarero nos dijo: “¡rápido, salid!”. Y nos levantamos de inmediato y ahora recuerdo que lo hicimos ordenadamente, casi incrédulos y sin conciencia de estar asistiendo a una tragedia como la que ocurrió en este restaurante al que ya habíamos ido varias veces».
Recuerda que la gente se empezaba a agolpar en la puerta de salida, de apenas un metro envueltos en una nube de humo, pero pronto se vieron en la calle por su cercanía a la salida. Lo peor vino después. «Estábamos en la calle tosiendo, con los ojos enrojecidos y mi hijo fue corriendo al parque de bomberos de Manuel Becerra. Fue el primero en dar el aviso de que el restaurante se estaba quemando. Mi hijo cuenta que los bomberos salieron de inmediato. Pero cuando fuimos conscientes de lo que estaba ocurriendo es cuando vimos a la gente atrapada entre las llamas al otro lado del cristal del restaurante aporreándolo y suplicando auxilio. Fue angustioso, agobiante y estremecedor». En ese momento, varias personas se lanzaron a romper el cristal con la base de las sombrillas metálicas aprovechando los picos que tenían. Pero los impactos solo consiguieron cuartear el cristal. Fue el momento en el que la puerta de salida del local quedó atascada y era imposible encontrar una escapatoria.
«De ponto un chico joven apareció. No sé si tenía a algún familiar dentro o pasaba por la calle, pero se lanzó con garra y coraje a desbloquear la puerta de salida, arrojó a la calle con ímpetu el mueble que decoraba la entrada para facilitar el paso y sacó a una chica con la cara enrojecida y luego a más personas».
Lourdes cuenta situaciones desgarradoras como las de dos chicas que habían logrado salir con vida del restaurante y echaban en falta a una tercera amiga con la que habían quedado a cenar: «¡Sara, Sara, ¿dónde está Sara?» clamaban a las puertas con desesperación.
Después, Lourdes y su familia y amigos se fueron apartando del local porque el aire empezó a convertirse en irrespirable por la densa nube de humo negro y las llamaradas que salían del interior.
No es la primera vez que Lourdes roza la tragedia. También recuerda que logró salvarse del 11-M por que ese día madrugó un poco más de lo habitual y, en lugar de coger el tren que la llevaba de Entrevías a Atocha a las 7:27 horas de la mañana, decidió subirse al de las 7:23. Ahora respira aliviada, aunque no deja de pensar en lo que podía haberle ocurrido a ella y su familia. «Por fortuna podemos contarlo, pero fue terrible presenciar ese horror».
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