Los trabajos y los días
Un hombre valiente
"Es como si fuéramos incapaces de afrontar la vida sin que nos sostenga la muleta de algún tranquilizante"
He conocido a un hombre que dice que no teme a la muerte, como Miguel Hernández y los vaqueros de Sergio Leone. Cuando llegue la hora fatal, asegura, prescindirá de paliativos y morfinas para mirarla de frente.
–Quiero saber lo que es– me cuenta con la comodidad del que se encuentra a gusto con sus palabras.
En este mundo de tanto opiáceo, como si hubiéramos adquirido el hábito de vivir con el temblor del miedo y ya fuéramos incapaces de afrontar la vida sin que nos sostenga la muleta de algún tranquilizante, resulta insólito dar con peña de esta horma. Personas que han decidido encarar la muerte sin recurrir a morfinas y anestésicos. Y que, con la seguridad de los que no temen nada, reconozcan que desean confrontarla con la valentía que definiría a un jinete de la Brigada Ligera.
Quizá es el resultado de una vida monótona, privada de altibajos. Una existencia que le ha abocado a convertir la última hora en el momento sublime de su existencia. Pero no deja de asombrar que en esta sociedad de fentanilos, que embalsama el dolor detrás de la sedación de las pantallas y la química farmacológica, aún pervivan almas con hechuras tan fordianas. Gente provista de esa determinación que les conduce a despreciar cómodos bálsamos medicinales y que, en la partida final, apuesta por no retirar la mirada.
Los acontecimientos excepcionales brindan la oportunidad de comportarse como héroes a individuos de enorme mediocridad. Fulanos, que en su desenvoltura diaria no serían merecedores de un encomio, alcanzan grandes honores por una gesta puntual antes de retirarse de nuevo a sus medianías. Pero los años van enseñando a desconfiar de las nombradías que aportan las hazañas y a apreciar mejor a seres que deciden acercarse al final no como un enfermo, sino con los ojos abiertos y la curiosidad de un entomólogo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar