Opinión

LOSU: La ley del gato por liebre

La norma es una catástrofe técnicamente. Recoge el objetivo de que la financiación alcance el 1%. Este Gobierno incurre en el «yo invito y tu pagas la fiesta»

Universidad Complutense Estudiantes
Universidad Complutense EstudiantesJesús G FeriaLa Razón

Todo el esfuerzo que la sociedad española ha realizado en las últimas décadas para modernizar la universidad, abrirla a Europa y liberarla de aquellos viejos vicios que retrató Pío Baroja en «El árbol de la ciencia», se viene abajo con la aprobación de la Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU), enésimo despropósito legislativo del Gobierno sanchista. ¿Quedará algo en pie en España tras el paso por Moncloa de estas hordas populistas? Afortunadamente, ya falta menos para el cambio de ciclo, pero no será nada fácil recomponer los destrozos. Y le tocará hacerlo, una vez más, al Partido Popular. Entretanto, no minusvaloremos la fiereza del jabalí herido: ahora que se saben en las últimas, sus dentelladas son aún más peligrosas. Quieren dejar tras de sí un campo minado contra el futuro ejecutivo.

Lo comprobamos en la redacción definitiva de esta ley panfletaria, resultado del mercadeo del Gobierno con Bildu y ERC para sacar adelante los Presupuestos. Sí, a cambio de unos cuantos meses más en la poltrona, a Sánchez no le importa seguir dando poder a los grupos antisistema y dinamitando la cohesión territorial de nuestra nación. La LOSU, que ya era muy mala como anteproyecto, en su versión final es aún peor. Los enemigos declarados de España han introducido, vía enmienda, la coletilla de que será una nueva «función fundamental» del claustro «analizar y debatir temáticas de especial trascendencia».

Es decir, han logrado desactivar «in extremis» la reciente sentencia del Tribunal Supremo que falló en contra de la Universidad de Barcelona y la Universidad Politécnica de Cataluña por apoyar el «procés» y quebrar así la neutralidad y el respeto a derechos fundamentales en el ámbito universitario. De modo que toda la podredumbre y asfixia de la libertad que algunos equipos de gobierno universitarios vienen consintiendo y amparando en Cataluña, queda ahora bendecida por una ley estatal. Indignante y delirante. Como ha denunciado el rector de la Universidad de Salamanca, es un «bodrio, una ley nefasta, han hecho un pan con unas tortas, nos han dado gato por libre y va a generar muchos problemas». El mismo rector ha manifestado que con la LOSU «hay un riesgo muy alto de desintegración del sistema universitario español».

Esta incorporación de las «temáticas de especial trascendencia» es justamente el único ingrediente que le faltaba a la nueva ley para convertirse en un cóctel explosivo al servicio del descrédito y la politización de la universidad. Ya en sus anteriores borradores, la LOSU recogía otros postulados inasumibles que, lamentablemente, también se mantienen en su redacción definitiva: el más grave, la eliminación del requisito de ser catedrático de universidad para poder optar al cargo de rector. Es decir, por un lado, la nueva ley deja campo abierto para que personajes de nula talla académica puedan convertirse en rectores, y, por otro, gracias a la modificación de última hora, se da cobijo a cualquier propósito de convertir la universidad en un instrumento de propaganda y agitación.

Al mismo tiempo, la LOSU es una catástrofe, técnicamente. Recoge el objetivo de que la financiación universitaria alcance el 1% del PIB, sin ningún atisbo de rigor y con altas dosis de irresponsabilidad. De nuevo -y sucede muy a menudo, con este Gobierno- incurren en el «yo invito, y tú pagas la fiesta», porque son las comunidades autónomas las que financian las universidades públicas y, ni la ley recoge memoria económica alguna que haga viable ese escenario financiero, ni el Ministerio ofrece soluciones razonables.

Todo ello, además, nos llega envuelto en los habituales argumentos-calcetín de este Gobierno, consistentes en darle la vuelta a lo que está sobre la mesa y pretender que se trata de lo contrario, o de cosas que nada tienen que ver: se atreven a decir que se quita la condición de que el rector sea catedrático «para favorecer a las mujeres», se politizan sin disimulo las universidades «para hacerlas más participativas» e, incluso, tienen el desparpajo de escribir negro sobre blanco un porcentaje de financiación que no tienen con qué pagar. Sí, acierta el rector de Salamanca: con la LOSU nos dan gato por liebre.