Dos meses del incendio de Tres Cantos
La noche en que ardió la finca de Miguel de las Heras: «Mircea fue un héroe. Lo lógico es que hubiéramos muerto todos»
Padre e hijo reviven dos meses después del incendio de Tres Cantos cómo falleció Mircea y cómo el fuego acabó con 18 caballos
Miguel de las Heras, de 83 años, todavía no ha podido volver a mirar el coche por dentro. Ahí sigue desde el 11 de agosto por la noche, cuando el fuego quemaba su finca, cuando el cielo estaba completamente rojo, cuando todo era humo y el suelo cenizas, y él, que bajaba en su vehículo a buscar a su hijo, también Miguel de las Heras, justo chocó con Mircea, que quería escapar con Miguel hijo del lugar.
Miguel hijo estaba en las cuadras con los caballos. La finca, construida en 1997 en una parcela en Tres Cantos, es tanto vivienda como refugio de 18 de estos animales, que murieron todos. Mircea, mecánico rumano de 50 años, era amigo de la familia. Ese día, como solía hacer otras veces, acudió a la finca a reparar el coche de Pepín, un amigo. «Yo no vi el fuego hasta que mi padre me lo dijo. Y desde que la vi hasta que llegó aquí fueron unos 10 minutos», cuenta Miguel hijo en el porche de la vivienda. Mircea estaba con el coche y al ver el fuego quiso salir a avisar a su suegra, que estaba en otra parcela por la zona, pero cambió de opinión y rodeó la cuadra de los caballos, sin salir de la finca según Miguel, para buscar a Miguel hijo, que estaba con los animales.
Miguel padre había subido con el coche a por ayuda y para abrir las puertas de la finca. En ese lapso de tiempo, Mircea le grita a Miguel hijo que suba al coche. «Me metí volando al coche», cuenta Miguel hijo.
Mircea entonces sube por la cuesta para huir. Y ya casi en la salida de la finca, a unos 50 metros de la puerta, con todo el humo y el fuego de por medio, se choca con Miguel padre, que bajaba rápido a buscar a su hijo. El coche de Miguel padre se incendia, y este sale como puede –no recuerda bien cómo lo hizo. Miguel padre le abre la puerta del coche a Mircea y ve que está su hijo también dentro. Pero este se queda encerrado.
«Yo intenté salir, pero abrí la puerta y me quemé. Y hacía tanto viento que no podía. Yo sentía que me estaba quemando dentro del coche y me puse nervioso. Fui al otro lado, con tal mala suerte que le di algún botón del coche y se me cerraron las cuatro puertas. Me quedé bloqueado de los nervios. Hasta que me quedé en el lado del conductor. Y vi dos botellas de agua. Una me la bebí hasta la mitad y la otra parte me la tiré por todo el cuerpo. Eso me relajó», cuenta Miguel hijo. No poder salir fue, paradójicamente, lo que le salvó la vida. «Mircea se bajó del coche y vino a ayudarme a apagar el mío. Y unos metros más allá, una bola de fuego enorme y veloz lo alcanzó y lo abrasó», dice Miguel padre. «Yo me quemé el pelo, la espalda, brazos y piernas pero no tuve grandes cosas», dice, y añade que todavía tiene algunas costras y un dolor en la rodilla. «Chocamos porque no se veía nada: era ceniza y polvo negro y humo. No lo vi ni él a mí. Él era un gran conductor. Si no hubiésemos chocado me habría quemado yo porque mi hijo estaba ahí abajo y no lo iba a dejar ahí».
Cuando Miguel hijo sale del coche, ayudan a Mircea, que justo ahí le pide un favor a Miguel hijo: «Mircea me dijo “Quiero que le digas a mi mujer que la quiero, que a mis hijos los quiero”. Y ese encargo lo hice. Y para mí fue el peor momento de mi vida».
Dos amigos de Mircea, Relu y Ciprian, hablaron con su mujer, Elena, y llegaron a la finca de Miguel. Relu le puso al teléfono a su mujer. También llegó a la zona Pepín, que logró conducir a los guardias civiles al lugar donde estaba Mircea. «Dos horas tardó en venir el helicóptero de la Guardia Civil desde que llamé», dice Miguel padre. Entre todos lo acompañaron como pudieron. Mircea estaba sufriendo. Hicieron una camilla improvisada con unas telas que sacaron del camión de Pepín.
«Para mí ese hombre es un héroe», dice Miguel hijo. Mircea era un amigo de la familia. Se conocían desde hacía 20 años. «¿Se estropeaba un coche? Mircea, vente. Se ganaba sus pesetas. Era más que un amigo», dice Miguel padre. Y añade: «El fuego era muy virulento. Estaba todo rojo por encima. Lo lógico es que hubiéramos muerto todos. Quedamos vivos los que quedamos de milagro».
Miguel padre apunta a que el fuego podría haberse originado en una parcela de Tres Cantos, cerca de las casas de la zona nueva. Allí hay dos torres de Red Eléctrica. Estas están precintadas por la Guardia Civil. Fuentes de la Benemérita confirman que el asunto está en investigación judicial y por ahora sigue sin conocerse el origen del incendio en el que se calcinaron casi 2.000 hectáreas.
Además, también hace responsable al Ayuntamiento. El camino para llegar a la finca se llama Camino de la Vega del Registrador. Solo tiene un acceso por coche y es por la carretera de Soto de Viñuelas. En el otro extremo, el camino está cortado. «Los bomberos habrían llegado en cinco minutos. Ese camino no lo han arreglado nunca», dice Miguel padre. «Aquí en la finca no cayó ni una gota de agua ni llegó ningún bombero», añade Miguel hijo.
Miguel padre también dirige la mirada a los ganaderos y al cuidado de la finca. «Este año ha pasado esto porque los ganaderos tenían el pasto así de alto (y señala una altura de un metro). Los ganaderos hace 30 o 40 años tenían unas 100 vacas ahí. Hoy tienen 20-30. ¿Qué pasa? Que no se lo pueden comer». Aunque al final fue el viento y las circunstancias lo que agravó todo, dice. En la finca todavía está el coche de Miguel padre que se accidentó esa noche. Justo a su lado, hay una corona de flores que llevó Elena, la viuda, en recuerdo de Mircea.
(El Ayuntamiento, gobernado por el PP, presentó en mayo de 2024 el «Proyecto Ciudad», una estrategia de transformación urbanística del municipio. En el proyecto se ve cómo la zona que se ha quemado está prevista para urbanizar. Y hay un modelo en el que esa carretera cerrada para llegar a la finca estaría conectada con el resto del pueblo.)
Miguel padre también dirige la mirada a los ganaderos y al cuidado de la fincas. «Este año ha pasado esto porque los ganaderos tenían el pasto así de alto (y señala una altura de un metro). Los ganaderos hace 30 o 40 años tenían unas 100 vacas ahí. Hoy tienen 20-30. Sin embargo el terreno que tienen para pasto para su ganado es para 100. ¿Qué pasa? Que no se lo pueden comer». Aunque al final mucho tuvo que ver el viento, las circunstancias, dice.
Miguel hijo se encargaba de la hípica, aunque antes trabajó con una imprenta de su padre. Según los dos ahí acogían a caballos de conocidos o amigos. Miguel hijo tenía 4: Viso, Horizonte, Danco y Pestañas. En total eran 18, y esa tarde noche se quedaron en sus cuadras, seguramente asustados, y no pudieron salvarse.
—Pestañas, Fandango, Hidalgo, Peregrino…
Dice Miguel hijo mientras señala cada cuadra en ruinas, y resopla.
—Faro, Garabato, Horizonte, Rambo, Ulises, Danco, Vox…
Después de todo, dice Miguel hijo: «Tengo que seguir fuerte. Pero internamente estoy destrozado. El psicólogo me ha venido bien». Un informe que encargó a unos expertos Miguel padre ha hecho una valoración de pérdidas que, sin contar con los caballos, ronda los 750.000 euros, pero existen muchos más daños que tendrá que asumir porque no tenía seguro –porque dice que «nadie le hace un seguro en zonas rurales».
Dice Miguel padre que al hijo de un amigo, al que estaban enseñando a montar a caballo, le contó casi entre lágrimas: «Los caballos están todos en el cielo, en unos prados verdes con un arroyo precioso. Está Mircea y otros más cuidando de ellos». En la finca todavía está el coche de Miguel padre que se accidentó esa noche. Justo a su lado, hay una corona de flores que llevó Elena en recuerdo de Mircea.