Historia

Nuccio Ordine y López de Hoyos (I)

El maestro murió en Madrid el 28 de junio de 1583. Un par de días después se empezó a levantar acta de sus bienes. El único testimonio de los libros que tuvo es de una ejecución pésima. Menudo escribano inútil

Lápida conmemorativa de los estudios de Miguel de Cervantes en la calle de la Villa
Lápida conmemorativa de los estudios de Miguel de Cervantes en la calle de la VillaLR

Pocas veces ha tenido tanta repercusión en los medios la concesión del Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, precisamente, a un humanista. Este año se le ha concedido a un pensador calabrés, Nuccio Ordine, cuya fama radica –en España– por haber publicado en Acantilado (¡qué gran editorial de editores de libros y no de traficantes de páginas!) aquel famoso «La utilidad de lo inútil». La primera edición fue de Bompiani, Milán, 2013.

Ese acontecimiento intelectual tuvo lugar a la par que Sandel publicaba, «What Money can´t buy», que llevaba por subtítulo una aseveración monumental, «los límites morales de los mercados». Sandel fue premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2018. El libro, hasta donde yo sé, no fue traducido al español hasta 2021. En él se habla mucho de ética y de dignidad.

Coincidían estos momentos con ciertas investigaciones que andaba haciendo un servidor sobre Juan López de Hoyos. Fruto de esas investigaciones fue la primera biografía que se escribió sobre el maestro de Cervantes y que publicó en 2014 La Esfera de los Libros, «Juan López de Hoyos. Un maestro en tiempos de Felipe II».

De entre toda la documentación que manejé, me impresionó, y aún me impresiona, el levantamiento del inventario post mortem.

Juan López de Hoyos murió en Madrid el 28 de junio de 1583. Un par de días después se empezó a levantar acta de los bienes del maestro. Lo único malo de ese inventario fue que lo levantó un escribano inculto, insensible, algo animal de pensamiento, porque lo mismo le dio describir los tablones que había para sentarse, como los libros de Juan…, muchos de ellos, por cierto, conocidos por Cervantes, claro.

El meollo de su inventario, habida cuenta que no eran las obras de arte, podría ser su biblioteca. Y allá queme metí en su casa, tras los pasos del escribano escuchando el soniquete del dictado de los títulos de libros para que el escribiente fuera levantando acta. Pero… ¡vaya dos!Porque el inventario de la biblioteca, que es el único testimonio fehaciente de los libros que tuvo López de Hoyos, de los que tuvo, leería y transmitió a sus alumnos, es de una ejecución pésima. Menudo escribano inútil. Cuánto daño nos hace su inutilidad porque nos imposibilita saber de verdad los libros de Juan López de Hoyos.

Lo primero que he de decir es que la biblioteca era espectacular, tenía 447 entradas (acaso un número menor de libros y algo mayor de volúmenes) que si para estos días que corren de la cultura banal son muchos, imaginemos para el XVI.

Tenía todos los clásicos que podamos imaginar. Al menos sus nombres: Cicerón hay por decenas; Aristóteles repartidos por todo el inventario, César, Ovidios (leo la entrada 58 y sonrío recordando al humanista de Cervantes, «Otro libro de las Metamorfosis de Ovidio»; también en [287]), Salustios, Sénecas, Apuleyos, Catulos, Plautos, Terencios y Suetonios, Plinios, Horacios, Quintiliano, todo, todo..., incluso «otro libro que se intitula poloxía [sic] platónica».

Tenía obras de religión, por supuesto, y Trento en varias versiones. Comentarios a o de las Sagradas Escrituras.

No podían faltarle los libros de gramática al uso, los Vallas, Nebrijas y Calepinos; abundantes léxicos; retóricas; manuales ortográficos e incluso la «palinodia Laurencio Palmireno». ¡Hasta «otro libro de elegancias»! o aquel «Otro libro Laurençio Vala». Varias veces aparecen libros de Marsilio Ficino; así también «las declinaciones de los nombres y los pronombres».

Curiosamente, es de los pocos que, como se demuestra en su Don Carlos, era helenista: en su biblioteca hay «Otro libro de griego», o un «Lexicon grecon». También poseías libros judaicos: «Otro libro siete cuerpos de libros ebraicos».

También libros médicos, de Villalobos, de Hipócrates, de Galeno, regimientos contra la peste…

También tenía aquellos libros de los que mamó para escribir los suyos propios; poseía varios manuscritos y, además, me gustaría destacar, que tenía «Otro libro de los milagros de Nuestra Señora de Monserrate», tal vez el de Virués, tan ponderado por Cervantes en el donoso escrutinio. Entre los libros citados por Cervantes que también tenía López de Hoyos, hay un Dioscórides, Galeno, la Política de Aristóteles, mucho Ovidio (y vuelvo a recordar, pesadamente, la burla al humanista) Plinios, san Agustín, Virgilios, Mejías, y llama la atención unos Emblemas de Alciato…

Pero no podemos saber qué libros en concreto, porque no se citan los títulos de cada obra…, ¡o mejor que no lo hiciera el escribano ignorante! Porque, veámoslo: en el inventario hay seis alusiones a obras de Erasmos, pero hechas de esta manera: «Otro libro que se intitula Herasmo», «Otro libro intitulado Herasmos», «Otro libro intitulado Herasmo», «Otro intitulado Herasmo», «Otro intitulado epistola de herasmo», «Otro intitulado Enquiridion».

(Continuará)