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Historias

La odisea de un profesor de Móstoles al tratar de llegar en tren a su trabajo y su escapada a pie por la llanura

El docente, que acude diariamente desde Ciudad Real al centro de FP Simone Ortega quedó varado, junto a otros 200 pasajeros, en medio de la nada

Lo que debía ser un trayecto de poco más de una hora entre Puertollano y Madrid se convirtió ayer en una auténtica odisea para cerca de 200 pasajeros atrapados en un tren lanzadera tras el apagón en una situación que bien podría parecerse a la de cualquier capítulo de una serie de televisión. Entre ellos se encontraba José Ángel Sánchez, profesor del centro Simone Ortega de Móstoles, en su intento por llegar desde Ciudad Real, la localidad en la que vive, hasta el centro integrado de FP madrileño, donde imparte clase en horario de tarde. Sánchez cuenta la angustiosa experiencia vivida durante más de seis horas de espera, confusión e incertidumbre en mitad del campo manchego en un trayecto que recorre a diario hasta llegar a Madrid a impartir clase.

El tren partió puntualmente de Puertollano a las 12:08 y, tras una breve parada en Ciudad Real, a las 12:35 se detuvo completamente en un punto remoto entre Fuente el Fresno, Malagón y Urda. “Al principio pensamos que era una parada técnica más, porque habitualmente el tren se suele parar en algún punto, pero el interventor nos dijo que había una caída de tensión y que no sabía cuánto tardarían en solucionarlo”. Lo que siguió fue un calvario bajo un sol de justicia, sin cobertura móvil estable y sin protocolos claros de actuación. El tren, varado en un triángulo de vías en plena llanura, apenas ofrecía protección frente al calor. Las máquinas de vending estaban vacías y el interventor proporcionó las pocas botellas de agua que había disponibles. “Por suerte, siempre llevo un termo con agua y frutos secos”, señala el docente. El interventor permitió a los pasajeros bajar a las vías para estirar las piernas, pero la incertidumbre crecía. Tres horas después, la tensión entre los pasajeros comenzó a subir. Algunos querían marcharse por su cuenta. “Uno decía que conocía la zona y que podíamos caminar hasta el pueblo más cercano, pero el interventor nos advirtió que si alguien se iba, él se exponía a consecuencias legales”. La llegada de un equipo de mantenimiento con garrafas de agua y galletas fue un alivio mínimo, especialmente para los viajeros con necesidades especiales, como personas diabéticas o mayores.

Ante las pocas señales de mejora, Sánchez tomó la iniciativa de abandonar el tren y marcharse a pie a la vista de que el pueblo más cercano se encontraba a 15 kilómetros. A él se unieron una pareja con sus cuatro hijos, una mujer con un familiar con Alzheimer, además de otros pasajero. “Ya no podíamos esperar más porque no había un plan B. Caminamos por una carretera rural sin saber muy bien a dónde íbamos”. A mitad de camino, apareció la Guardia Civil, que estaba rastreando la zona en busca de los trenes parados. Un agente pudo trasladar a algunos en su vehículo. El resto, como Sánchez, caminó 5,5 km hasta que un vecino, Pedro, administrador del Hospital de Alcázar de San Juan, que pasaba por la zona para supervisar su olivar los recogió y los llevó primero hasta Fuente el Fresno y, después, hasta Ciudad Real, donde sus familias pudieron acudir a buscarlos sobre las 18:30 horas. El resto de viajeros no fueron rescatados hasta las 00:00 horas.