Emergencias

Los operarios madrileños ya salvan vidas en Turquía: trece horas de rescate

Rescatan a un hombre de 65 años, atrapado en los escombros de un edificio. Junto a él, yacía el cuerpo de su hijo, de 32

Más de 11.000 fallecidos y decenas de miles de heridos, víctimas de una fuerza indomable de la naturaleza. Turquía y Siria son hoy escenarios donde la destrucción y el luto no dejan resquicio para la esperanza. En medio del caos, la Unidad Especial de Emergencia y Respuesta Inmediata (Ericam) de la Comunidad de Madrid da pequeños pero vitales pasos para arrojar un poco de luz en el que ahora mismo es el rincón más oscuro del planeta. Cualquier ayuda es clave, incluida la que prestan las propias víctimas. Así ocurrió ayer, cuando la voz de un hombre, de 65 años, sepultado bajo los escombros de un edificio derruido de Alejandreta fue determinante para su rescate. Como afirman desde el 112 Emergencias, se trataba de un sonido «sordo», difícilmente audible, pero supuso un primer «hilo» del que tirar. Desgraciadamente, no se pudo salvar la vida de su hijo, de 32 años, y ya fallecido en el momento del rescate.

«Ha sido una intervención muy dura y triste. Sabíamos que había una persona viva entre los escombros, atrapado entre dos losas de hormigón. Le oíamos hablar, pero, a lo mejor, no lo podíamos sacar. En un momento dado, se me cayó el mundo encima», comentaba Annika, una de las trabajadoras del Ericam. «Pero no podíamos dejar a esa persona allí. Para eso tenemos estas herramientas y todo lo que hemos entrenado durante tantos años», añadía la operaria. Así, ayudándose de puntales metálicos, y en medio de una zona inestable, con continuos desplazamientos de losas, pudieran acceder hasta estas dos personas. Trece horas de trabajo hasta sacarlos, como afirmaban los propios operarios. El superviviente estaba deshidratado, pero se encontraba en buen estado.

En resumen, una misión laboriosa pero «bonita», en la que se ha podido salvar una vida que parecía destinada a desaparecer. Ahora, todos esperan que sea la primera de muchas más. «Hay muchas ganas de seguir trabajando», aseguraba Ester Armela, del Summa 112.