Medio Ambiente

La emergencia climática llega al Mediterráneo

El Gobierno acaba de declarar la emergencia climática en línea con la que hiciera el Parlamento Europeo el pasado diciembre. El calentamiento global se sitúa en lo más alto de la agenda política en la misma semana en que los líderes económicos se reúnen en Davos con la crisis ecológica como primer riesgo financiero. Este mes de enero entramos en la que se considera la década decisiva de adaptación climática.

¿Cómo y quién elige los nombres de las borrascas?
¿Cómo y quién elige los nombres de las borrascas?NACHO DOCEREUTERS

El actual Gobierno acaba de declarar la emergencia climática con la intención de aprobar 30 líneas de acción en sus primeros 100 días de actividad. Sigue así la línea de ciudades como Barcelona o en el plano internacional la Unión Europea. Y es que estos últimos años las evidencias del cambio climático son palpables. La borrasca Gloria de los últimos días vuelve a dejar efectos adversos en el litoral Mediterráneo y ya van cuatro en un año. “En doce meses se han producido cuatro Depresiones Aisladas de Niveles Altos (DANA). La primera fue en Semana Santa, luego llegaron las de septiembre y octubre y ahora sucede de nuevo. Estas borrascas explosivas cada vez afectan más al Mediterráneo; cada dos años hay al menos hay un episodio importante. Además, ya no tienen un calendario fijo circunscrito a otoño. Ahora ocurre en cualquier estación; se están registrando lluvias de más de 300 litros por día este mes de enero en el Levante”, afirma Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante.

Que el calentamiento es global lo demuestra el hecho de que “el deshielo del Ártico incida directamente en lo que ocurre en la Península y es que la corriente atmosférica que normalmente iba de Estados Unidos a Europa arrastrando las borrascas ha cambiado y se ha hecho más inestable. Ahora va más lenta y se mueve dibujando meandros. Dicha corriente se encuentra, encima, un ambiente más cálido y húmedo en el Mediterráneo produciendo estas borrascas tan intensas”, continúa Olcina.

De hecho, desde los años 80 la temperatura del Mare Nostrum ha subido 1,3º, lo que significa que en verano tenemos la temperatura de un mar tropical. Esto hace que liberen mucha energía y formen muchas nubes, cuando llegan las corrientes frías.

Aparte de los temporales, la temperatura media ya ha subido 0,8º en los últimos 50 años. Eso significa que cada vez queda menos margen para mantener las temperaturas por debajo de los 1,5º recomendados por la ciencia. El área del Mediterráneo es, junto a los polos, una de las zonas del planeta más sensibles a todos estos cambios: “Por un lado, cada año tenemos más olas de calor y más noches tropicales y, por otro los fenómenos extremos se vuelven más frecuentes”, recuerda Olcina. En este sentido, la Agencia Estatal de Meteorología señalaba en diciembre que 2019 cerraba la que ha sido la década más cálida desde que se tienen registros. Si la temperatura global ha subido 1,1º desde la era preindustrial, en España este aumento roza los 1,7º. Y desde los 70, asegura la Organización Meteorológica Mundial, cada década ha sido más cálida que la anterior. Mientras, lo que ocurre en la corriente atmosférica también afecta al verano austral. Las altas temperaturas que se producen durante muchas jornadas seguidas provocan sequía. El caldo de cultivo perfecto para los incendios que se están produciendo en Australia.

La declaración del estado de Emergencia Climática coincide con la semana en que se celebra El Foro Económico Mundial de Davos. Dicha reunión junta a los responsables de las 100 firmas más grandes del planeta y este año ha adaptado su discurso a la urgencia climática. La presencia de activistas sociales como Greta Thunberg da cuenta de que al menos hay voluntad de escuchar a otros sectores sociales. Y algunos discursos, como el del director del Instituto Postdam para la Investigación del Impacto del Cambio Climático muy claros: “Es difícil ver si el actual modelo de crecimiento económico puede ir de la mano con una rápida reducción de emisiones", decía. "Hay dos ámbitos importantes de acción climática: por un lado, el político, que está yendo más lento de lo que debería, porque hay países que no están dispuestos a ciertos esfuerzos. Por otro, el económico, que es capaz de hacer cambiar muchas cosas en escasa semanas si se decide”, dice Fernando Valladares, investigador de Biogeografía y Cambio Global del Centro Superior de Investigaciones Científicas.

Una semana antes de la cita, el Foro publicaba su informe sobre Riesgos Globales 2020 y en él considera al cambio climático como el primero de la lista. Uno de los mensajes que más se ha repetido en la reunión de Davos es el reforestar el mundo. Para ello ha lanzado un proyecto llamado 1t.org con el que se quieren unir a la campaña de reforestación masiva que la ONU puso encima de la mesa en 2011. Debido a ello, y según informa el diario Washington Post en un reportaje esta semana, en los últimos meses han surgido organizaciones como Plant the Planet, que es responsable de plantar millones de árboles nuevos en todo el mundo, excepto la Antártida. Trump, a pesar de su posición claramente beligerante en los temas de lucha y adaptación al cambio climático, ha dado a entender que se solidarizaría con la iniciativa. A este tipo de campañas se han sumado los directivos de Youtube o el emprendedor Elon Musk. Sin embargo, como recuerdan activistas y organizaciones conservacionistas, plantar es bueno, pero no la solución al cambio climático. “Es alentador que muchas de las compañías que participan en Davos ahora se den cuenta de que tienen que aparecer para abordar este problema. Pero hay que tener cuidado con el Greenwashing. Tomar acciones simbólicas no resolverá el problema. Para tener la posibilidad de alcanzar 1.5 grados, más allá del cual aumenta rápidamente el riesgo de un cambio climático desbocado, solo nos quedan unos pocos años de quemar combustibles fósiles. Es fantástico que se planten árboles, pero para reducir el CO2 que ya se ha agregado a la atmósfera, no como una excusa para agregar más. Como hemos visto en los incendios en África, el Amazonas, Australia y California, los árboles pueden almacenar carbono, pero también pueden liberarlo”, opina Roc Sanford, activista de Extinction Rebellion.