Covid-19

Los tiburones, bajo la amenaza de la vacuna anti Covid-19

Una organización californiana alerta de que el escualeno, que se usa habitualmente en vacunas o cosméticos, podría causar una abultada pérdida de ejemplares de estos animales, ya de por sí diezmados por la sobrepesca. Y aunque el discurso no es si elegir entre la salud de humanos o escualos, no hay que olvidar que esta fauna marina ayuda a la conservación de la vida en los océanos

Un tiburón en una playa de EEUU
Un tiburón en una playa de EEUUFlorida Atlantic UniversityEFE

La ONG Shark Allies sacaba un estudio hace unos días en el que afirmaba que unos 500.000 tiburones podrían morir en la carrera por la vacuna contra la Covid-19. Algunas de las vacunas que se están probando contiene escualeno, un componente que proviene del aceite de hígado de especies que nadan en profundidad. Concretamente de «ejemplares grandes y especies capturadas de forma accidental o destinados a otros productos como aletas y carne. Estos animales de aguas profundas crecen muy lentamente, por lo que cualquier presión adicional podría ser perjudicial para su supervivencia», advierten desde esta organización.

Shark Allies basa sus argumentos en los datos de la Organización Mundial de la Salud. Esta organización sostiene que ya hay 34 proyectos de vacuna para la Covid19 en fase de evaluación clínica. De ellos, 17 contienen coadyuvantes y cinco, dice la ONG, escualeno. ¿Pero para qué sirve el coadyuvante? Son sustancias que mejoran la respuesta protectora de la vacuna y son habituales en las que se ponen contra la gripe o el papiloma. Por ejemplo, la web de la OMS subraya que la de la gripe contiene unos 10 miligramos de ese compuesto por dosis. También recuerda que esta sustancia se encuentra de forma natural en plantas, animales y en el hígado humano. Siguiendo estas consideraciones la ONG californiana estima que una sola dosis de vacuna con escualeno por persona requeriría matar unos 250.000 tiburones. Dos dosis alzaría esta cifra hasta el medio millón.

La FAO en un informe de 2015 explica que «el hígado de tiburón se utiliza sobre todo para extraer aceites y otros hidrocarburos que se han utilizado en una amplia variedad de industrias a lo largo de la historia». Por ejemplo, son habituales en cosmética y están presentes en cremas solares o pintalabios,suplementosvitamínicos y las ya mencionadas vacunas. Sin embargo, «las cantidades en las que se comercializa el aceite de hígado de tiburón son mínimas en comparación con la aleta de tiburón o la carne de tiburón», dice.

Lo que piden desde Shark Allies no es que se deje la investigación de las vacunas a un lado, sino que los laboratorios no sean «cortos de miras» y busquen alternativas de obtención, que por otro lado, ya existen. Según un reportaje de National Geographic de 2018, «el escualeno puede extraerse de las olivas, el germen de trigo y otras plantas, aunque obtenerlo de tiburones es más sencillo y barato». El artículo cita un estudio de la ong francesa Bloom de 2012 en el que se sostiene que el 90% de esta sustancia se utiliza en el sector cosmético. «La demanda mundial de aceite de hígado se estimó en 2012 en unas 2.200 toneladas».

La FAO, además, insiste en que este aceite presente en el mercado proviene de países con pesquerías bien gestionadas, pero también de otros que necesitan mejoras urgentes en su gestión pesquera. «La falta total de trazabilidad de este y cualquier otro producto de tiburón es una barrera importante para la sostenibilidad y su conservación, ya que es imposible saber si el producto no proviene de una especie amenazada, de dónde se obtuvo y si se comercializó legalmente», advierte.

Desde WWF no se posicionan respecto a la alerta de esta organización porque les faltan referencias científicas sobre la exactitud de los cálculos. «En cualquier caso no se trata de hacer un discurso entre la supervivencia humana versus la de los tiburones. Este no es el tema», afirma Raúl García, coordinador de pesquerías de WWF. Sin embargo, sí es una buena ocasión para hablar de este tipo de animales que comparten nicho familiar con las rayas. Hasta un ¼ de las poblaciones mundiales de las más de 1.000 especies catalogadas como peces cartilaginosos (de las que más de 400 son tiburones) están amenazadas.

Lla sobrepesca está diezmando las poblaciones. «Las capturas mundiales de tiburones se han triplicado desde 1950. En el año 2000, se llegó a 868 000 toneladas. Desde entonces, se percibe una tendencia a la baja. En 2018 fueron 680 000 toneladas», dice la FAO. El comercio mundial de productos de tiburón es de unos 1.000 millones de dólares.

CONSERVAR EL MAR

«En muchas ocasiones se trata de pescas accidentales más que de captura planificada. Tenemos muy controlado el comercio de tiburón para carne o el de las aletas, pero de los subproductos, como el escualeno, se sabe poco. Entre otras cosas porque ni siquiera en la legislación de pesca ilegal se obliga a declarar el origen de estos subproductos», afirma García. En general, también faltan datos sobre muchas de las poblaciones poblaciones de esta familia, casi de un 45% no se sabe ni cómo están.

Hay que recordar el papel que tiene la megafauna marina en el Océano. «Sabemos que el mar absorbe incluso más calor de lo que se pensaba. Este calentamiento en las aguas superficiales más el deshielo de los polos está provocando que se estratifique el agua. Eso significa que el fitoplancton y otros nutrientes no llegan a las profundidades. Si se pierde la megafauna, perderemos su papel en este ecosistema. Al moverse arriba y abajo, comer y defecar lo que hacen es mover los nutrientes y llevarlos a todas las alturas del mar. Si queremos conservar el océano tenemos que preguntarnos qué queremos hacer con estos animales. Se están perdiendo tiburones a un ritmo brutal. Pensábamos que en el mar era virtualmente imposible una extinción biológica y ya conocemos algunos casos de peces que están en este caso», explican desde WWF.

El tiburón es el último de una lista de animales a los que también está afectando, y mucho, esta pandemia. No se puede olvidar que a menor biodiversidad mayor es la capacidad de propagación de patógenos. La destrucción del entorno natural y la vida silvestre, el tráfico ilegal, la intensificación de la actividad agrícola y la ganadería industrial están detrás de esta pérdida de biodiversidad y de que los patógenos salten cada vez más a menudo entre especies.

Cuando ni siquiera el Covid era todavía pandemia se habló de un posible origen en el pangolín, la especie más traficada ilegalmente del mundo. En los últimos meses se habla mucho del visón americano, una especie muy demandada por su piel y que se considera además invasora. «Cientos de miles de animales se han contagiado por coronavirus en más de un centenar de granjas de visón americano, una de ellas en España (Teruel), donde se tuvo que sacrificar a los casi 100.000 animales tras la infección masiva de los visones, y de varias personas», dicen desde WWF. En Holanda y Dinamarca se han multiplicado los casos. De hecho, el gobierno holandés ha decretado el cierre de sus granjas para 2021 por el riesgo para la salud.