Sección patrocinada por sección patrocinada

Medio Ambiente

Los rascacielos se visten de madera y vegetales

La necesidad de reverdecer las ciudades, de garantizar el bienestar y dar de comer a la futura población de las ciudades está haciendo repensar el urbanismo y los edificios en altura

Por cada metro cúbico de madera hay una tonelada de CO2 almacenado
Por cada metro cúbico de madera hay una tonelada de CO2 almacenadoDreamstime

Al proyecto Seattle 2030 le han bautizado ya como concepto arquitectónico postpandémico. Se trata de una propuesta de rascacielos de 400 metros de alto. Estará compuesta por tres sub-torres interconectadas y divididas en ocho bloques. En total serán 150.000 m2 los destinados a usos tan diferentes como jardines verticales, muros de agua, puentes aéreos, rampas para bicicletas, puertos para drones y parques para mascotas y, por supuesto, viviendas. Lo más llamativo que hasta un 90% de la estructura se construirá con madera.

Habrá que esperar a ver si este edificio se convierte en realidad o se trata simplemente de un sueño futurista más de un estudio de arquitectura. Aunque lo cierto es que una de reflexiones que han venido con el virus del Covid afecta directamente al urbanismo y la edificación futura. ¿Qué se necesita ahora?. Esta es, sin duda, la pregunta a la que se ha tratado de responder en muchas citas y webinar del último año y parece que la respuesta tiene que ver con ganar más espacio para lo peatones, renaturalizar las ciudades para reducir la contaminación y conectar a los ciudadanos de nuevo con el mundo vegetal. Es decir, mejorar la sostenibilidad.

No deja de ser curioso que cuando se habla de arquitectura futurista siempre aparece un edificio en altura. Y es que «una estructura como la de Seattle 2030 aumenta la densidad urbana, lo que hace que sea más fácil moverse caminando, o en bicicleta», cuentan diferentes medios americanos. Eso, a su vez, puede reducir la contaminación relacionada con los automóviles y promover el ejercicio. «El virus nos ha hecho mirar de nuevo los edificios y preocuparnos más por la sosteniblidad. La densidad puede ser percibida de forma negativa por el usuario, pero desde el punto de vista urbanístico consume menos suelo y permite liberar espacio para zonas verdes», explica Manuel Pérez Romero, de la Cátedra IE Center for Sustainable Cities del IE School of Architecture and Design.

EL FUEGO DE CHICAGO

La construcción en altura no es nueva. «Este tipo de edificación se inició después del gran incendio que asoló la ciudad de Chicago», recuerda Pérez. Desde entonces, los rascacielos han ido ganando adeptos en todo el mundo, al menos hasta la pandemia. El Consejo de Edificios en Altura y Hábitat Urbano (CTBUH) afirma que el Covid ha tenido su efecto: «En 2020 se terminaron 106 de edificios de 200 metros o más, una disminución del 20% respecto a 2019. Se acerca a un nivel que no se había visto desde 2014, cuando se construyeron 105 edificios de este tipo. Este es el segundo año consecutivo en el que la cifra ha bajado».

El descenso se debe entre otras cosas, dice el CTBUH, al cambio de política china que ahora aboga por no construir innecesariamente edificios excesivamente altos. Eso no significa que la construcción de rascacielos sufran de mala salud. En 2019 se construyeron 26 edificios de más de 300 metros de altura y fue el sexto año consecutivo en que se completó al menos un edificio de más de 500 metros. «Es verdad que desde el punto de vista teórico, la verticalidad permite liberar espacios en la planta baja y renaturalizar las ciudades. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los cambios en los tejidos urbanos ya existentes van muy despacio. Esto significa que quizá podamos ver rascacielos en los nuevos desarrollos urbanos como un complemento reverdecedor, pero no creo que vaya a haber un boom de edificios en altura tras la pandemia. Para las clases medias se van a seguir construyendo edificios de 6-7 plantas. Las viviendas en altura siguen siendo muy caras», afirma Bruno Sauer, director general del Green Building Council España.

Si hay dos detalle en los que se ve del todo bien la sosteniblidad son la forma de construir y la utilidad que se de a estas estructuras verticales. En este sentido, hay un material que va camino de convertirse en el sustituto del acero y el hormigón: la madera. Entre sus ventajas, que fija CO2. Se calcula que por cada m3 de madera hay una tonelada de dióxido de carbono almacenado. La construcción tradicional, dice la ONU, en 2018 produjo un 38% del total de emisiones. «El hormigón y el acero son dos grandes emisores y las técnicas actuales de construcción con madera permiten edificios de hasta 30 plantas de alto, es decir, unos 100 metros. La técnica del « mass timber se desarrolló en los años 90 en Austria y desde entonces se ha extendido por toda Europa. España se está sumando ahora a la construcción en altura en madera con las primeras fábricas en País Vasco, Galicia o Cataluña. Se puede decir que está empezando a sustituir al hormigón, aunque todavía no es competitivo ni el proceso está industrializado», matiza Pérez.

BOSQUES VERTICALES

Otras propuestas, entre ellas la de Seattle, van desde convertir los edificios en bosques a hacer de ellos granjas de producción de alimentos.

Sobre la primera tendencia quizá el ejemplo más sobresaliente de los últimos años sea el Bosco Verticale de Milán. Se trata de dos torres de 80 y 112 metros de altura envuelta en una superficie de 30.000 m2 de vegetación equivalente. En teoría, toda esta masa vegetal filtra el aire y mejora las condiciones de salubridad y bienestar dentro de las viviendas, aunque tiene un inconveniente. Cada vivienda en este bloque milanés cuesta más de dos millones de euros. Además, «el hecho de plantar un árbol en altura tiene desventajas como por ejemplo que el edificio requiere refuerzo estructural. Hay otro tipo de vegetación más pequeña que no necesita tanta estructura y puede servir tanto para captar dióxido de carbono, como para acercar la naturaleza a los habitantes de las ciudades. Reverdecer también puede ayudar a bajar la temperatura media urbana, pero para ello lo más fácil es actuar en el pavimento urbano y no sobre los edificios. El asfalto y los coches son los que más calor generan en las ciudades», matiza Pérez.

GRANJAS DE CULTIVO

Crear invernaderos dentro de las oficias es para algunos investigadores la forma de solucionar el reto de alimentar a una población creciente. Para 2050 seremos unos 9.000 millones de personas y cultivar sin suelo puede ser una alternativa. Son muchos los proyectos que han ido surgiendo en esta línea en los últimos años. Por ejemplo, AeroFarms, produce en New Jersey unas 1.000 toneladas de verduras de hoja al año.

En el Campus del Instituto Tecnológico de Eindhoven (en Holanda) presumen de contar con la mayor granja de cultivo indoor del mundo. Cultivan en pequeñas áreas interiores y utilizan múltiples capas para maximizar la producción. La luz se consigue de forma artificial gracias a bombillas LED y el consumo de agua se reduce al máximo gracias al uso de métodos de cultivo hidropónico, en el que las raíces están sumergidas en una solución de agua y nutrientes.

También es famoso el aparcamiento del barrio de Brooklyn en el que crecen vegetales dentro de diez contenedores adaptados, informa la BBC. Y es que según explica el Instituto de agricultura vertical, una red de investigación internacional de este tipo de cultivo, «cada metro cuadrado de superficie de cultivo vertical produce aproximadamente la misma cantidad de cultivos de hortalizas que 50 metros cuadrados de tierra agrícola cultivada convencionalmente». «El país que más está investigando en granjas verticales es Holanda, debido a la escasez de suelo que tienen. No quieren consumir terreno en plantar. También tiene sentido en Oriente Medio donde el clima no es adecuado para producir. En cuanto al aprovechamiento de las azoteas, hay que pensar que si tienes que construir 10.000 m2 y tienes cinco plantas eso significa que tienes un espacio arriba de 2.000 m2, pero si en su lugar tienes 25 plantas proporcionalmente lo que obtienes es muy poco. Irónicamente los edificios con más huella en superficie son los más aprovechables para estas cosas», comenta Sauer.