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Medio Ambiente

Preocupación por las nucleares debido a la guerra

El Organismo Internacional de la Energía Atómica ve con preocupación lo que ocurre en Ucrania. Al incendio en Energodar, la mayor central nuclear de Europa, se suman eventos como la pérdida de comunicación con Chernóbil. ¿Podría repetirse una catástrofe como la 1986?

Imagen de la central nuclear de Zaporiyia, en una foto de archivo
Imagen de la central nuclear de Zaporiyia, en una foto de archivoSERGEI SUPINSKYAgencia EFE

El incendio del edificio Corpus G de Energodar, la mayor central nuclear de Europa, ha despertado el pánico a un accidente nuclear. «El fuego, provocado por el enfrentamiento entre las diferentes fuerzas en conflicto durante la noche anterior dio como resultado que un proyectil golpeó un edificio de entrenamiento dentro de la planta de seis reactores. Las fuerzas rusas tomaron finalmente el control de la central», explicaba en un comunicado el Organismo Internacional para le Energía Atómica (IAEA por sus siglas en inglés).

La construcción dañada estaba lejos de los reactores y el incendio se sofocó en unas horas sin que se produjeran escapes radiactivos. La IAEA afirma que de los seis reactores, la Unidad 1 se encontraba apagada por mantenimiento, la 2 y 3 se apagaron de forma controlada, «mientras que la Unidad 4 sigue operando al 60% de potencia y las Unidades 5 y 6 se mantienen en reserva en modo de baja potencia».

A pesar de que los detalles técnicos del comunicado de la organización llaman a la tranquilidad, el organismo alerta de varias cosas. La principal, que nunca antes ha habido un ataque militar contra una planta nuclear en funcionamiento. «Es una barbaridad, porque hay un compromiso internacional para mantener las centrales nucleares al margen de los conflictos», opina Francisco Calviño, investigador del Instituto de Técnicas Energéticas de la Universidad Politécnica de Cataluña.

La cercanía geográfica de Chernóbil y las referencias directas a lo ocurrido aquí en 1986 hechas por el presidente ucraniano, que alertaba de que el poder destructivo de Energodar sería hasta 10 veces mayor, han tenido varias consecuencias. Esta semana según informan varias agencias, el interés por los fármacos basados en yoduro de potasio han aumentado. «El ministro de Sanidad de Rumanía, Alexandru Rafila, anunció este lunes que la empresa rumana Compañía Antibióticos Iasi (CAI) aumentará su producción de yoduro de potasio en 2,5 millones de pastillas cada 48 hora», dicen algunos medios. En este sentido, la Organización Mundial de la Salud ha querido lanzar un mensaje este miércoles en el que dice que, aunque existe riesgo nuclear en Ucrania debido al conflicto armado, todavía no ha llegado el momento de que se almacenen comprimidos de yodo para la población.

También ha reaparecido un viejo informe sobre el peligro de una hipotética guerra nuclear. Elaborado por la Universidad de Princeton y publicado en 2019, en el mencionado estudio los investigadores estiman que más de 90 millones de personas morirían o resultarían heridas en las primeras horas de que un conflicto de estas características estallara.

No es de extrañar el nivel de alerta, ya que las informaciones no dejan de producirse. En los últimos siete días, la IAEA confirmaba haber recibido información del gobierno ucraniano sobre otro ataque al centro de investigación de Jarkov, un laboratorio de investigación que produce radioisótopos para aplicaciones médicas e industriales (por su parte la agencia rusa Tass acusa a las milicias ucranianas de estar detrás de este nuevo golpe) y en algunos medios se habla de la posibilidad de que las tropas rusas se estén acercando a otras centrales como la de Rivne para controlar la producción energética del país.

Y es que Ucrania cuenta con 15 reactores dentro sus fronteras que generan más del 50% de su electricidad. Solo la central de Energodar en Zaporiyia, al sur del país tiene una potencia de casi 6.000 MW repartidas en 6 reactores. «El parque nuclear español cuenta en total con 7.000», dice Eloy Sanz, profesor y miembro del grupo de investigación de alto rendimiento en Ingeniería Química y Ambiental de la Universidad Rey Juan Carlos. Además de Zaporiyia, están los reactores de Jmeltniski (2) al oeste y Rivne (4 reactores), en el noroeste, cerca de la frontera con Bielorrusia. A esto se suma la central de Chernóbil, cerrada después de la catástrofe de 1986.

¿Otro Fukushima?

El accidente de Chernóbil es uno de las mencionados estos días, pero la situación está lejos de volver a repetirse. Los reactores de Ucrania, incluidos los de Zaporiyia, son tipo VVER, similares a los PWR occidentales que enfría los reactores con agua a presión. «La primera diferencia es que en Chernóbil no había edificio de contención de hormigón armado que contuviera la explosión que se produjo. Por otro lado, esta se produjo, porque dentro del reactor se siguieron produciendo las fisiones. Es algo que tuvo que ver con la forma de refrigerar con agua, pero también porque el moderador que se usaba en Chernóbil era de grafito. Al evaporarse el agua la fisión continuó y se produjo la explosión», relata Calviño.

En teoría, las edificios cuentan con muros gruesos y están diseñados para salir indemnes si un avión se estrella contra ellos. Sin embargo, los muros podrían no resistir el impacto de las municiones pesadas. « Parece poco probable que la planta sea un objetivo deliberado, dado que la liberación nuclear podría contaminar gravemente a los países vecinos, incluida Rusia», dice Greenpeace.

Otro punto de preocupación son los residuos. Las piscinas donde se guardan las barras de combustible gastado para su refrigeración, son otro tema, ya que son más vulnerables a los bombardeos y pueden provocar la liberación de material radiactivo. Según indica Greenpeace «en 2017, en Zaporiyia había 2.204 toneladas de combustible nuclear gastado de alto nivel, 855 de las cuales estaban en piscinas de combustible altamente vulnerables. Sin enfriamiento activo, corren el riesgo de sobrecalentarse y evaporarse hasta un punto en el que el revestimiento metálico del combustible podría incendiarse y liberar la mayor parte del inventario radiactivo. La situación en una zona de conflicto armado es impredecible y lo inimaginable se vuelve completamente concebible».

Es precisamente el suministro eléctrico lo que más preocupa a los expertos, incluido el director del IAEA, Rafael Mariano Grossi, porque aunque los reactores se paren, el núcleo tiene que seguir enfriándose; las fisiones continúan y siguen produciendo calor. Algo, esta vez sí, parecido a lo que ocurrió durante el otro gran accidente nuclear, el de Fukushima en 2011. La central siguió en pie tras el terremoto, pero el tsunami que lo precedió provocó un corte de energía. Se inundaron las zonas donde se alojaban los motores diésel. El exceso de calor fundió 900 toneladas de combustible.

Según la IAEA, que dice seguir los acontecimientos del conflicto de cerca, la comunicación con el personal técnico de Zaporiyia está cortada; las línea de teléfono fijas no funcionan ni el fax ni los correos electrónicos. Lo mismo pasa en la planta de Chernóbil. «El problema es si no se pueden cubrir turnos. Si las centrales las controla el ejército existe el peligro de que los técnicos no pueden tomar decisiones de manera libre. Esto aumenta el riesgo de que pase algo», apunta Sanz.

Aumentar la producción para evitar el gas

El empresario Elon Musk ha pedido a Europa aumentar la producción nuclear para garantizar la independencia del gas ruso. Hay que recordar que Rusia suministra a Europa más del 40% del gas que consume.

La UE puso en el punto de mira a la nuclear tras el accidente de Fukushima en 2011. Esto ha hecho que ahora de media un 25% de la energía que se usa en Europa provenga del gas, frente a un 13% de la nuclear. Sin embargo, la Comisión está reconsiderando su posición y quiere catalogar la nuclear como verde.