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Decrecimiento, la apuesta por reducir el consumo que triunfa en la UE
La reciente crisis del sector eólico, la falta y los precios de ciertas materias primas y el declive de los fósiles disparan el interés por esta teoría. ¿Será inevitable decrecer?
¿Es inevitable el decrecimiento? Quizá sea una pregunta atrevida y muy contraria al gusto de los economistas clásicos, pero lo cierto es que hay quienes han bautizado este 2023 como el año de despegue del decrecimiento. En mayo se organizaba en Bruselas el Congreso Beyond Growth; en él ser reunían 1.600 participantes de toda Europa y el discurso de apertura lo daba la propia presidenta de la Comisión Ursula von der Leyen. La misma Comisión ha financiado con 10 millones de euros un proyecto sobre post crecimiento del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICT A-UAB) y la Universidad de Lausana (UNIL), en Suiza. El objetivo es «estudiar cómo se pueden lograr reducciones drásticas en el uso de la energía y los recursos, y al mismo tiempo acabar con la pobreza y garantizar una vida digna para todos». Porque de eso va el decrecimiento, de desligar bienestar a PIB, de dejar de lado la idea del crecimiento económico infinito en un planeta de recursos finitos y de olvidar sede tecnologías mágicas que nos vayan a solucionar problemas como la falta de materias primas o las elevadas emisiones de Gases de Efecto Invernadero. Las propuestas del decrecimiento pasan por apostar por cooperativas, grupos de consumo local, una reducción drástica del uso de la energía e instalar un sistema energético distribuido, entre otras ideas.
No solo se acumulan los eventos de tipo dialéctico, sino también razones materiales que tienen que ver con el panorama económico y geopolítico actual. Es decir, que estamos llegando al momento en que crecer ya nova a ser posible físicamente hablando, al menos eso dicen los defensores del de crecimiento. La reciente crisis del sector eólico es un ejemplo de que los límites son, incluso, tecnológicos. La UE acaba de aprobar un paquete de ayudas para rescatar a la eólica. La patronal Wind Europe afirma que los problemas del sector podrían suponer la pérdida de fabricación en el continente y un riesgo para el objetivo de instalar 420 GW para 2030. Los costes se han disparado y los grandes proyectos se ven golpeados por falta de rentabilidad.
En el caso de Siemens Gamesa hay otro factor que se suma: fallos durante la fabricación. «La industria ha pedido 1.400 millones y Siemens unos 15.000 millones a Alemania. Aunque haciendo un cálculo solo para los aerogeneradores de Gamesa que funcionan mal supondría un montante de 26.000 millones. No sabemos construir a ero generador es tan grandes como los que se están instalando. A Gamesa y otros operadores se les están rompiendo los molinos de 5 y 7 MW después de tres años de operación. Basta pensar que cada pala de uno de estos aerogeneradores pesa 20 toneladas. Para aguantar el peso y el esfuerzo del trabajo habría que trabajar con materiales carísimos como la fibra de carbono, pero entonces no salen las cuentas. No sabemos hacer aerogeneradores grandes que sean rentables», dice Antonio Turiel, miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y uno de los autores que defiende la idea del decrecimiento en España.
El sector renovable en España también ha dado la voz de alerta tras meses en los que se ha disparado el número de horas a las que la electricidad se vende a precio cero y con los que es «imposible cubrir los costes de generación», dicen desde la Asociación de Empresas de Energías Renovables. Se habla, incluso, de canibalización de los precios: la de las renovables está haciendo que se ponga en peligro su propia rentabilidad. «El hecho de que la idea del decrecimiento está cogiendo fuerza se debe a que cada vez vemos más claramente cómo estamos llegando a los límites físicos del planeta. A día de hoy no hay manera de mantener el consumo actual. Aunque pasemos de los motivos del cambio climático, que no deberíamos, hay una cuestión de declive de energía que es inevitable. La clave está en cómo vamos a gestionar este declive. La UE, de momento, está arramplando con toda la materia prima que puede coger, pero cuando ya no pueda coger más, llegará el racionamiento como está sucediendo con el diésel en países productores como Argentina », dice Turiel.
El investigador lleva décadas hablando de la crisis energética y del decrecimiento desde un punto de vista puramente técnicos, dice .« Hemos entrado en un proceso de descenso energético inevitable debido al agotamiento de los fósiles y el uranio. No se trata tanto de la cantidad de recursos a disposición, sino del equilibrio entre lo que se produce y la energía que se consumen la producción. El máximo de producción de petróleo llegó en 2005. El descenso se ha ido compensando hasta 2018 con otros productos más caros y difíciles de producir como los crudos extrapesados o los fósiles extraídos por fracking, pero desde 2018 la producción está bajando y lo primero que ha caído es el diésel que ya se está racionando en algunos países y ha subido de precio en todo el mundo», matiza. Al petróleo hay que sumar el carbón, que alcanzó su máximo de producción en 2014 e, incluso, el uranio .« Llegó a su máximo en 2016 y desde entonces ha bajado. Lo vemos en Francia, donde el presidente prácticamente está mendigando uranio a Kazajstán… Casi el 90% de energía primaria que se consume en el mundo es fósil. Yeso es lo que se quiere cubrir con renovables.Pero si fuera la solución, ¿cómo se explica que el 2023 sea el año que más renovables se han instalado y el que más emisiones ha tenido?», dice el investigador.
Además de que todo no se puede electrificar, «la energía de las renovables es difícil de sincronizar, no siempre está presente y sigue siendo dependiente de los combustibles fósiles y de recursos mineros finitos. En términos de transición energética cuanto más crece la economía, más crecen las renovables, pero si calculamos un crecimiento anual del 3% tendríamos una economía hasta 40 veces más grande a finales de siglo. Y ya es difícil descarbonizar la actividad con las tasas de crecimiento actuales...», matiza Giorgos Kallis, investigador del ICATU AB y autor de «A favor del decrecimiento». Para este experto, el decrecimiento va a producirse quizá un poco por decisiones políticas (por ejemplo, la reducción de movilidad privada en las ciudades ...), pero también por necesidad. «La realidad es que ya no hay crecimiento económico y el precio de las materias primas se ha encarecido y escasean. Ya estamos en una situación difícil, por lo que va a haber una combinación entre adaptación a la realidad y toma de decisiones más preventivas. Los gobiernos tendrán que actuar para asegurar la calidad de vida de sus ciudadanos».
El decrecimiento no es una fórmula mágica pero sí dice tenerla certeza de que con las políticas actuales, incluidas las del Green Deal, será imposible mantener el aumento de temperatura actual por debajo de 1,5 grados ni garantizar el bienestar social. Para Óscar Carpintero, otro defensor en nuestro país del decrecimiento y miembro del departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Valladolid, «tenemos dos opciones: acometer estas transformaciones en modo shock o hacerlo con cierta adaptación. Estamos llevando una política de patada hacia delante, pero en realidad deberíamos cuestionarnos nuestra forma de vida. En la investigación de nuestro grupo estudiamos con qué estrategias se podría abordar la transición energética y de aquí a 2050, el único escenario posible para mantener las temperaturas por debajo del aumento de 1,5 grados es con el post crecimiento; ni siquiera el crecimiento verde nos mantiene en lo recomendado por el IPCC. Las propuestas generales se tienen que orientar hacia una reducción de consumo tanto de energía como de recursos y a un reparto equitativo de los mismos».
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