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Día Mundial del Medio Ambiente

La ONU cree posible reducir hasta un 80% los residuos plásticos

Naciones Unidas impulsa un tratado internacional para que los países se comprometan a luchar contra este contaminante que invade el mundo

Varias bolsas y residuos plásticos en una playa
Varias bolsas y residuos plásticos en una playalarazon

Comemos y respiramos plástico. Puede sonar exagerado pero no lo es. Hay decenas de estudios publicados que afirman haber encontrado trazas de plástico en los cordones umbilicales de los bebés, en la orina, en el aire y en el suelo y el agua, incluso en lugares tan alejados como en el Polo Norte y en la Antártida.

El uso del plástico se ha extendido desde los años 50 debido a sus excelentes cualidades aislantes y por su resistencia a la corrosión. Cada año se producen 460 millones de toneladas de este material (la mitad para fabricar productos que se usarán solo una vez), una cantidad que para entenderla es mejor visualizarla. Todo el plástico que se fabrica anualmente rellenaría más de 21 millones de contenedores marítimos que, colocados en fila uno detrás de otro, darían tres veces la vuelta al mundo.

Sin embargo, tanto éxito lo ha convertido en el protagonista de uno de los grandes problemas medioambientales del siglo XXI. ¿Por qué? Porque, como afirma la ONU, aproximadamente 7.000 millones de los 9.200 millones de toneladas de plástico producidas entre 1950 y 2017 se han convertido en residuos abandonados en vertederos o directamente en el medio natural. Especialmente preocupante es su presencia en el medio marino. Se calcula que entre el 80 y el 85% de los residuos del océano son plásticos, que estarán allí varios cientos de años.

Este es el motivo que ha llevado a la ONU a dedicar la celebración este año del Día Mundial del Medioambiente a la contaminación por plásticos y a sus posibles soluciones. «En general cada vez generamos más residuos, pero una de las fracciones que más aumenta es la de plástico. Por ponerlo en cifras, cada español genera 34 kilos de plástico de un solo uso cada año y en ese mismo tiempo acaban en el mar Mediterráneo unas 200.000 toneladas de este residuo. Para hacerse a la idea, es como tirar 500 contenedores llenos al mar», matiza Adriana Espinosa, responsable de Recursos Naturales y Residuos de la organización conservacionista Amigos de la Tierra.

En 2019 se publicó la Directiva de Plásticos que limitaba los productos de plástico de un solo uso, como las pajitas, la cubertería de plástico de usar y tirar, etc. Se ha limitado también la venta de bolsas de un solo uso. En España la ley obliga a las grandes superficies a dedicar un porcentaje de su espacio a la venta a granel de frutas y verduras y a los restaurantes y bares a servir agua del grifo para evitar envases. Y sin embargo, según el último informe del Programa para el Medio Ambiente de la ONU (Pnuma) la producción anual de plástico seguirá creciendo. La ONU afirma que se triplicará de aquí a 2060 y su fabricación producirá el 19% de las emisiones totales emitidas por la humanidad en 2040. «El plástico genera impactos medioambientales en toda la cadena de valor. Primero por la materia prima con la que está hecho: el petróleo. Los plásticos que terminan en incineradora también contaminan el aire y liberan a la atmósfera toxinas relacionadas con cánceres que, además, viajan a muchos kilómetros de distancia. Y en los vertederos provocan filtraciones al terreno. Pero es que, además, durante su uso tienen consecuencias en los seres humanos porque contienen sustancias no saludables como los bisfenoles, que provocan infertilidad, cánceres, enfermedades endocrinas...», matiza Espinosa.

Naciones Unidas no se limita a hablar del problema, sobradamente conocido, y ofrece soluciones para reducir, dice, hasta un 80% de la contaminación por plástico. De hecho, está impulsando un Tratado del plástico desde 2022, una especie de instrumento internacional jurídicamente vinculante sobre la contaminación por plásticos. Esta misma semana en París se celebraba una reunión para ultimar los puntos que recogerá este instrumento y que incluyen, por ejemplo, una tasa global sobre la producción de plástico que sea virgen.

«Hemos puesto el foco en el plástico de un solo uso y no parece suficiente. La prohibición de la bolsa de plástico fue una buena primera medida, muy paradigmática porque representa la cultura de usar y tirar, por no decir que además es un producto totalmente prescindible», explica Rosa García, de la Fundación para la prevención de residuos y consumo responsable Rezero.

Tanto para la ONU como para las expertas consultadas, lo primero que hay que hacer es reducir la cantidad de plástico que usamos, apostar por productos reutilizables y, después, mejorar el reciclaje. Es decir, aplicar las llamadas tres R (reducir, reutilizar y reciclar). Este modelo de economía circular produciría ahorros de hasta 4.500 millones de dólares y generaría 700.000 nuevos empleos. «Hay que apostar por el ecodiseño eliminando tintes y aditivos para facilitar el reciclado de los plásticos y luchar contra los microplásticos, principalmente de neumáticos, gránulos, textiles y productos de cuidado personal, reduciendo el kilometraje de los automóviles e introduciendo filtros en lavadoras para evitar que los microplásticos pasen a las aguas residuales», dice la ONU.

«Además, se tendría que actuar a nivel empresarial y que se tenga en cuenta cómo se comercializa cada producto para evitar el sobre envasado especialmente en los productos de alimentación. Ya no vale con poner solo el foco en la ciudadanía. La industria muchas veces abusa del uso del plástico, porque en realidad no está pagando su precio real del plástico; por ejemplo, no paga el coste de los residuos ni la limpieza de las playas», apunta Rosa García, de la Fundación Rezero.

Desde Amigos de la Tierra señalan que «el problema es que no se aborda la cuestión básica, que es la cultura del usar y tirar. Se siguen fabricando productos desechables y se han olvidado soluciones tradicionales como la compra a granel o la existencia de los envases reutilizables, mientras se insiste en apostar por encontrar soluciones tecnológicas. Tampoco podemos olvidar que si bien es cierto que hay una parte mayoritaria del plástico que se usa para envases, el plástico también se utiliza en construcción y en el sector textil», dice Espinosa. Hay que recordar que el 80% de los tejidos que se comercializan son derivados del plástico y para este sector no hay iniciativas de reducción tan claras.

Los bioplásticos ¿son la solución?

La sustitución de plástico convencional por materiales llamados bioplásticos no parece ser la mejor solución para acabar con el problema. Al menos así lo indica el informe «Bio-fakes. El engaño de los bioplásticos que se publicó en junio de 2021». «Incluyen plásticos de origen vegetal como la caña de azúcar que pueden fomentar el monocultivo en determinadas regiones. Otro problema es que pueden contener hasta un 75% de plástico convencional y llamarse bioplástico igual. Luego están los que se anuncian como biodegradables y que no son tales. Solo hay un tipo de plástico compostable certificado por la UE que se puede tratar en plantas de compostaje», afirma la portavoz de Amigos de la Tierra.

«Si solo hablamos de sustituir no solucionaremos el problema, porque seguiremos haciendo un consumo devorador de recursos naturales y encima no dejaremos de generar residuos. Hay que apostar por productos con menos envases o sin envase, cuando se pueda que sean envases reutilizables o al menos con buen reciclado como el vidrio», concluye Rosa García de Rezero.

Europa contra el greenwashing en la publicidad

La Comisión Europea quiere acabar con el lavado de cara en la publicidad sobre plásticos «ecofriendly» que no son tal, y para ello trabaja en una iniciativa legislativa sobre las etiquetas, que prevé prohibir el uso de afirmaciones generales como «respetuoso con el medioambiente, natural, biodegradable, neutral para el clima o eco» si no vienen acompañadas de pruebas detalladas. También tiene como objetivo prohibir las afirmaciones ambientales que se basan únicamente en esquemas de compensación de carbono.

Las empresas están obligadas a verificar mediante pruebas científicas las declaraciones ecológicas que incluyan sus productos o servicios y propone regular las etiquetas medioambientales, ya que en la actualidad existen al menos 230 diferentes y, según la Comisión, «hay indicios de que esto genera confusión y desconfianza entre los consumidores». «La preocupación que tenemos ahora es que la industria utilice ciertos mensajes con fines publicitarios por simple greenwashing. Esto crea en la ciudadanía la sensación falsa de que se ha solucionado el problema porque nos llevamos a casa un envase en el que pone que es cien por cien reciclable», dice Rosa García.

Una cultura que influye en el cambio climático

Entre 1950 y 2017 se han producido más de 9.200 millones de toneladas de plásticos. El 95% de ellos para envases de un solo uso. Eso supone una inversión de entre 80.000 a 120.000 millones de dólares que se pierde tras el primer uso.

Además del coste económico y el esfuerzo industrial por productos cuya vida media en algunos casos no supera los 12 minutos (es el caso de las bolsas de plástico), la producción de plástico influye en el calentamiento global. Según las previsiones de la ONU, que indican que la producción de plástico se va a triplicar, las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la fabricación de plásticos supondrán por sí solas el 15 % de las emisiones de origen antropogénico.