
La contra
Pensamiento en acción
Planeta Tierra

Uno ya es mayorcito, personalmente cumplí 92 años el día de Todos los Santos, y así como ando con un bastón, renqueando un poco, parece que todavía tengo la cabeza utilizable para algunos menesteres de la vida cotidiana y del pensamiento.
Uno se arregla para trabajar como puede, y en ese sentido, desgraciadamente llegué a la edad de la mecanografía un poco tardíamente. Y no he llegado a dominar la del ordenador, en la que me manejo bastante bien con el teléfono inteligente. Y aunque me he propuesto superar esa situación, hay que aceptar las cosas de la vida como vienen. En ese sentido, mi abuelo Clemente, que era un sabio, no llegó a poder hablar por teléfono y trataba de hacerlo de tal modo que le decíamos “Abuelo, no se preocupe, que no entender el teléfono a sus años es de lo más normal”.
El teléfono lo manejo con cierta fluidez, y con el sistema de audífonos, daneses por más señas, me es útil. Aunque sean unos descarados monopolistas que cobran por cada pieza auricular 2.500 euros y no hace seguro nada más que por el 40 por 100 del valor del aparato. No se de qué sirven los vigilantes del mercado si para facilitar la vida a los usuarios y hacerles trabajar un poco más a los monopolistas, por muy descendientes de los vikingos que sean, o qué otra cosa.
Por lo demás, he inventado una taquigrafía que entendemos mi secretaria y yo (¡genial!), que facilita mi trabajo escribiendo más que mucho a lo rápido. Y casi más que todo eso, vale el dictar, con un previo esquema ya la cabeza al empezar a darle el micrófono.
Dicho y hecho, Eva y Begoña.
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