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Planeta Tierra
La sequía
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Somos un país con una frontera muy clara que separa la Iberia húmeda de la seca: una línea que desde el sur de Lisboa cubre casi medio Portugal atlántico del norte, toda Galicia, media provincia de León con Asturias, Cantabria y algo de Palencia, el País Vasco, y la mitad pirenaica de Navarra, Huesca, Lérida y Barcelona.
Con una media de precipitaciones muy dispersas de unos 600 litros para un país de medio millón de kilómetros cuadrados, España ha tenido que plantearse, desde hace mucho tiempo, unas infraestructuras apropiadas para resistir la aridez de su clima en más de dos tercios del territorio. Sobre todo, con los embalses en buena parte de la era de Franco; que actualmente suponen unos 63.000 Hm3 de capacidad de reserva, por algo más de un millar de grandes presas.
Tenemos la mejor reserva de agua en proporción al territorio y a la población de Europa, si bien es cierto que no se explotan de la manera más sofisticada. Echándose mucho de menos la circunstancia de que no tenemos un órgano regulador de la política hidráulica para todo el país.
De modo que, si las aguas internas son constitucionalmente un bien nacional, hay frecuentes discusiones entre Comunidades Autónomas sobre su mejor aprovechamiento global. Con ejemplos nefastos en relación con el trasvase Tajo-Segura, que ha de mantenerse; y un trasvase del Ebro que Rodríguez Zapatero desmanteló en los comienzos de su construcción.
El porvenir es bastante negro, y las sequías últimas y la actual se asocian ya con la fase de calentamiento global en que nos encontramos. Llegándose a situaciones de menos del 50 por 100 de la capacidad de los embalses, sin atisbos de lluvias importantes en la primavera.
¡Atención máxima a los problemas de la sequía!, ya lo dije en la Moción de Censura.
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