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Turismo de masas ¿sostenible?

Además de las protestas contra la turistificación, crecen las limitaciones al número de visitantes en ciudades y espacios naturales de todo el mund

FILE - In this June 2, 2019 file photo, a cruise ship passes by St. Mark's Square filled with tourists, in Venice, Italy. Scientists say countries need to stop burning fossil fuels by 2050 at the latest to ensure global temperatures don't rise more than 1.5 degrees Celsius (2.7 Fahrenheit) this century. (AP Photo/Luca Bruno, File)
Según el Observatorio de Ecoturismo de 2023 ha crecido el número de clientes fuera de temporada, lo que demuestra el potencial del ecoturismo para la desestacionalizaciónLuca BrunoAgencia AP

El pasado 20 de abril salieron a manifestarse los ciudadanos de Canarias en las ocho islas del archipiélago y en diferentes ciudades europeas. Convocados por 17 colectivos y bajo el grito de «Canarias tiene un límite», los ciudadanos pedían un cambio del modelo turístico. Se quejan del impacto medioambiental y social que tiene recibir casi 20 millones de turistas (cifras de 2023) para una población que ronda los 2,2 millones. «Hay problemas de vertidos de aguas fecales, colapso del tráfico y falta de inversión en servicios esenciales de sanidad y educación porque todo se invierte en el turismo. Además, a pesar de que el sector servicios aporta el 35% al PIB canario, hay precariedad laboral y los índices de pobreza y exclusión social son elevados (un 36% según los últimos informes). El modelo de turismo de los años 60 ya no vale; estamos viviendo una situación de colapso», comenta Anne Anne Striewe, directora general de la Fundación canarina, dedicada a la protección del medio ambiente.

Uno de los motivos que ha hecho estallar las protestas, según medios locales, es el reinicio de proyectos de construcción como el del hotel de lujo La Tejita. Por eso una de las cuatro peticiones que se lanzan desde el movimiento «Canarias Palante» (surgido tras las protestas y conformado por varios colectivos, abogados, urbanistas, etc.) es no conceder nuevos permisos. Una medida que recuerda a la tomada recientemente en Amsterdam donde se limita la construcción de nuevos hoteles hasta que no se cierre algún otro.

«Una persona que llega una semana de vacaciones a las islas puede alojarse por mil euros a la semana, pero ese es el sueldo medio mensual aquí. Muchos ciudadanos no pueden acceder a una vivienda en alquiler o compra con precios tan elevados», comenta Anne Striewe. El aumento de las viviendas de uso turístico (VUT) es una de las quejas habituales contra el turismo no solo en Canarias. También en Santander, Málaga, Barcelona o Madrid. Por eso una de las reivindicaciones habituales de colectivos como el canario es la regulación y control de esta actividad. Solo en Canarias, según un estudio publicado recientemente por la Universidad de La Laguna junto a la Consejería de Turismo y Empleo, las plazas de vivienda vacacional en las islas suponen un 36% del total de la oferta, un 18% los apartamentos tradicionales y los hoteles suman un 46%. Con esta medida de control de los VUT está de acuerdo Carlos Abella, secretario general de la Mesa del Turismo de España. «Ha habido un crecimiento importante del turismo. Antes de la pandemia, en 2019, se alcanzaron los 83 millones de turistas y ahora llegan al año 85 millones de personas. Ahora bien, del 2000 al 2024 las plazas hoteleras han aumentado un 9.7% y los turistas han crecido en 45 millones, ¿dónde duermen todas estas personas? En Madrid se han presentado informes de que el 90% de estas VUT son ilegales, es decir, no crean puestos de trabajo ni pagan impuestos. Parte de la masificación viene de aquí y hay que regular lo que ya es una actividad económica», dice.

Otra de las medidas que piden en Canarias es el establecimiento de una ecotasa finalista, que revierta en programas de conservación, por ejemplo. El municipio de Mogán (Gran Canaria) lo acaba de establecer y calcula que a partir de 2025 podría recaudar 2.500.000 euros. «El parque de el Teide es el más visitado de España con cuatro millones de visitantes al año y tiene solo cuatro vigilantes. Al final es habitual que la gente se salga del camino, arranque plantas, coja piedras. Si hubiera una tasa finalista igual se podrían contratar más vigilantes», dice Striewe.

Quizá el caso más conocido a nivel internacional sobre turistificación sea Venecia, que recibe 30 millones de turistas al año y cuenta solo con 50.000 residentes. Aquí las medidas para limitar el número de turistas son habituales desde hace años; una de ellas es fijar una tarifa para acceder a la ciudad. San Sebastián también acaba de limitar el número de visitantes diarios y paisajes naturales como Doñana, los lagos de Covadonga, la playa de las catedrales o el hayedo de Montejo o el Teide cuentan con dichas limitaciones. En Baleares, incluso, desde hace unos años se controla el fondeo de los yates para conservar la posidonia.

Ya antes de la pandemia habían surgido movimientos de protesta y aparecía el término turismofobia, pero los expertos consultados coinciden que no se trata de ir y regular en contra de un sector clave para la economía, sino de gestionar. «El problema es la concentración en periodos y destinos. Prohibir puede dar una imagen a los turistas de que no son bienvenidos cuando lo que hay que hacer es tomar medidas para que el turismo genere riqueza y progreso», opina Abella de la Mesa del Turismo.

Diversificar

«El fenómeno de turistificación se está exacerbando en muchas ciudades como Madrid, Valencia, Sevilla, Lisboa o Barcelona y en espacios naturales. Las redes sociales y los influencers o la aparición de algún lugar en una película tienen un efecto llamada para cientos de personas que buscan la foto y que quieren ir al mismo sitio en los mismos días. Yo apostaría por hacer un estudio previo de la capacidad de carga, o mejor dicho, de la capacidad de acogida de cada espacio natural o de un municipio, para calcular el número de visitantes (tanto en cifras totales, como dimensionado de grupos y frecuencias, como de épocas visitables del año y definición de zonas críticas (anidamiento, etc.)», explica Carlos Calderón, responsable del Máster en gestión del turismo ecológico y sostenible de la Universidad Politécnica de Madrid.

Otra de las soluciones que proponen los consultados es diversificar la oferta turística para escapar del destino de sol y playa que atrae turistas a las mismas zonas y en los mismos periodos del año. «La falta de desarrollo de alternativas significa mantener el modelo de turismo «low-cost» en España evidenciado en casos como los de Canarias de los últimos meses y destacados en los medios de comunicación británicos. Esto puede llevar a aprovechar la oportunidad a otros destinos alternativos del norte de África, por ejemplo, que pueden ser igualmente competitivos. Hay que poner en valor el turismo rural, de naturaleza y el cultural como opciones atractivas y desarrollar el ecoturismo», concluye el profesor de la UPM.

Turismo del fin del mundo

La reciente reunión anual del Tratado del Antártico, que se ha celebrado hace unas semanas en la ciudad india de Kochi, ha tratado seriamente el tema de la llegada masiva de visitantes al continente helado. A pesar de que el turismo es una de las dos actividades comerciales permitidas en esta remota zona (la otra es la pesca), la llegada de 120.000 turistas este año y de 100.000 el pasado ha hecho saltar las alarmas y ha convertido en prioritario el debate sobre una posible regulación. «Se ha decidido por primera vez hacer un grupo de trabajo sobre el tema. Hay turismo desde el año 59, pero estamos muy preocupados por su incremento. Hay poca información sobre los impactos acumulativos del turismo, pero lo que ocurre aquí es que todas las personas van a las mismas zonas y no hay un regulación técnica de esta actividad», afirma Antonio Quesada, miembro del Comité Polar Español. El marco temporal de trabajo que se ha establecido para el nuevo grupo es de ocho años y «queremos que el protocolo que salga sea de obligado cumplimiento».

Existe un turismo al que algunos han bautizado como turismo del fin del mundo que atrae a miles de turistas cada año, de altísimo nivel adquisitivo, hacia espacios vírgenes como la Antártida. Le ocurre lo mismo a las islas Galápagos, un área de especial conservación, en el que la población vive del turismo, pero que es, cada vez más, un hervidero de visitantes: hasta 300.000 el año. Este 2024, el gobierno ha duplicado las tarifas de acceso a las islas para minimizar el número de llegadas: «Se ha limitado el número de cruceros y embarcaciones que pueden operar en las aguas costeras de las islas. Hay que evitar que problemas como las colisiones de embarcaciones con la fauna marina aumenten. Y es que entre un 12 y un 20% de las tortugas marinas inventariadas presentaron daños en varios estudios realizados por la Fundación Charles Darwin», matiza el investigador de la UPM Carlos Calderón.

Si solo se ama lo que se conoce, atraer visitantes a los espacios naturales puede servir para concienciar, pero ¿dónde está el límite del turismo? ¿Cuándo es demasiado? Las imágenes del pico del Everest con largas filas de alpinistas esperando para coronar el techo del mundo y la cantidad de basura que se acumula llevan varios años dando la vuelta al mundo y generado un debate sobre lo que sucede en esta zona remota del mundo. Cuanto menos parece peligroso para las personas, además de una amenaza para este espacio.