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Planeta Tierra
Urnas estivales
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Salvo dos pequeñas muestras de elecciones autonómicas, nunca habíamos visto convocar a las urnas en pleno verano. En ese sentido, si se dice que las fuentes del Derecho son los principios generales, las costumbres y las leyes, resulta que «por los usos del país» siempre estuvo vetado convocar elecciones estivales. En este caso, para el 23J, en el momento del mayor despliegue masivo del asueto nacional, de toda la buena gente que sueña el final de curso con la llegada de las vacaciones.
Estamos convocados para lo que podrá suponer un «corrimiento de tierras» (landslide, dicen los anglosajones), por el cariz que tendrán los nuevos diputados y senadores de las Cortes Generales. Seguro, habrá un cambio importante de escenario, con una campaña electoral ya en curso que no es, precisamente, un prodigio de imaginación: ataques personales, vituperios viscerales sobre coaliciones de separatistas y reminiscencias del terrorismo. En el otro extremo, la pretendida resurgencia de afanes por libertades públicas a veces cercenadas, con querencias democráticas de retorno a la división de los poderes constitucionales.
Pero además de todo eso, se echa de menos algo de cordura, de ingenuidad y de pretensión del bien común, de buscar el progreso y la prosperidad de la ciudadanía. Para alcanzar niveles de empleo por lo menos en la media europea, mejores universidades, tecnología avanzada en las empresas, más inteligencia artificial por doquier. Una búsqueda de muchas cosas nuevas para una España emprendedora y sin complejos de inferioridad, para fijar el objetivo de situarnos a la cabeza de la Unión Europea.
Esa es la cuestión: hasta desde el Banco de España se nos dice que faltan nuevas ideas y proyectos para un país más dinámico y creativo: es verdad.
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