Tras la Guerra Civil
¿Hablamos de Filomena? Sí, pero no solo. Este titular está sacado de un artículo publicado el pasado 16 de enero de 2021 por el Colegio Oficial de Ingenieros de Montes en la Comunidad de Madrid, pero sería un titular igualmente acertado para el año 1939. Si en 2021 ha sido la nieve la causa del desastre ecológico sin precedentes que ha sufrido la ciudad de Madrid, sus animales y plantas, la causa en 1939 fue la Guerra Civil.
Tras el “temporal” de la guerra
Terminada la guerra toca recuperar el funcionamiento normal de la ciudad. El alcalde llamado a asumir este reto es Alberto Alcocer y Ribacoba (Orduña, 1886-Madrid, 1957), “el heroico Alcalde la reconstrucción” según Carlos Arias Navarro. Nombrado en marzo de 1939, era un buen conocedor de Madrid y con experiencia en el cargo, ya que había sido alcalde de la ciudad durante la dictadura de Primo de Rivera (entre 1923 y 1924, cuando dimite). A diferencia de entonces, ahora toca dar respuesta a las necesidades básicas de la población (vivienda, suministros), así como descombrar, clausurar, derribar, reconstruir, reparar, mejorar y construir, todo ello con la vista puesta en los edificios, las calles y las plazas, el alcantarillado, el tendido eléctrico y las zonas verdes. Son estas últimas a las que se dedican estas líneas por su importancia para higienizar y aportar belleza: los parques, los jardines, el arbolado de las calles y los viveros son fuente de salud y bienestar, por lo que cabe considerarlos una “infraestructura” vital de la ciudad.
Los parques y jardines del Madrid de la posguerra ocupan una superficie de 18.152.585 metros cuadrados, a los que hay que sumar 143.178 metros cuadrados de jardines privados, en total 18.295.763 metros cuadrados de espacios verdes, equivalente al 27,40% de la superficie del núcleo urbano. Es un patrimonio que sufre importantes destrozos durante la guerra, sobre todo por el hecho de que muchos de estos espacios habían sido campo de batalla, especialmente el Parque del Oeste y la Casa de Campo. Pero además, la falta de combustible y los rigores del invierno hicieron que muchos árboles y arbustos se aprovechasen como leña para calentar los hogares. Por si esto fuera poco, también acusaron la falta de personal, que se deriva a otros servicios o se incorpora a filas.
Los trabajos requeridos en las zonas verdes de Madrid fueron diversos: retirada de material de guerra y munición, reconstrucción de cerramientos, tapado de trincheras, tala de árboles secos, reposición de arbolado, papeleras, bancos y otros elementos “de comodidad y ornato”. Para la reposición de árboles el Ayuntamiento establece que se elijan especies “de rápido desarrollo y vista agradable”, y que los árboles se dispongan en una sola fila y próximos al bordillo, para no entorpecer el paso de los peatones. Estos trabajos supondrán la plantación de 3.700 arbustos en jardines públicos y de más de 360.000 árboles:
- Viveros de la Villa: 287.350 árboles.
- Casa de Campo: 6.000 árboles.
- Puente de Toledo: 15.900 árboles.
- Sotillo: 17.094 árboles.
- Parque de Madrid: 12.300 árboles.
- Parque del Oeste: 6.000 árboles.
- Calles y paseos: 18.000 árboles.
Para cuadrar las cuentas
Los gastos en el Servicio de Parques y Jardines se intentan compensar con dinero proveniente de distintas fuentes de ingresos. Entre las actividades que entonces generan ingresos están las siguientes: las subastas de los quioscos; las subastas de terrenos para instalar puestos en los parques con motivo de verbenas y fiestas, como San Isidro; los ingresos de las entradas al zoológico, que en 1943 supusieron 196.836 pesetas; el arriendo de pastos, por ejemplo en la Casa de Campo. La Casa de Campo, además de contar con pastos que se arriendan para ganado lanar y vacuno, es noticia en 1942 por el concurso para contratar la concesión de terrenos para el establecimiento y explotación de un parque de atracciones durante 30 años.
Celicio Rodríguez
Funcionario destacado de esos años fue Cecilio Rodríguez, Jardinero Mayor, jefe de Parques y Jardines y Gran Cruz al Mérito Agrícola. Al terminar la guerra vuelve a su puesto, del que había sido destituido por la República. En noviembre de 1940 propuso varias acciones: la transformación de los jardines de las plazas de la Villa de París y de las Salesas, el primero de los cuales se destina a juegos infantiles; la instalación de un velódromo infantil en La Chopera del Parque de Madrid (el Retiro); la instalación de un quiosco para la venta de refrescos en la plazoleta del Parque de Madrid inmediata a la Puerta del Pacífico (hoy desaparecida). En el Retiro se hacen otras intervenciones, como un nuevo trazado para el paseo de Coches, la reforma de la entrada de las puertas de la Independencia y Hernani, la reforma la plaza de Martínez Campos, la rehabilitación de La Rosaleda y la ampliación de la Casa de Fieras o Parque Zoológico.
Entre los damnificados de la guerra merecen un recuerdo los animales de la Casa de Fieras: muchos murieron de hambre o sirvieron para saciar el de algún que otro madrileño. Pero como no hay mal que por bien no venga, al declararse la guerra en Europa nuestro zoológico se recupera, pues recibe animales evacuados de zoológicos de otras ciudades, como Berlín y Múnich, así como de particulares. La Casa de Fieras, que se remonta al siglo XIX, se clausura en 1969 y es el antecedente del actual Zoo de la Casa de Campo, albergando hoy una biblioteca municipal. Los jardines de la prolongación del entonces Parque Zoológico llevan el nombre de Cecilio Rodríguez.
“Hago saber”
Entre los bandos de Alberto Alcocer, que empezaban con “Hago saber” y terminaban con “Saludo a Franco. ¡Arriba España!”, hay uno del 17 de julio de 1944 dedicado a la protección de los animales y las plantas, sobre las que dice lo siguiente:
“HAGO SABER: Que velando por la observancia de las disposiciones legales vigentes sobre la protección de los animales y las plantas, serán castigados con multa de 5 a 50 pesetas la primera vez, y de 50 a 100 en casos de reincidencia, los que cometieren los siguientes actos, que se hallan terminantemente prohibidos: (…)
a) Los que causen daño a las plantas existentes en parques, jardines, paseos y demás sitios públicos.
b) Los que sacudan violentamente el arbolado, arranquen su corteza, tronchen sus ramas, arrojarles piedras, les arrojen piedras, trepen por sus troncos y, de un modo general, ejecuten actos que puedan perjudicar el crecimiento, desarrollo y belleza de las plantas.
c) Los que aten caballerías a los árboles o amarren a ellos los cables para el alumbrado de bares y verbenas, o viertan en su pie escombros o líquidos perjudiciales.
d) Los dueños de ganado cabrío y encargados de su custodia que no lo lleven a la entrada y salida de la población provisto de bozal metálico, en evitación de sus mordeduras.
La persona o entidad por cuya cuenta se realicen obras en la vía pública estará obligada con idénticas sanciones a cobijar con pantallas de madera o materias análogas los árboles (…) que por su proximidad puedan recibir perjuicio en su integridad o desarrollo.
(…)
El amor a los animales y a las plantas es una de las pruebas reveladoras de la cultura de un pueblo [sin destacar en el original]. La Alcaldía espera que los madrileños cumplan fielmente y hagan cumplir las disposiciones protectoras de unos y otras, difundiendo estos sentimientos civilizadores y denunciando a los que cometieren infracciones (…)”.
Nada como estas líneas para transportarnos a esos años y reconocer lo actuales que siguen resultando algunas situaciones.