Entre disparos y flores
Castillo de Montjuic, Barcelona, son más de las 8:30 de la noche del 29 de marzo de 1938. Carmen, junto con otros cinco falangistas, se encuentran ante un pelotón de fusilamiento, se oyen los disparos, todos caen “Cara al Sol”.
En un segundo pasan como un relámpago por la mente de Carmen los últimos acontecimientos.
Recuerda cómo en marzo de 1936 había conocido a las hermanas Chabas, las fundadoras de la Falange femenina en Valencia, y cómo había empezado a militar clandestinamente en Falange.
Su familia no lo sabía, no se lo habrían permitido, su padre era Guardia de Seguridad y su hermanastro un conocido dirigente anarquista valenciano.
Su empleo como telefonista en la Delegación de Trabajo le permitía contactar con los camaradas y comunicar las órdenes de Enrique Esteve, el Jefe provincial de la Falange valenciana.
El levantamiento armado contra el Frente Popular ha fracasado en Valencia, la mayoría de sus camaradas están presos, ella cesa su actividad política hasta que en octubre se entera de que han sido encontradas asesinadas, con un tiro en la nuca, sus camaradas las hermanas Chabas.
A pesar de que los milicianos están cazando uno por uno a los falangistas valencianos, ella entra en contacto con la Falange clandestina, la llamada “Quinta Columna” y se compromete a ayudar en lo que pueda.
En el mes de noviembre de 1937 sus contactos le avisan que tiene que ayudar a salir de España a dos militares y a un joven camarada que han llegado con documentación falsa desde Madrid y se encuentran en la Cancillería de Panamá. Se entrevista con ellos y prepara un plan para llegar a Barcelona y desde allí salir para Francia.
Una amiga, llamada Inés, que está casada con un policía, le ofrece ayuda, le comenta que conseguirán unas órdenes de libertad para ellos, de inmediato se trasladan a la casa donde están los fugados, José María Bielsa militar, García Bravo también militar y el joven falangista Manuel González Romero de solo 18 años.
Un coche Hispano Suiza llega de madrugada a su domicilio y los recogen para ir a Barcelona, desde Valencia pasan todos los controles sin problemas, al llegar se instalan en un buen hotel, con total libertad de movimientos, el plan parece que funciona.
Esperan los pasaportes para salir de España, pero estos no llegan, pasan los días y se les acaba el dinero y uno de los amigos policías “camuflados” les ofrece un hotelito a las afueras de la capital catalana.
Una mañana Carmen ve como la casa está sitiada y son todos detenidos.
Son trasladados a dependencias policiales y después de un tiempo, el 15 de febrero, se celebra un juicio contra ellos por “alta traición y espionaje”.
Al juicio comparecen como acusados Carmen, los militares y el joven camarada madrileño, se extraña de no ver a su amiga Inés y a los policías que les habían ayudado sentados también en el banquillo. Carmen se encuentra tranquila, hasta que ve aparecer en la Sala de Vistas a su amiga Inés, entra como testigo de cargo. En ese momento se percata totalmente de que cayeron en una trampa. A preguntas del Fiscal, Carmen no niega nada, no se arrepiente, está orgullosa de su militancia falangista y de su labor para la quinta columna. Escucha la sentencia por la que le condenan a muerte, de pie, arrogante, serena.
En los días posteriores, su padre intenta conseguir su indulto rogando a su hermanastro, que ya es comandante del Ejército Rojo, que le ayude, éste se niega y le reprocha al padre : “Es una fascista”.
Espera en la cárcel junto con otros camaradas la hora final, y el 29 de marzo le van a buscar, sale de la celda con un abrigo sobre los hombros, bajo éste un vestido blanco, otras presas le ofrecen unas flores, coge cinco claveles, no hay rosas, escribe tres cartas a su familia y a los camaradas y en un pañuelo deja su única herencia, marca con sangre el yugo y las flechas de la Falange.
La ejecución está prevista para las 5 de la tarde en el castillo de Montjuic, pero son las 8 y todavía no la han llamado, cuando oye su nombre condecora con una flor que coloca en el pecho de cada uno de sus cinco camaradas de Falange que también van a correr su trágico destino. En ese momento les dice : “Sobre las flechas de vuestros cuerpos que partirán hacia el cielo, dejadme prender estas 5 flores, yo quiero ser como el yugo que nos una en esta hora”.
Al ver apuntar a su pecho los cañones de los fusiles grita “disparad cobardes, Arriba España”.
Antes, Carmen había pedido a sus ejecutores que no le dispararon a la cara, para que pudieran reconocer su cadáver, el Jefe del pelotón le dio el tiro de gracia directamente en su bello rostro, como prueba de su desprecio, Carmen tenía tan solo 22 años.
Así cayó asesinada la flor de la Falange Valenciana.