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Hallazgos arqueológicos
Espadas de doble filo en la Edad del Bronce
El Museo Nacional de Dinamarca estudia las técnicas de combate asociadas a ocho espadas y a una punta de lanza de la Edad del Bronce Temprana Nórdica procedentes de Jutlandia

Aunque hoy el uso de armas blancas parece reducirse a las de pequeño tamaño y fácilmente ocultables: como navajas o machetes, originalmente creados para desbrozar maleza, que, infelizmente aparecen de vez en cuando en las noticias por las desafortunadas actuaciones de criminales de diverso pelaje, hubo un tiempo no tan lejano en el que se emplearon de forma masiva pese al progresivo e inexorable protagonismo de las armas de fuego. Y, desde luego, no hubo ningún arma más destacada y universal que la espada. Aunque con sus antecedentes en el Calcolítico, no fue hasta la Edad del Bronce cuando la tecnología permitió que apareciera en el Próximo Oriente, difundiéndose a continuación por buena parte del globo. Su variedad de formas y de técnicas constructivas es impresionante, análoga a la multiplicidad de usos que las más diversas culturas le han otorgado, desde su uso ceremonial hasta, por supuesto, su ejercicio en la guerra, además de un valor simbólico único. Por eso no extraña el valor casi totémico otorgado a armas particulares como la espada de Marte que, según el historiador Prisco, empuñase Atila el Huno, la Joyeuse de Carlomagno o la mítica Tizona de El Cid.
Sobre algunas de las más antiguas espadas europeas versa el reciente «Local Variations in Swordsmanship. Metalwork Wear Analysis on eight Swords and a Spearhead from Early Bronze Age Jutland», estudio de Gustav Hejlesen Solberg y Andreas Jæger Manøe Schäfler, investigadores del Museo Nacional de Dinamarca, publicado en el «Danish Journal of Archaeology».
Las técnicas de combate
Esta investigación de arqueología del combate tiene como enfoque principal el Análisis de Desgaste del Trabajo en Metal, que combina la arqueología experimental, es decir, la reproducción moderna de hábitos tecnológicos del pasado, con el análisis del deterioro de los materiales. El objetivo primordial no es tanto analizar las técnicas metalúrgicas de construcción del armamento del pasado, como estudiar las técnicas de combate asociadas a esas armas. Así, se centra en ocho espadas y una punta de lanza de la Edad del Bronce Temprana Nórdica (1700-1100 a.C.) conservadas en el Museo Nacional de Dinamarca y procedentes en su mayoría del condado de Aalborg, en el norte de Jutlandia. El estudio de las marcas de desgaste desde la empuñadora a la punta mediante el empleo de un microscopio digital les sirvió para diferenciar aquellas señales de desgaste ocasionadas por la corrosión del material de aquellas propias del combate, puesto que obviamente son diferentes e incluso en el caso de estas últimas, su diversa forma y tamaño, de muescas a pliegues y fracturas, permiten realizar una suerte de análisis forense sobre su uso y funcionalidad. De tal manera la distribución y repetición de estas muescas de los filos de las diversas armas permiten afinar aún más y así identificar los estilos de esgrima predominantes durante el tiempo de uso de estas armas. O sea, esta apasionante nueva técnica permite reconstruir una experiencia bélica de otro modo incognoscible al adentrarnos en las vías de la guerra del pasado y ponerlas en contraste con otras tradiciones marciales.
Así la lanza, la única pieza que muestra signos de reafilado, no fue utilizada exclusivamente para pinchar y ser arrojada a distancia, como tradicionalmente se asume para este tipo de arma, sino que también se empleó para realizar cortes siendo, de este modo, un arma mucho más versátil que en épocas posteriores. Con respecto a las espadas, se resalta el análisis específico de dos de ellas. Mientras una fue empleada como arma de entrenamiento, la otra, mucho más rodada, parece haber sido empuñada por un espadachín experto. El estudio de ambas refleja la existencia de diferentes tradiciones marciales. Así, la primera muestra el uso de un filo predominante y, sorprendentemente, que se utilizase su ancho, en especial en la parte más cercana a la empuñadora, para bloquear los golpes de otras armas mientras que, desde el plano ofensivo, se usaba el borde más próximo a la punta de ambos filos cortantes. La segunda espada muestra señales de utilización en toda la longitud de sus dos filos tanto para el desempeño ofensivo como defensivo.
En definitiva, esta investigación ofrece unos datos prometedores que, conforme se extienda el uso de esta técnica y se amplíe el número de armas analizadas, permitirá obtener una panorámica más completa sobre las prácticas y evolución de la esgrima en la historia. Sea como sea, queda claro, como diría Doug Marcaida, el experto en combate con armas blancas de «Forjado a Fuego», que estas armas, matan.
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