Un delincuente vulgar
Entre Puigcerdá y su comarca se contaron durante la Guerra Civil 52 asesinatos. Buena parte de ellos fueron víctimas de los paseos en la Collada de Toses realizados por el grupo de Antonio Martín, (a) el Cojo de Málaga. La cifra puede considerarse baja ya que en los primeros días de persecución muchos veraneantes de derechas pudieron cruzar los Pirineos justo a tiempo. El Cojo de Málaga fue conocido por su turbulenta personalidad y debido a su brutalidad personal. En Julio de 1936, se hizo el dueño de Puigcerdá. El mote le viene por una osteítis que le dejó cojo de la pierna derecha. Durante la época republicana entró en contacto con el grupo de los Solidarios, uniéndose al pistolerismo. Se instaló en Puigcerdá, desde donde se dedicaba a traer armas a España de contrabando.
Tras el 19 de julio, le gustaba hacer ostentación de su poderío mostrando siempre una pistola-ametralladora con culata de madera plegable, trasladándose en un poderoso Packard de doce cilindros o llevando un fusil checo en bandolera. Los asesinatos promovidos por el Cojo de Málaga crearon incluso disenso en el seno del Comié. El republicano Francesc Viadu testimonia en su obra “Delegat d’Ordre Públic” a “Lleida la Roja” que: “En Puigcerdà concretamente mandaba entonces un facineroso auténtico, evadido de presidio, conocido como el Cojo de Málaga, nombre que sembraba el terror y pánico hasta la misma Barcelona [...]. En este aprieto fue el propio jefe del gobierno de la Generalitat, señor Josep Tarradellas el que se desplazó personalmente y se fue a parlamentar de tú a tú con el Cojo de Málaga”.
Él y sus hombres vigilaban la frontera para impedir que la gente huyera de Cataluña. Los que conseguían capturar, los solían asesinar en la Collada de Toses. Ahí ejecutaron también al exalcalde de Puigcerdá y lo dejaron colgado de un pino durante ocho días, hasta que unas buenas gentes lo descolgaron y enterraron. Cuando tocaba llevar a alguien de paseo, lo hacía de una manera muy espectacular, como si tuviera interés en proclamarlo a los cuatro vientos -”Hoy llevamos seis a pasear a la Collada”- y acto seguido montaban gente en un Opel que por aquellas lejanas comarcas causaba sensación. El 5 de agosto, en la Collada, mataron a Galcerán Castellà y a sus dos hijos. Uno de ellos tenía sólo 15 años. Primero mataron a los hijos para que el padre fuera testigo.
Ahí morirá asesinado el archivero municipal de Ribes de Freser, un 6 de agosto. Al día siguiente llevan al mismo lugar a dos sacerdotes de Puigcerdá: los Padres Jaume Martí y Anton Monsó, donde les pegaron un tiro a cada uno dejándolos heridos de muerte, pero sin rematarles para sufrieran lenta agonía que duró toda la noche mientras gemían. El 19 de agosto, es asesinado Mn. Climent Perramon, ecónomo de las Fonts de Tarrasa. El 21 de agosto, arrastran hasta el mismo lugar al Coronel Francesc Lasús, mutilado de la Guerra de Cuba. También se encargaron esos días de finales de agosto de derribar la Iglesia de Santa María, ejemplo magnífico de gótico catalán. El diario “L’Autonomista” del 27 de agosto, publicaba una nota como mínimo irónica: “En todos los órdenes se trabaja en Puigcerdá con entusiasmo inagotable por el establecimiento de un perfecto orden revolucionario”.
Entre sus gestas, o las de sus patrulleros, cabe destacar también el asesinato del canónigo de la Seo de Urgel, Antonio Martí Turull. Lo ejecutará una miliciana de la siguiente forma: se trataba de que muriera lentamente; primero le disparó en las piernas, luego en el vientre. Finalmente le abrió con un puñal el estómago dejando las entrañas al descubierto. Así, al pobre sacerdote le esperaba una muerte lenta y agónica. Otras muertes terriblemente crueles fue obligar a las víctimas a cavar sus tumbas y enterrarlas vivas.
Antonio Martín, en muchos artículos que escribía en periódicos revolucionarios, intentaba justificar sus actos. Siempre hacía especial hincapié en la importancia de cuidar la retaguardia para salvar la Revolución. No sólo eso sino que además intentó ensayar una organización social anarquista en Puigcerdá. Esta ciudad comerciante y burguesa, no pudo digerir las reformas revolucionarias y se sumió en la ruina.
Aparte de la Collada, encontró otro lugar boscoso ideal para los asesinatos. El 9 de septiembre de 1936 fueron asesinadas 21 personas en Pont de Soler, en el término de Urtx. Algunos casos son bastante macabros. Francisco Viadiu reproduce una conversación con el brazo derecho de el Cojo de Málaga, grandes amigos hasta que se enturbió la relación. Se trataba de Jordá, (a) “Penja-robes” (“el percha”): “El Cojo de Málaga, Martín, era un delincuente vulgar. Era uno de esos típicos chorizos que operaron un cierto tiempo en el mediodía de Francia y, cuando la policía del país vecino le pisaba los talones, pasaba otra vez los Pirineos. [...] en julio de 1936, estaba detenido en la prisión de Puigcerdá, esperando ser juzgado. [...] Pero, una vez más en su vida de delincuente, la suerte le tendía la mano. Aquel 18 de julio se abrieron las puertas de las cárceles y Martín salió de la prisión de Puigcerdá exhibiendo un viejo carnet de la CNT y se hizo el dueño de Puigcerdà, y luego se hizo el dueño de casi todos los pueblos de la Cerdaña. Era un criminal grotesco”.
El hecho con connotaciones políticas más conocido de el Cojo de Málaga es el asalto al pueblo de Bellver. Su alcalde era de ERC y se opuso al poder ácrata de Puigcerdá. La rencilla entre los pueblos venía de cuando durante los primeros meses de guerra, los faístas quisieron pasear a algún vecino de Bellver sospechoso de simpatizar con el bando nacional y las autoridades locales lo impidieron. Antonio Marín no quería que el ejemplo de Bellver se extendiera por la Cerdaña, de ahí su interés en aniquilar a sus dirigentes. Los hechos de Bellver se produjeron el 27 de abril de 1937. Al pueblo llegaron unos 350 milicianos armados que se habían reunido de toda la comarca. Los vecinos de Bellver se defendieron a muerte y en los combates murió el Cojo de Málaga. Algunas fuentes dejan entrever que le pasó lo mismo que a Durruti y que le alcanzó una sospechosa bala por la espalda. Muchos rumores atribuyen este disparo a su antiguo compañero el “Penja-robes”.
En el fragor del combate, el alcalde de Bellver solicitó refuerzos a las fuerzas de orden de la Generalidad por teléfono. Al cabo de unas horas llegaban fuerzas gubernamentales desde Lérida comandadas por Francisco Viadiu. A consecuencia de los combates resultaron muertos doce asaltantes, entre los que se encontraba como hemos dicho, el Cojo de Málaga y Julio Fortuny, uno de los cabecillas de la Seo de Urgel. Su muerte causó un último éxtasis revolucionario. El cadáver fue expuesto en el hospital sobre una mesa de mármol desnudo de medio cuerpo para arriba. Allí las escenas de dolor de mujeres cercanas al líder anarquista adquirieron unos momentos de dramatismo. Pero tres días más tarde se produjeron los sucesos de mayo en Barcelona. Las fuerzas de la Generalitat se presentaron en Puigcerdá y ocuparon el Ayuntamiento. Eran las mismas fuerzas que el gobierno autonómico había retirado meses antes, permitiendo así las masacres. Joan Pons Garlandí, miembro de ERC, en sus memorias Un republicà enmig de faistes, relata: “Puicerdá es el primer pueblo de Cataluña donde se notó la ofensa criminal y antihumana de ver enterrar en vida a chicas, mujeres y hombres, con el agravante de un hecho horripilante y monstruoso, de obligar a las mismas víctimas a cavar su propia tumba”. Sin palabras.