Guerra Civil
Al hablar de memoria histórica también debemos incluir a aquellos hombres que, a pesar de haberse puesto del lado de la República, poco después comprendieron su error. Personas que, ante las barbaries que se cometían, dijeron basta. Esa actitud les costó la vida. Este es el caso de Antonio Bruyel Martínez. Persona comprometida con la justicia y tremendamente cultivada, se negó a formar parte de la barbarie firmando sentencias de muerte en Barcelona. En 1908 publicó “¿Qué es el nacionalismo vasco?”, un ensayo sobre las causas del mismo a raíz de la defensa de un nacionalista del PNV en un juicio en Bilbao. Además publicó poesías.
Antonio Bruyel era magistrado de la Audiencia de Barcelona, juez de instrucción número 7, juez de vagos y maleantes y vicepresidente en funciones del presidente de un jurado mixto. Había nacido en Haro (Logroño) en 1884. Estaba casado y tenía seis hijos. Antes de estallar la guerra civil y a pesar de su condición de magistrado, decidió llevarse a toda la familia a Burgos. Allí estarían a salvo de morir. Él se quedó en Barcelona. Su gran delito, como hemos dicho, fue no querer seguirles el juego a los que estaban sembrando el terror.
Esto no fue la única muerte de la familia Bruyel. Su hijo Augusto Bruyel Gutiérrez, de 19 años, fue asesinado en Madrid. Había profesado en la congregación de los Sagrados Corazones y estaba estudiando filosofía en El Escorial cuando estalló la guerra civil. Se desconoce la fecha y el lugar donde fue asesinado.
Antonio Bruyel fue asesinado el 23 de octubre de 1936. La familia desconoce el lugar de la ejecución. Posiblemente fue en Montcada i Reixach o en cualquier otro cementerio o carretera de Barcelona. Es uno de los desaparecidos de la guerra civil. A su bisnieto, Ignacio Bruyel, le encantaría encontrar los restos de su bisabuelo y depositarlos en San Sebastián como era su deseo. Con este gesto quiere honrar la memoria de una persona que, al decir basta a la barbarie roja, pagó esa valentía con su vida.
Antes de estallar la guerra civil vivía en la calle Méndez Núñez 14, pral. 2º de Barcelona. El 20 de junio de 1939 el procurador Manuel Satorras Capell escribía sobre la detención, muerte y desaparición de Antonio Bruyel lo siguiente:
“Que por sus ideas y conducta podían considerarse afectas o simpatizantes al Alzamiento Nacional, alcanzó seguidamente al Juez Don Antonio Bruyel Martínez, el cual por su intervención en la tramitación de las causas contra elementos anarquistas, adoptando en ellas contra los culpables las enérgicas medidas procesales que según su recta conciencia de acuerdo con la ley, debían aplicarse y el haberse distinguido siempre como católico practicante y fervoroso, le señalaron desde el 17 de julio de 1936 como una de las personas escogidas en que cobrarse la criminalidad, haciéndole objeto de tenaz persecución, la cual logró soslayar al principio, no obstante el total desamparo de los que blasonaban de hallarse revestidos de autoridad legítima, permaneciendo oculto en el domicilio de Doña Isabel Conde que en aquel entonces lo tenía en la calle Consejo de Ciento, número 317, 3º.
Por los días 20 o 21 de octubre de 1936, se practicó un registro en el citado domicilio del señor Bruyel -Méndez Núñez-, llevándose los individuos que lo practicaron las llaves del piso, manifestando al portero que el expresado señor fuese a recogerlas a la Jefatura de Policía.
El portero que tenía orden del señor Bruyel de comunicarle cualquier recado, noticia o hecho que pudiera afectarle y de hacerle llegar cualquier carta o aviso que para él recibiere, por conducto de Don Joaquín Cantó, amigo del mismo, se apresuró a comunicar a este lo sucedido.
Enterado Don Antonio Bruyel, decidió llegar personalmente a su casa, y en efecto en la mañana del día 23 de octubre de 1936, salió de su escondite, fuese a la portería de la casa número 14 de la calle Méndez Núñez y, de allí según manifestó el portero se dirigió a la Jefatura de Policía para según el aviso de los que practicaron el registro, recoger las llaves del piso. Transcurrió el día y la noche, sin que apareciera.
El compañero del señor Bruyel, Don José Landeta, y este junto con Don Joaquín Cantó, hicieron durante todo el siguiente día 24 las gestiones que creyeron oportunas, especialmente en la Presidencia de la Audiencia y en una Delegación o Centro de Policía que existía en la calle de Claris chanflan a Cortes, donde prestaba servicio un tal Sr. Lladó, de quien habían oído hablar dichos señores al señor Bruyel como persona amiga de este, e interesado por el mismo.
La impresión obtenida fue la de que Don Antonio Bruyel había sido asesinado aquel mismo día 23. El que ejerció las funciones de Presidente de la Audiencia, Andreu, y el Secretario de la misma, Juandó, manifestaron que según la referencia oficial dada por la Jefatura de Orden Público, el Juez señor Bruyel había sido hallado asesinado junto con otras personas en la carretera de Valencia.
Al intentar los señores Landeta y Cantó obtener detalles respecto del hecho y averiguar el paradero del cadáver, no les manifestó consentimiento por dicho señor Lladó, que no pretendieran averiguar más y que ya sabían bastante y les aconsejaba no hiciesen otras gestiones, porque redundarían en perjuicio suyo”.
Antonio Bruyel había sido cesado de su cargo, por orden del Departamento de Trabajo, el 15 de agosto de 1936. La última referencia que aparece sobre él fue publicada en el periódico “La Vanguardia” el 1 de noviembre de 1936. En una nota breve se anunciaba su desaparición. Aquel 23 de octubre de 1936 fueron asesinados en Barcelona: Fernando Hausman; Antonio Gil Basagoitia; Fernando Vidal-Ribas Torres; Salvador Borrell Carreras; Jaime Casas Martorell; Juan Bautista Aguilar Banús; Isidro Casamitjana Mandó; Ramiro Oromí Cartañá; y Pedro Orormí Granollers.
Blanca Gutiérrez Herrero, esposa de Antonio Bruyel, y sus cinco hijos estaban en Salas de Bureba (Burgos) pasando el verano. En noviembre de 1937 pidió la Comisión de Hacienda de la Junta Técnica del Estado: “Se le conceda la pensión alimenticia del 25 por ciento del sueldo que disfrutaba su marido en su cargo de Magistrado”. Su sueldo de magistrado era de 3.000 pesetas. Así pues, pedía una pensión de 750 pesetas.
La instancia iba acompañada de tres certificados firmados por Carlos Crespo y Fernández de Córdoba, Luis Solano Costa y Luis Lorenzo Peñalva. Todos ellos habían conocido a Antonio Bruyel y afirmaron que era una persona de derechas, de orden, de una moralidad absoluta en todas las fases de su vida, enemigo del Frente Popular, de arraigadas creencias religiosas y excelente funcionario. A Blanca Gutiérrez le concedieron la paga de viudedad.
La familia continúa sin conocer el lugar donde está el cadáver de Antonio Bruyel Martínez. Es uno más de los cientos de los desaparecidos de la guerra civil. Posiblemente la familia nunca encontrará sus restos. Tal vez acabaron, como muchos, quemados en la cementera Asland o enterrados en una fosa común o quién sabe dónde. Lo que nunca olvidará la familia es la fortaleza moral y personal de este magistrado que se negó a seguirles el juego a los anarcosindicalistas y comunistas que sembraron el terror en la Barcelona de la guerra civil.