Sociedad

Las guarderías denuncian “abandono” y falta de protocolos para el sector

Lamentan que haya protocolos de apertura para bares, comercios y conciertos, y no se les haya orientado en cómo proteger a los bebés

Las guarderías denuncian "abandono" y falta de protocolos para el sector
Olimpia Selva regenta el centro de educación infantil "Mi pequeña escuela", en la pedanía murciana de La Alberca, toma la temperatura a una niña antes de entrarMarcial GuillénEFE

Las guarderías privadas para niños de hasta 3 años han comenzado a reabrir esta semana en la región murciana y la mayoría denuncian el “abandono” al que se ha sometido al sector, sin una normativa específica ni protocolos de seguridad y que se enfrentan a la total incertidumbre para el próximo curso.

Esa falta de directrices ha provocado que estos centros estén retomando su actividad con cuentagotas, mientras que los públicos no abrirán hasta septiembre.

Olimpia Selva, que regenta el centro de educación infantil Mi Pequeña Escuela, en la pedanía murciana de La Alberca, se decidió a abrir este lunes por la insistencia de algunas de las familias a las que habitualmente dan servicio, pero lamenta que las administraciones central y regional “se han pasado la pelota” y no han ofrecido ninguna solución al sector.

“Hay protocolos para la apertura de bares, de comercios, para los conciertos, para todo, pero nosotros, que trabajamos con bebés, no tenemos información ni de ratios ni de medidas de higiene ni de nada. Se nos ha dejado solos”, explica.

El Gobierno de Murcia ha anunciado que ha enviado un protocolo al Ministerio de Sanidad, “pero no nos lo han enseñado”, se queja: “Ni siquiera sabemos si el próximo lunes, si pasamos a la fase 3 y las competencias pasan a la comunidad autónoma, nos obligarán de nuevo a cerrar”.

De momento, están acudiendo a la escuela 8 niños de los 64 que tiene matriculados, y sus 12 trabajadoras siguen acogidas a un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE), una situación parecida a la que se vive en la escuela El Parvulario, en el centro de Murcia, que también ha abierto las aulas para 8 de sus 37 alumnos.

Su gerente, Sonia Haro, explica que han retomado la actividad para no dejar tiradas a las familias, porque “económicamente no compensa para nada”.

Los protocolos generales fijados por las empresas de prevención de riesgos laborales no son viables para este tipo de escuelas, en las que mantener la distancia física entre los bebés es “inasumible”, señala.

En su caso, tratan de suplir esa medida con una higiene “extrema”: desinfección constante de superficies, materiales individuales, lavado habitual de manos y equipos de protección para las docentes, entre otras.

Uno de los principales temores es que alguno de los niños presenten fiebre o tos, síntomas del coronavirus, pero también de muchas otras enfermedades menores y muy habituales a esas edades, porque supondría someter a cuarentena a toda la escuela y a las familias, lo que de nuevo haría la actividad inviable.

Es un riesgo que otros centros, como Origami, en la pedanía de Puente Tocinos, han decidido no asumir, por lo que permanecen cerrados.

Según explica su gerente, Mariola Carrillo, así lo recomienda la Consejería de Salud de Murcia por la falta de protocolos y directrices.

Sus 4 trabajadoras se encuentran en ERTE, mientras que ella y su socia, propietarias, se han acogido a las ayudas por cese de actividad, pero coincide con las anteriores en lamentar la total incertidumbre en la que se sumirán a partir del 30 de junio, cuando acaben esas medidas.

“No quiero perder a mis trabajadoras, pero si no puedo abrir y no continúa la posibilidad de acogerse a un ERTE, tendré que despedirlas y están en su derecho de buscar otro empleo y no esperar a saber si podremos reabrir en septiembre”, comenta.

En su opinión, la actual situación está además fomentando un aumento de la economía sumergida, porque muchas familias están viéndose obligadas a contratar a cuidadoras por horas para hacerse cargo de los niños, en la mayoría de los casos sin contratos ni altas en la Seguridad Social.

Tanto los centros que han abierto como los que continúan cerrados insisten en el “abandono” de un sector tan esencial para la conciliación y en el que se trabaja con una población altamente vulnerable.

Esta crisis está haciendo que las mujeres retrocedan siglos en las metas alcanzadas. Muchas han tenido ya que reducir sus jornadas o pedir excedencias por la falta de medios para conciliar”, resume Haro.

Para Selva, el problema irá mucho más allá de este curso, porque tampoco se ha avanzado en la vuelta en septiembre: “Yo estoy formalizando matrículas, pero no sé si habrá cambios en los aforos y las ratios. Hace falta claridad”.

“Lo tenemos todo listo para volver, pero sin un protocolo, nos enfrentamos a un riesgo que no podemos asumir”, agrega Carrillo.